Buffy la cazadora de vampiros en mi vida

“From now on, every girl in the world who might be a Slayer, will be a Slayer. Every girl who could have the power, will have the power. Can stand up, will stand up. Slayers, every one of us. Make your choice. Are you ready to be strong?”

Buffy the vampire slayer, "Chosen"


Nunca escribí sobre Buffy. Publiqué tantas opiniones y tantos comentarios acerca de películas y libros que me resultaron interesantes, pero nunca escribí sobre Buffy.

Y eso es inconcebible. 

Temor al prejuicio, al encasillamiento, a la burla, no lo sé. Por algo aún no escribí.

Hasta hoy.

De hecho, supongo que este posteo va a ser uno de esos que recibe muy pocas visitas, pero no me importa.

Es una deuda pendiente y ya está.

Los que me conocen lo saben: amo la serie de Buffy la cazadora de vampiros.

Tenía treinta años o algo así la primera vez que la vi. Un día haciendo zapping, creo que en canal 11, encontré uno de los primeros capítulos. Resultaba ser que la protagonista, una adolescente quinceañera, rubia y de aspecto delicado, era quién se ocupaba de combatir a las fuerzas del mal.

 Quedé fascinada.

Poco después encontré la serie en Fox. Los martes por la noche eran los estrenos y yo, casi obsesivamente, ni bien terminaba de dar clase en un curso de adultos a las ocho y pico, volvía apurada para sentarme en el comedor a ver cómo continuaba la historia de Buffy. 

Un día, cosas que pasaban en un tiempo difícil, me cortaron el cable, y fue entonces que mi hermana se apiadó de mí y de mi desesperación, y me ofreció continuar viendo la serie en su departamento. Todos los martes a las nueve de la noche me esperaba con la cena. Generalmente yo llegaba con unos postrecitos dietéticos, lista para el mimo de mi hermana. Un tiempo después se sumó mi primo y traía la bebida. En verdad a ninguno de los dos le interesaba la serie, solo disfrutaban del encuentro, y me tenían paciencia. A esa tradición de juntarnos la llamamos "La fonda" y continuó por años, aún cuando la serie dejó de emitirse. 

Cuando me acuerdo de todo ese ritual, por alguna razón todo se entremezcla. 

La historia de Buffy, mi historia, la fonda.

Me parece que en aquel momento, como ocurre en ocasiones, los hechos andaban ahí reuniéndose por una misma razón o quizás con un mismo objetivo.

Por aquellos tiempos las dificultades eran muchas, tanto en mi vida personal como en mi vida familiar. 

Habían pasado unos pocos años de la muerte de mi papá y mi hermana, mi mamá y yo hicimos un frente común para resolver lo que se nos venía encima.

Algunas deudas heredadas, una casa destartalada, una mamá discapacitada. No sabíamos mucho de feminismo ni se hablaba de empoderamiento, pero ahí estábamos las tres, listas para resolver todas las complicaciones que se nos presentaran.

A todo esto se sumó un novio que huía y me dejaba sin entender por qué justo en ese momento.

Todo era un lío.

Pero los martes había fonda. 

Y era lo que más importaba. Mi hermana me cocinaba rico, yo veía a Buffy y después conversábamos durante horas.

Ese momento era único para mí.

Me encantaban los martes.

Me encantaba la fonda.

Y me encantaba Buffy.

En aquella época me costaba precisar por qué me fascinaba esa historia. 

Podía darme cuenta de que era una historia bien contada, y que eso la hacía diferente a muchas otras historias.

Los diálogos eran brillantes, extremadamente ingeniosos, agudos, divertidos; los personajes estaban muy bien desarrollados; la historia fantástica, con ribetes góticos, resultaba convincente. 

Podría escribir un texto larguísimo para contar por qué esta serie es fascinante, pero creo que ya muchos otros lo hicieron mejor que yo. De hecho, hoy, pasado el tiempo, y considerada serie de culto, es una de las producciones televisivas más estudiadas en ámbitos universitarios.

Así que no voy a intentar lo que otros hicieron muy bien de verdad. Prefiero contar desde lo personal, qué significó para mí en un momento especifico y en una situación determinada. 

A veces los hechos ocurren con cierta lógica, aunque parezcan azarosos. Primero construimos una serie de acciones. Es casi como un impulso, un instinto, una necesidad imperiosa. Solo eso, pequeñas acciones que nos producen felicidad; y mucho mas tarde, casi como en una revelación, se produce el sentido de esas acciones. Les ponemos nombre.

Con el tiempo entendí que en la historia de Buffy, había algo más que una buena historia, algo que me pasaba a mí. 

Primero quiero decir que siempre tuve una especial atracción por las historias fantásticas, maravillosas, o de ciencia ficción. Un cuento, una película o una novela que pudiera sacarme por un rato del mundo conocido me fascinaba.

Pero había más.

La protagonista, Buffy. Tan rubia y tan hegemónica, era inteligente, poderosa, decidida. Rompía con todas las reglas de lo que se esperaba de ella.

Y creo que yo quería ser un poco como ella.

Para esa chica la vida era demasiado difícil. Cargaba con una herencia ancestral que no podía rechazar y de la que tampoco podía escapar. Un legado que consistía en luchar contra un mal que siempre acechaba. 

Como casi todos los héroes y las heroínas, estaba sola. Había nacido con un poder único e intransferible, que la alejaba del resto del mundo. 

Así que su historia se puede contar en dos niveles, aunque no siempre muy distantes uno de otro. Por un lado su lucha contra vampiros y demonios, pero además, su lucha por vivir, paralelamente, una vida normal, rodeada de amigos, festejos, amores.

Había algo de su historia que me identificaba. Yo no era una heroína, claro, ni peleaba contra vampiros y demonios. Pero la vida a veces se me hacía difícil.

Si pienso en esos años me acuerdo de situaciones que hoy no podría sostener: ir, volver, correr. Ocuparme de mi mamá, de mi vida, de mi historia.

Y ahí andaba haciendo malabares entre las responsabilidades y las ganas de vivir. Porque si había algo que me sostenía eran las inmensas ganas de vivir.

Y las fondas, por supuesto. Mi hermana y sus cenas especiales, las charlas con mi primo, y Buffy.

Todo eso guardo en la memoria.

Quiero decir, en definitiva, que cualquier producción que un día llega a nosotros para comunicarnos, para contarnos algo, de alguna manera u otra va a ser reescrita con nuestra historia.

Cualquiera puede hacer este ejercicio. Elijan una canción, un cuento, una película que haya sido significativa en algún momento de sus historias, y empiecen a contar por qué es importante, qué pasaba entonces. Una guirnalda con varias capas se irá armando, hacia arriba y hacia abajo; una gran guirnalda en la que cada parte se entrelaza una con otra.

Así es mi historia con Buffy.

En los últimos años, Buffy la cazadora se convirtió en un símbolo del feminismo. Aunque su autor esté hoy bastante cuestionado, la serie tiene mucho de eso. Diálogos, historias, personajes que van por ese camino. No solo Buffy rompiendo estereotipos, sino también la historia de Xander cuestionando los mandatos de masculinidad, o la poderosa bruja Willow y su bellísima historia de amor con Tara.

Hoy, hilando más fino, también hay muchas críticas que empiezan a surgir en cuanto a sesgos racistas o discriminatorios. Aunque la serie cuestiona los prejuicios, los protagonistas son todos tan blancos y tan esbeltos que de alguna forma el mensaje se diluye. Un mal de la televisión de antaño. 

Pero como dije, en aquel momento, Buffy y la fonda, todo eso fue un pequeño mojón, un lugar en el que sentarse y descansar para después seguir.

En lo personal, me quedo muy especialmente, con el último capítulo, que tiene todo para ser un final y un comienzo. La cazadora abre el juego y bajo una poderosísima invocación de magia realizada por Willow, esparce su poder a todas las mujeres del mundo.

Todas nosotras dice, podremos tener poder si así lo deseamos.

Todas nosotras.

Tomar distancia y ver la oscuridad que por momentos hay a nuestro alrededor.

Valorar la fortaleza puesta en cada acción que nos acerca a la luz.

Entender, finalmente, que cada una de esas acciones siempre es compartida. 

Porque nunca se sale solo.

Siempre es con otros.

¿Estás preparada para ser fuerte?



Comentarios

  1. A veces siento que no estoy preparada para ser fuerte....otras veces si...,..lucho con mis fortalezas y con mis debilidades,siempre....
    Seguramente,tendré que ir a algún lugar,cómo"" LA FONDA"".....Hermoso relato,Clau!!!

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    1. No siempre podemos, claro, pero también para esos momentos las personas queridas nos sostienen. Abrazo!!!❤️

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  2. Aguante Buffy y punto.
    Como aguanten tantas series aplaudidas y cuestionadas que intentan reproducir fragmentos de lo que atravesamos todos en la vida (pérdidas, amores, felicidades, desilusiones, esperanzas, dolores, angustias, alegrías, ...), pero con un toque de humor o fantasmas o vampiros o zombies o dragones, para hacerlo más llevadero o más divertido.

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  3. La serie no la vi pero me quedo en La Fonda, esos lugares que nos abrazan cuando lo necesitamos. Un día, no podemos definir cuando se van diluyendo pero estuvieron ahí cuando más lo necesitamos y nos roban una sonrisa cuando lo recordamos.

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    1. Sí, y es maravilloso volver a ellos desde el recuerdo.❤️❤️

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