Regreso a la escuela

Llega febrero.

A partir del primero es y no es descanso.
Todavía no nos toca volver pero no se habla de otra cosa.
No son vacaciones, estamos en disponibilidad.

Los grupos de watsap despiertan del letargo y entonces he aquí la pregunta.

Esa pregunta.
Siempre la misma.

¿Cuándo tenemos que volver?

Los que tienen menos de veinte años este día y el resto este otro.

Ahí aparece la otra pregunta, igual de inevitable:

¿Hay que cumplir horario?

Las respuestas son variados: sí, según la escuela, no, no se debe cumplir horario.

Cumplir horario.

Si algún experto lingüista me explica cómo interpretar esa frase se lo agradeceré enormemente.

"Cumplir horario" es una frase extraña: se pueden cumplir metas, proyectos, objetivos; se puede cumplir un cronograma de trabajo, se cumple con actividades pautadas; se podría cumplir un deseo y una función. 

Cumplir con algo para obtener un beneficio, un resultado.

Pero cumplir horario, es definitivamente extraño.

Así arrancamos.
Todos los años es igual.


Nosotros y las paritarias


¿Cuánto debe ganar un maestro?

No conozco ninguna profesión, ningún oficio, ningún trabajo en el que toda la sociedad, los medios y los funcionarios políticos opinen acaloradamente acerca de cuál debería ser  sueldo de los trabajadores.

Excepto en la docencia.

Todos los que alguna vez pasaron por un aula, todos los que tienen o tuvieron un hijo, nieto o sobrino en edad escolar, en fin, todos, creen entender, conocer y sobre todo cuestionar nuestro trabajo.

Para muchos somos los que trabajamos cuatro horas, los que tenemos tres meses de vacaciones.
Soy bastante mala en matemáticas y quiza es por eso que esos cálculos nunca me cerraron.
Trabajamos mucho más que cuatro horas y definitivamente no tenemos tres meses de vacaciones.

Muchos de los planteos llegan por el lado de la comparación: ¿Si yo gano X por tantas horas de trabajo, cuánto deberían ganar ellos que trabajan mucho menos?

Y ahí nos invade la fantasía de poner a alguno de esos genios del cálculo en el centro de un aula y simplemente observar.

¿No preparó nada? ¿No trajo ningún material? ¿Cuál es la propuesta de esta clase? ¿Qué contenido va a trabajar y de qué manera?

Porque sucede que la docencia debe ser una de las pocas profesiones en las que el trabajo no se lleva a casa, sino que nuestra casa es la continuación del trabajo en la escuela. 

Porque ir a una escuela sin saber qué se va a hacer es prepararse para una jornada caótica.

Unidad, tema, actividad, materiales.
En el aula se entremezcla la planificación que preparamos con la improvisación de la práctica.

Es cierto que los que somos veteranos en la profesión tenemos ya algunas rutinas instauradas: este tema lo doy con tal texto, esto con estas actividades, etc.
Pero cada clase es nueva, única, y nos obliga a repensar y rearmar las estructuras. 
Por eso planificamos.

Claro que todo ese trabajo de planificación, todo ese trabajo no reconocido, debería realizarse en la escuela, en horario de trabajo y de manera paga.


Los villanos de la película

Cuando surge un debate, en cualquier ámbito, acerca de la docencia, en seguida aparece la frase: los docentes faltan mucho...

El tema del ausentismo docente es El tema.
Que si nuestro estatuto es demasiado flexible, que si el Estado debería ser más riguroso...

Los docentes tenemos un estatuto. No, no es perfecto, pero es una enorme conquista. El estatuto molesta porque es un límite. Y los explotadores no quieren saber de limites.

De todas formas, siempre hay nuevos mecanismos para vulnerar derechos: Fines, ATR, Forte. Nuevos nombres a nuevas formas de precarizar a los trabajadores.

Volviendo al ausentismo, quiero decir que es un tema que también se discute puertas adentro. Directivos, inspectores y los propios compañeros señalan con un enorme dedo acusador.

Parece ser que todos los problemas del sistema educativo residen en el ausentismo docente. No hay más.

Pero sí, hay más, mucho más.

El ausentismo docente es una consecuencia y no la causa de los males. 

Cuando en alguna reunión surge este tema siempre hago la misma prepregunta: ¿por qué creés que los docentes faltan? ¿Acaso se volvieron todos vagos de golpe, o hay algo más?

En principio quisiera resaltar un dato no menor. En la docencia la mayoría somos mujeres. En este mundo que vivimos los roles son desiguales. Violentamente desiguales; y somos las mujeres las que cuidamos. Hijos, padres. Cuidamos.

Yo misma antes de ser madre contaba con orgullo que apenas tenía una o dos faltas anuales. Pero cuando mi hijo nació, todo se complicó: enfermedades, accidentes, reuniones de padres, etc.

Hablemos también de las condiciones de trabajo. Hablemos de las condiciones edilicias, de las aulas rotas, sin puertas, sin ventanas, sin calefacción. 

Hablemos de la falta de contención, hablemos de todas las problemáticas que un docente enfrenta en el aula y tiene que resolver. Los chicos con sus realidades diversas, muchas veces hostiles, complejas ¿Cómo responder a situaciones de violencia? ¿Cómo contener? 

Hablemos de lo que necesitamos para garantizar nuestro trabajo. Hablemos de lo que falta: parejas pedagógicas, equipos de orientación pedagógica en todas las escuelas con la cantidad de personal acorde a la cantidad de alumnos de la institución.

Hablemos de la burocracia, del papeleo con el que se nos exige cumplir y que por lo general no tiene una finalidad pedagógica clara. Planillas, formularios, listados que no traducen ni por un momento lo que pasa en el aula.

Hablemos también de la falta de capacitación, de la falta de materiales, de la falta de políticas novedosas. Los docentes trabajamos en las escuelas casi como hace cien años. La misma estructura. Sólo que el mundo cambió.

Es interesante que toda esa energia con  la que se cuestiona a los docentes no se direccione nunca a los funcionarios, a los gobernantes.

Los mismos padres que se enojan con los maestros, deberían junto a los docentes cuestionar las políticas educativas y exigir mejoras en el sistema educativo.

A su vez, los medios de comunicación, formadores del sentido común, no suelen elaborar análisis agudos y filosos acerca del lugar que ocupa la educación en las políticas de los gobiernos. Tampoco realizan preguntas incómodas a los funcionarios acerca de las propuestas en educación. 

Todo esto no lo digo para justificar nada. No quiero justificar porque falto, si me enfermo o si podría ir a trabajar aunque me sienta mal.

Pero sí se trata de entender, de analizar.

¿Cuáles son las mejoras que se han hecho? ¿Cómo reubicar a la escuela en los nuevos tiempos?
¿Qué proyectos, qué cambios radicales? ¿Cuál es la revolución educativa en marcha?

Silencio...
El vacío, el abandono y el desinterés en la educación es el punto en el que todos los gobiernos se dan la mano.



Volver, con la frente marchita...


Quisiera decir que extraño la escuela.
Quisiera decir que quiero volver cuanto antes.
Cómo me gustaría decir eso.

Pero eso sería mentir.

Y yo no puedo mentir en este espacio que creé para decir lo que pienso de las cosas.

Hoy no deseo volver.

Volver a la escuela no me da alegría como antes de la pandemia.

El año pasado, con la pandemia y con un regreso forzado, sin las condiciones adecuadas, se acentúo lo que ya estaba mal.

La pandemia recrudeció lo que estaba lacerado.

Porque no nos engañemos, el covid no trajo nada que no estuviera ya en marcha: la contaminación, la incomunicación, la violencia. 
Todo estaba ahí.

Y la escuela no es la excepción. 
Al contrario, la pandemia dejó a la vista todas las fisuras de una estructura obsoleta atada con alambres.

De un lado y del otro de la grieta, el abandono a la escuela pública es la constante.

Antes, claro, también veía y cuestionaba muchas cosas.
Pero siempre encontraba, junto a mis compañeras, pequeños espacios por donde construir otras posibilidades que le daban sentido a nuestro trabajo diario.

Proyectos, actividades conjuntas, salidas, propuestas transversales. Aprendizajes diferentes. Todo eso que le daba alegría, emoción y sentido a nuestro trabajo.

Y quiero remarcar una y mil veces que todas las acciones novedosas, interesantes y atractivas que se generaban en las escuelas era a pesar del sistema, a tracción de las docentes.

Esas experiencias eran, sinceramente, lo que más placer me daba en el día a día.

Porque la docencia puede ser/ debería ser un encuentro de alegría con nuestros estudiantes.

Es cierto que nuestro trabajo tiene muchas responsabilidades, pero quiero ser honesta: los desafíos, la ruptura de estructuras, el intercambio con los chicos, todo eso puede ser/debería ser hermoso.

Nunca un día se parece a otro.
Trabajar con niños y adolescentes puede ser fascinante.

La docencia es divertida.
O lo era.
O debería serlo.

Todos mis textos tendrían que terminar de la misma manera:

No son ellos ni somos nosotros.
Es el sistema.



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Comentarios

  1. Perdón, pero no veo ninguna discusión sobre cumplir horario, ni sobre las paritarias, ni nada. Al contrario. Noto que a partir del 2020 no hay absolutamente ningún debate en la docencia.

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    Respuestas
    1. No estás en los grupos de watsap que estoy yo. Quizá no cómo quisiéramos, porque lo que no se está haciendo es problematizar nuestra práctica, pero es el tema que se está discutiendo ahora.

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