Creando redes

Tiempos de reencuentros.

Tiempos de abrazos, de conversaciones largas y de carcajadas cómplices.

Los encuentros con amigas.

Eso estuve haciendo. En las últimas semanas me estuve reencontrando con muchas de mis amigas. Las cotidianas, las de toda la vida.

Amigas.

Encuentros y reencuentros gratificantes, felices y sobre todo, energizantes.

Juntarnos con amigas es parte de un proceso de sanación que algunas comenzamos a recorrer no hace tanto.

De verdad. No quiero sonar cursi, pero qué me importa, lo digo y lo repito hasta el cansancio: Creo firmemente que juntarnos con otras mujeres, amigas, compañeras, es una acción absolutamente reparadora.

En estos años, especialmente desde el nacimiento de mi hijo, los lazos entre pares se volvió vital para mí. La solidaridad, la escucha, la contención, la complicidad que sentí hasta hoy, todo eso me resulta necesario para seguir adelante.

Y este fue un descubrimiento, una revelación casi. Crecí escuchando a varones, y especialmente a mujeres, hablar mal de las otras mujeres.

Falsas, problemáticas, competitivas.
Eso aprendimos que somos.

Y por supuesto, en muchas ocasiones, hemos actuado según lo aprendido, rivalizando, desconfiando de las otras, cuestionando.

Hemos visto en las otras mujeres a nuestras enemigas.


Las malas

Ya sé, no generalicemos. Hay mujeres con las que nunca tendremos ningún tipo de empatía, hay mujeres que nos desagradan hasta el extremo. Claro, como con cualquier persona, precisamente. Pero no por ser mujeres. No hay nada en el hecho de ser mujer que a priori pueda ser descalificado.

Quizás exagero, pero aquí van algunos comentarios que he escuchado alguna vez , y estoy segura de que ustedes también, comentarios dichos al pasar en boca de otras mujeres:

"Las mujeres son muy competitivas entre sí, muy jodidas".

"Yo con las otras mujeres nunca tuve mucha onda, me llevó mejor con los varones".

"Las mujeres se juntan y hablan boludeces: que la ropa, que si fulano está fuerte".

"Prefiero tener amigos varones porque puedo hablar de cualquier cosa".

Mujeres que hablan de "las mujeres" sin incluirse, dicen "son", en tercera persona.
Mujeres que cuestionan a otras mujeres, o que se burlan de ellas.

Mujeres que se jactan de estar a la par de los varones que las rodean.

Mujeres que cuestionan la frivolidad, la fragilidad, la bobada y la sumisión de las otras mujeres.

La verdad es que siempre me resultó antipático descubrir estas posturas, los comentarios y las valoraciones negativas de unas mujeres a otras.

A veces estas formas de accionar son tan obvias, tan alevosas que resultan chocantes. Pero si me pongo a escarbar en mi historia, no mucho eh, un poco más allá de la superficie no más, estoy segura de que voy a saber que yo, igual que otras, algunas veces, o muchas, jugué con las cartas del patriarcado. Y además me sentí orgullosa.

Cuando algún varón me dijo a modo de elogio: "vos no sos como las otras mujeres, con vos se puede hablar de cosas interesantes", o cuando algún otro se sorprendió de que pudiese levantar cosas pesadas "a pesar de ser mujer".

Me pregunto si aceptar este juego, y a veces construir proyectos propios a partir de estas estructuras que nos someten, es un acto de resistencia o de sometimiento.



Las revoltosas 


Dicen que dicen... que es muy difícil 
llegar a determinados espacios sin hacer uso de esas construcciones.

¿Cómo habrá sido antaño, este mundo, esta sociedad, para las mujeres que intentaron participar en espacios prohibidos?

¿Cómo habrá sido para Cecilia Grierson, la primera mujer que se recibió de doctora en argentina, allá por 1889? Pese a las objeciones de muchos, Cecilia se destacó como estudiante y como profesional. Se le permitió ejercer como ginecóloga y obstetra pero no como cirujana, solo por el hecho de ser mujer. Cuenta la historia que cuando se inscribió en la carrera de medicina, la anotaron  creyendo que se trataba de algún tipo de broma.

¿Y como habrá sido para  Julieta Lanteri? Creadora del partido feminista, Julieta fue la primera mujer que votó en Argentina, allá por 1911, cuando se presentó a
las elecciones municipales y
dejó en evidencia que la ley nada decía acerca de que las mujeres no pudieran votar. Posteriormente, y para evitar nuevas fisuras por donde las mujeres pudiesen colarse, el Concejo Deliberante porteño sancionó una ordenanza en la que se aclaraba que el empadronamiento era solo para quienes se hubiesen enrolado en el servicio militar. Así y todo, Julieta intentó enrolarse en distintos registros militares, pero fue rechazada.

¿Cómo fue para Alfonsina Storni? Esa mujer que en las primeras décadas del siglo veinte se animó a escribir poesías que para aquella época bordeaban lo obseno, que presentó una obra de teatro que duró tan solo tres en días en cartel y que la crítica cuestionó por ser poco femenina, que llevó adelante sola su maternidad y todo esto en un ambiente completa masculinizado?

Todas ellas fueron militantes que participaron activamente en la construcción de espacios para que las mujeres pudiesen reflexionar. Construyeron para sí y para las demás.

Pero seguramente estuvieron muy solas, y se supieron cuestionadas no sólo por los hombres sino por las mujeres que las rodeaban.

Seguramente desafiaron esas miradas en muchas ocasiones, tal como Alfonsina lo puso en palabras en La loba: "Yo soy como la loba.
Ando sola/ y me río del rebaño." aunque luego propone: "La que pueda seguirme que se venga conmigo./ Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo".

Ellas y tantas otras tuvieron que hacerse camino desde la soledad que provoca la incomprensión y el prejuicio. Las imagino avanzando sobre espacios socialmente masculinos, desafiando las miradas, los comentarios. 

Mujeres invadiendo espacios masculinos, en la política, en la literatura, cursando estudios universitarios, ejerciendo profesiones. A todas ellas, las imagino buscando la trampa, el error, buscando la fisura para poder meterse en aquellos espacios prohibidos. 

Yo creo que tuvieron tanto atrevimiento, tanta astucia y sobre todo tremendas convicciones para apropiarse de aquellas mismas herramientas simbólicas que las condicionaban.

Hay muchas conquistas que se las debemos, sin dudas.

El voto claro; el derecho a estudiar y a ejercer una profesión; el derecho a desarrollarnos intelectualmente.

Pero aún falta tanto...



Por más derechos para todas.  


Porque falta conquistar derechos, y porque no todas hoy podemos decidir de la misma forma.

Estudiar, ser profesionales, ser amas de casa, ser independientes, ser mamás, ser lo que sea que queramos ser.

No tenemos las mismas posibilidades de desear ni de elegir.

La realidad económica, social, política nos condiciona de maneras iguales en algunas cuestiones y diferentes en otras.

Por eso, necesitamos romper todo lo que está mal. Este mundo capitalista, patriarcal, estractivista, este mundo así, está mal.

En estos tiempos en los que la marea está un poco más calma, quizá demasiado silenciosa, necesitamos seguir creando redes, entramados que vayan de un lado al otro, tejidos invisibles que nos enlacen y que nos sostengan. 

Espacios que nos permitan encontrarnos, acompañarnos para seguir tejiendo juntas.
Sin competencias, sin cuestionamientos, sin desvalorizarnos.

Necesitamos destruir para construir algo distinto.

Sabemos que podemos porque hubo otras antes, y antes que ellas otras más.

Como dije al comienzo, creo firmemente que juntarnos con otras mujeres es una acción absolutamente reparadora y agregó, secretamente revolucionaria.



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gustó, por favor compartilo.



 

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