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Mostrando las entradas de octubre, 2021

Bocas tapadas

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En las aulas hace demasiado calor. Mis alumnos se quejan, están fastidiosos. Los barbijos les molestan. Les digo que los aguanten, que es el único protocolo que nos queda. El barbijo es odioso, no los deja respirar. Están molestos,  necesitan tomar agua a cada rato. Necesitan respirar cómodos. En un tire y afloje, cada dos por tres se los bajan y cuando los reto se los vuelven a subir.  Y entonces me doy cuenta. Los miro y de pronto me doy cuenta. No conozco a esos chicos, a esos chicos de cara descubierta. No los conozco. Son rasgos desconocidos que producen gestos extraños, ajenos, lejanos. Apenas reconozco sus ojos y el único registro que los distingue son sus sus voces, aunque el tapa bocas las distorsiona también. No conozco sus risas. En todo el año no los vi reírse ni una sola vez. Imagino sí, y recreo cada risa que se refleja en aquellos ojitos que se achican, en cierto brillo que ilumina sus pupilas, en el ruido de una carcajada que llega amortiguada por el tapa bocas.

Cuidar

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A los 48 años me enfermé de varicela. Du rante quince días tuve que quedarme en la cama tranquila. Suspendí todos los planes,  las actividades y me resigné. Era principio de noviembre, empezaba el calor y mientras recibía una enorme cantidad de llamadas compasivas y solidarias, descubrí, sorprendida, que estaba disfrutando de un descanso como hacía mucho no tenía. Ventilador, pila de libros, computadora. Me pasé los días leyendo, mirando series, hablando por teléfono, y claro, durmiendo y comiendo. Pero hubo algo más, algo que fue novedoso para mí, y es que durante quince días no me ocupé de nadie más que de mí misma. Es más, durante quince días fui yo quién recibió atención y cuidados. ¿Cuánto hacía que no me apartaba de la tarea de cuidar? ¿Cuánto hacía que no me sentía simplemente cuidada? Con absoluta sinceridad, yo creo que fue hace tanto, tanto tiempo. En la infancia quizás. Y no estoy segura. _____________ De chica me gustaba jugar.  A veces jugaba a que era una científ

Quiénes somos

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Dice mi amiga que no entiende cómo lo hacemos, me dice que ella no podría, que no sabría cómo, qué no puede entender cómo nos animamos. Y tiene un poco de razón, porque si me pongo a pensar, yo tampoco sé cómo lo logro cada día. Despertar en la madrugada e ir a ver si respira bien, controlar ese resfrío, ver cuándo le toca la próxima vacuna, enseñarle a cruzar las calles, recordar qué tiene que llevar mañana a la escuela, pensar qué le hago de comer, y cómo le fue en la escuela, por qué está triste, qué le pasa, de qué se ríe, qué necesita. ¿Cómo es esto de ser mamá? Dice Cortázar que cuando alguien te regala un reloj te regala también una enorme lista de preocupaciones: ponerlo en hora, controlar que funcione correctamente, cuidarlo mucho. Alguien, creo yo, debería hacer algo parecido y crear instrucciones para ver crecer a un hijo. Hoy, en este mundo capitalista, patriarcal, explotador, ser madre es asumir una lucha enorme desde el comienzo. Luchamos por y para ellos pero tamb

Literatura en la escuela, y el problema de no enseñar a imaginar

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  "Profe, yo no me imagino nada".  Corrigiendo algunos trabajos de primer año de pronto me encuentro con esta respuesta que es una soberana trompada a mi entusiasmo docente.  Se trata de una  a ctividad sobre El Principito : "Contame cómo te imaginás el encuentro del Principito con el zorro" les propongo. Pero mi alumno no se imagina nada. Y no es el único. Mis alumnos están dispuestos a responder tediosos cuestionarios en los que deben explicar ambientación, tipo de narrador, tema, etc. Están dispuestos a contarme detalles argumentales para que yo pueda comprobar si leyeron, si no leyeron o si se copiaron. Están dispuestos a responder todo, copiando fragmentos del libro, contestando lo que esperamos, o simplemente improvisando respuestas absurdas. Pero les resulta incómodo, desconcertante y hasta imposible responder preguntas en las que se les pide que cuenten cómo imaginan lo que están leyendo, qué sintieron o qué pensaron ante una lectura. Por lo general e

Rebelión

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Y es que sí, quizás soy una ladrona, una asaltante de poca monta. Ando por ahí, robando. Le r obo un poco de tiempo al trabajo. A las tareas domésticas les quito también. Me quedo con algunos minutos de caminata. Le arrebato algunas horas al sueño y también, por qué no, al almuerzo. Sólo así puedo escribir. Hurtando. Saqueando. Pedacitos de tiempo. Retazos de existencia. Escapo de tiempos pautados y  de rutinas, de ritmos  frenéticos y  estructurados. Así escribo. Así me creo y me sublevo. La palabra es mi arma sagrada. La escritura es mi rebelión.

Belleza

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Hace unos días encontré en la baulera una caja repleta de fotos familiares, fotos que no recordaba. Son esas cosas que se guardan y quedan olvidadas, hasta que un día, después de mucho tiempo, alguien las reencuentra y es como si todo se descubriera de pronto, como si los rostros, las imágenes, las emociones, surgieran por primera vez.  Fotos sueltas, en bolsas, en álbumes. En casa siempre hubo cajas y hasta una valija repleta de fotos. Mi viejo tenía locura por las cámaras y por las filmadoras. Le gustaba eso, grabar, capturar momentos.  Ahí estuve un buen rato, revolviendo emociones, sin poder evitarlo. Las fotos familiares me producen algo así como una  incertidumbre, como si pudiera descubrir en ellas una pista, una señal, la respuesta a algo.  Porque claro, quizás cuando una las guardó una era otra, o era una pero no era esta una que es ahora.  En fin, lo que quiero decir, es que los recuerdos se resignifican y de golpe descubrimos lo que antes no veíamos o no nos interesaba ver.