Otra vez la escuela pública

Boucher para estudiar dice uno, terminar con los paros dice el otro. 

La educación pública aparece entre los primeros temas que se discuten cada vez que hay un cimbronazo político. Ya sea una pandemia, un cambio de gobierno o simplemente la propuesta de un candidato.

A veces me sorprende por qué nunca se discute al mismo nivel sobre la salud pública, que ha sufrido abandonos y deteriores iguales o peores. Es raro encontrar en un debate televisivo opiniones acaloradas sobre el trabajo de las médicos y las enfermeras, sobre el presupuesto destinado a salud, sobre el estado de los hospitales. 

Sin embargo la educación pública es el tema que surge cada vez que hay que hablar de "lo que se viene" en términos políticos. 

¿Por qué la educación pública es tema principal en la agenda política? ¿Y sobre todo, por qué ese interés nunca se ve reflejado en la realidad diaria de la escuela?

Porque, seamos sinceros, ninguna gestión resolvió los problemas de desinversión ni tampoco se propuso un debate serio con todos los integrantes del sistema educativo para pensar nuevas formas de construir la escuela pública. 

Y si miramos las políticas educativas de los últimos años, todo gira en torno a sumar horas de clase, sumar días, evitar los paros.

Es que la escuela, además de educar, aloja, y me atrevería a decir que esa es la función que hoy verdaderamente importa al sistema político. 

Recientemente en un debate televisivo el candidato a presidente y actual ministro de economía, Sergio Massa, lo expresó con total claridad: "tengo la escuela pública, pero tengo 18 paros por año, 'me complicaste la vida, flaco; no tengo donde dejar a mi pibe’", dijo imitando lo que podría ser la voz de un padre preocupado. 

El mensaje es contundente. No se discute calidad educativa, sino el tiempo de permanencia de los niños en las instituciones. Tampoco se problematiza el motivo de los paros, el estado de las escuelas, la falta de elementos básicos.

La escuela pública es el lugar en el que los hijos de los trabajadores deben permanecer mientras sus padres trabajan. Eso es lo importante. 

Sería interesante que Massa, y cualquier funcionario, planteara las condiciones necesarias para que los docentes no tengan que hacer paro.

Por otro lado, los comentarios del candidato por La libertad avanza, Javier Milei. En su discurso la escuela aparece como una mercancía que las familias, en tanto público consumidor, podrán elegir según sus intereses. Así, las escuelas públicas recibirán los famosos Boucher, una nueva forma de acrecentar las desigualdades y de deslindar al estado la función de igualar.

¿Qué pasaría con las escuelas rurales, que tienen poco alumnado? ¿Y las escuela que están en zonas desfavorables, aquellas que precisan una mayor atención?

La escuela pública es una fábrica que debe producir estudiantes recibidos. Cantidad equivalente a calidad. Casi la biblia liberal.

Para muestra un botón y entonces aparece el recuerdo de la gobernación de Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Mauricio Macri. Para quienes somos educadores fue sentir el filo de la guadaña zumbando a nuestro lado.

El cierre de las escuelas del Delta, más la desaparición de cientos de cursos en diferentes escuelas de la provincia, la eliminación de los Cens, y tantas otras medidas que apuntaban a la misma dirección que apunta Milei: la escuela pública que sirve es la escuela sobrepoblada, la que "revienta" de alumnos. La que se sabe vender.

Lo que está por detrás, es un arancelamiento de la educación. 

Lo dramático de estas medidas es que cada vez que un gobierno neoliberal cercena parte de nuestro patrimonio público, el daño que produce nunca se subsana completamente, por más popular que sea el gobierno siguiente ¿Alguien recuerda la frase "ramal que para, ramal que cierra" del ex presidente Carlos Menem ? Y los trenes dejaron de pasar por cientos de pueblos.

Políticas de saqueo.

Fue precisamente durante la gestión de Menen que  la educación pública sufrió el golpe más certero. La Ley Federal de educación. Muchos comenzamos a transitar la docencia por aquellos años, cuando las escuelas secundarias se desmembraron, cuando la palabra "obligatoria" se convirtió en una excusa para amontonar chicos, sin proveer a las instituciones de ninguna herramienta para resolver situaciones. 

Hoy escuchamos al candidato de ultra derecha, y los ecos de aquella farsa educativa de la que aún quedan huellas, vuelven a nosotros.

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Como docente, como militante y como mamá de escuela pública, yo sé lo que quiero.

Quiero una escuela pública tecnológica, científica, artística, una escuela en la que el conocimiento circule, se cuestione, se construya.

La realidad es que cada día transito una escuela que está muy lejos de esa realidad. Techos que se caen a pedazos, aulas que se llueven, aulas sin puertas, estufas rotas. 

Y acá hay otra cuestión. Muchísimos colegas que trabajan en escuela pública eligen la escuela privadas para sus hijos.

¿Y yo?

¿Por qué me quedo? ¿Como mamá, por qué me quedo? ¿Por qué elijo la escuela pública?

¿Acaso somos malos padres? ¿O quizás no nos esforzamos lo suficiente?

La verdad es que elegir la escuela pública para mí no amerita ninguna duda, ningún conflicto. Crecí y me formé en la educación pública y estoy muy orgullosa de mi formación. 

Y si miro para atrás lo encuentro a mi viejo, participando activamente en la cooperadora de la escuela primaria. Seguramente desde aquellos tiempos aprendí el significado del trabajo cooperativo. De los festivales y las rifas y el trabajo solidario de padres, madres y docentes. 

Ya escribí muchísimo sobre todo lo que valoro de la escuela pública. La escuela pública es heterogénea, abierta a todos, cooperativa. 

No se me ocurriría otro lugar para mi hijo. No quisiera ninguna escuela de uniforme y cuota de membresía. No es lo que quiero para él. 

Desde que soy mamá, participé en innumerables debates sobre estos temas, y algunas veces tuve discusiones realmente acalorados. Con el tiempo aprendí a no enojarme con las decisiones ajenas y también a no permitir que mis decisiones sean objeto de discusión. 

Pero eso no significa que no tenga una opinión formada.

Creo qué hay algo de pensamiento mágico en esto de elegir la escuela privada. Algo así como creer que el hecho de pagar una cuota garantizará una educación exitosa para los niños. Pagar una cuota, así me lo han dicho, es invertir en el futuro de un hijo.
La escuela empresa.

En esa premisa el éxito siempre se relaciona con las posibilidades económicas y no con otras variantes como la realización personal.

La otra cuestión es pensarme como parte de la clase trabajadora y no, como alguna vez quise creer, de la clase media. Podría trabajar tres turnos y pagar una escuela privada, pero la simple realidad es que mi ingreso económico depende únicamente de mi trabajo y si doblego mi esfuerzo renuncio a mi tiempo de calidad para mí y para mi hijo.

Y es precisamente como trabajadora que defiendo la existencia de la escuela pública, ese ámbito en el que espero que mi hijo aprenda ciertos conocimientos pero también que aprenda a tener amigos, que respete a los otros, que sea solidario y sobre todo que entienda que hay espacios en los que todos merecemos estar, y uno de ellos es la escuela.

Eso no significa que me conforme. Esta no es la escuela pública que quiero para él ni para mis estudiantes, pero mucho menos quiero una escuela privada.
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"Las condiciones de enseñanza son las condiciones de aprendizaje", algo así decíamos en Resistencia Colectiva, la agrupación docente que me ayudó a construir mi mirada sobre la escuela.

No puede haber calidad educativa si tenemos frío o si el techo se llueve.

Lo más dramático es que mientras peleamos por estos reclamos tan básicos, no podemos profundizar en lo que de verdad nos importa.
Porque quienes tenemos un compromiso con la educación pública sabemos que el verdadero  problema no son los paros ni la baja matrícula.
 
La cuestión es mucho más profunda. 

Mientras peleamos para mejorar las condiciones de trabajo, la verdadera grieta se acrecienta.

La verdadera grieta: Quienes ostentan el saber y a quienes se les niega.

La problemática que subyace en toda esta discusión es acerca de la circulación del conocimiento. 

¿Para qué sirve el conocimiento? ¿Quiénes son los poseedores de los saberes? ¿Cómo se distribuye el conocimiento? ¿Quién lo distribuye?

El conocimiento es una herramienta de liberación, siempre. Por eso lo que verdaderamente debería estar en discusión es qué modelo educativo queremos construir y para quienes. 

Por el momento ni los sindicatos ni los funcionarios parecen interesarse en proponer una discusión acerca del atraso de la estructura escolar y de los contenidos de la escuela actual. Y los docentes, tristemente, estamos ocupados exigiendo que los techos no se caigan o que las estufas funcionen.

¿Qué escuela pública queremos construir? ¿Una escuela guardería para pobres o una escuela en la que circule el conocimiento?

Mientras los candidatos no pongan estas cuestiones en sus agendas, entre ellos y nosotros habrá una enorme distancia. 



Comentarios

  1. Excelente Claudi,gracias por abrir la charla sobre estas cuestiones

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  2. Impecable Clau, comparto cada palabra. Si tuviera que volver a elegir, elijo la escuela pública por su esencia. Los que deciden sobre ella están a un abismo de distancia 🥴

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  3. Es que la escuela es un símbolo directo del Estado y la nacion, tal vez uno de las instituciones que más representa al estado, como en su momento fueron los trenes o el correo. Luego de años y años de ataque neoliberal, para ellos es como un deporte más pegarle a la educación publica, sacan chapa de neoliberales haciéndolo: solo se plantean quien puede ajustarla más, quien puede achicarla más, quien puede llevarla a su desaparición (baucher), etc. De la mayoría de la clase media tampoco se puede esperar nada porque solo buscan seguir los pasos de los dominantes, son como un imitador de bajo presupuesto y sin talento propio. Mientras no les toquen su bolsillo, no van a mirar hacía abajo, solo hacia arriba. Solo miran a lo que aspiran ser, pero nunca serán realmente.

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  4. En la escuela pública aprendí que cada casa tiene una realidad diferente. Empatía, conocimiento de mundo, contexto. Lo que no te pueden enseñar en un colegio privado, adentro de un country, hablando en inglés.

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