Barbie: salir de la caja rosa.

Advertencia 1: este posteo tiene spoilers, muchos. Si viste la película, si no la pensás ver, si la pensás ver pero te importa un pepino que te adelanten algo, este posteo es para vos.

Advertencia 2: a lo largo de este posteo he intercalado párrafos que comienzan con la palabra "Pensamiento" y se trata, efectivamente,  de los pensamientos que fueron apareciendo mientras veía la película. 

_______

Y un día llegaron las Barbies. 

Un día las niñas empezaron a jugar con otras muñecas, diferentes; muñecas que no eran bebotas sino mujeres esbeltas, bellezas colosales.

Así comienza la película. La aparición de Barbie como ese juguete que rompía con la lógica de los juegos maternales.

Primer pensamiento: cuando era chica no tuve una Barbie, pero sí una Sindy, bastante parecida, y su pareja no fue un Ken, sino un cosaco que mis viejos habían traído de su viaje a la URSS. Recuerdo bien cuando dejé de jugar a la mamá para empezar a inventar historias entre estos dos personajes. Se enamoraban, se coqueteaban, salían, se besaban, se abrazaban y se acariciaban. Tenía 11 años y sería justo decir que con mi Sindy descubrí los primeros juegos eróticos.

Vuelvo a Barbie. El mundo Barbie. Un mundo de fantasías rosas. Dulce, amigable, perfecto. Cada espléndido día se parece al anterior, todo se repite. Algo así como el Show de Truman sólo que en una versión absolutamente femenina y muy muy pero muy rosa. Hay tanto rosa fucsia chicle que duele a la vista.

El mundo de las Barbies es impoluto y sin violencias. Un mundo en el que las mujeres gobiernan, ganan premios, construyen y los hombres, casi invisibles, simplemente acompañan. Todo de mentira claro, porque todas estas muñequitas son parte de un juego.

Pero una noche de chicas, con baile y risas, todo cambia. Barbie piensa en la muerte. La idea se instala y la sonrisa perfecta comienza a desarmarse.

¿Cómo se sigue cuando esos pensamientos se aferran a nosotros con tanta fuerza?

Segundo pensamiento: Esa pregunta me está dando vueltas, igual que a Barbie, desde hace un par de años. La pandemia seguramente, la menopausia, haber cruzado los cincuenta, no lo sé. Quizás todo junto.

Claro que la bella Barbie no sufre ninguno de estos problemas. Sin embargo ahora empieza a sentirlos. A partir de ese momento nada está bien en su mundo. 

Tercer pensamiento: Como le ocurre al protagonista de La Náusea, de pronto nada tiene sentido. La fantasía está rota. Como diría Charly, "la sal no sala y el azúcar no endulza".

Barbie pide ayuda a sus amigas y estas le proponen que visite a la "Barbie rarita".

Cuarto pensamiento: Barbie rarita, esa que fue rayada, pintarrajeada y cuyo cabello fue cercenado desprolijamente ¿quién no tuvo alguna muñeca así? Cuando era pequeña, mis muñecas sufrieron esos maltratos. Creo que ese accionar echa por tierra la idea absurda de que la maternidad es parte de nuestra naturaleza femenina. Más tarde, aprendí a jugar a la mamá (recalco el concepto de aprendizaje en tanto aprendizaje social) y así empecé a cuidar a mis muñecas y ya no tuve más raritas.

En la casa "bizarra" de la Barbie rarita, esta le habla de ese otro mundo, en el que viven las niñas que juegan con ellas, ya que todas las Barbies son, en definitiva, juguetes de alguien que está jugando.

Quinto pensamiento: ¿Y si en definitiva todos somos juguetes de alguien más? Muy Borgeano el asunto.

En fin, con divertidas alusiones a Matrix, Barbie, junto a Ken, llega al mundo real y ahí esa bella muñeca de cuerpo exuberante y ropa de colores estridentes, comprende que el mundo real no es lo que esperaba.

Pero sí lo que nosotras, las mujeres reales conocemos de memoria. Y padecemos cada día.

Los hombres la miran de una manera que la incomoda y las palabras que dicen no son bellas sino brutales. Barbie no sabe cómo describir lo que siente, pero sabe que está mal. Siente eso que llamamos "cosificación", una palabra usada en exceso hasta el punto de banalizarla, pero que es muy concreta si la vivimos en carne propia.

Sexto pensamiento: tengo el registro de haber crecido escuchando esos "piropos" desde mi adolescencia y hasta ser adulta; de haberlos aceptado de tal forma que me resultaba imprescindible escucharlos cuando salía, para reafirmar mi encanto, mi belleza. Mi autoestima en definitiva dependía de ellos. Era verdaderamente incómodo y hasta intimidante, pero imprescindible. Si no ocurría significaba que estaba fuera del juego.

Sin embargo, recuerdo exactamente, el día que esa cosificación me hizo ruido. Tenía 16 años aproximadamente y fue en la puerta de un boliche. Muchas veces había sentido las miradas lascivas en esas situaciones pero esa vez había algo diferente. Ese tarde había estado en el taller literario al que iba desde hacía años y mis compañeros habían elogiado mucho un texto nuevo del que estaba muy orgullosa. De allí fui directamente al boliche a encontrarme con amigas. Cuando llegué, las miradas de los chicos que pasaban, los ojos recorriendo descaradamente nuestros cuerpos de arriba hacia abajo, me sobresaltó. Esa vez hubo ruido en mi mente. Mientras me sentía invadida por miradas que sopesaban mis "atributos" pensé: "Pero yo escribí un gran cuento hoy". Supongo que sentí que mis ideas y mis emociones desaparecían bajo esas miradas. Ese era el ruido y lo entendí muchos años después. 

Volvamos a Barbie. El mundo real le muestra la verdad. Los hombres ocupan prácticamente todos los espacios. Gobiernan, administran, construyen. Es maravillosa la actuación de Will Ferrell, advirtiéndole a Barbie que son una empresa totalmente antimachista ya que una vez tuvieron una gerente mujer, allá por los '90 y el remate "yo tengo un amigo judío" es genial. Pero la hora de la verdad llega cuando le piden a Barbie que ingrese a la caja enorme que allí la espera para así regresarla a su mundo.

Séptimo pensamiento: ¿Alguien recuerda el programa "Sábado Bus", de Nicolás Repetto, en el que invitaba a un grupo de figuras conocidas para entrevistarlas? Siempre había una invitada "bomba" que participaba en una sección especial, la de la muñeca, en la que la chica en cuestión era lookeada para convertirse en "Barbie" y finalmente era colocada en una caja muy rosa tamaño gigante. En una ocasión fue invitada la jugadora de Las Leonas, Luciana Aymar. Previamente, la producción del programa le había propuesto ser la muñeca de ese día, pero ella se había negado rotundamente. Sin embargo, Repetto la sorprendió en vivo y le pidió que hiciera al menos la parte de la caja. La Leona, visiblemente confundida, se negó una y varias veces, hasta que finalmente, con notoria incomodidad, accedió. Más tarde, en las redes, compartió su disgusto. No fue hace tanto, fue en 2011.

No ser muñecas. Negarse a entrar a la caja. Escapar de la caja. Mientras escribo me viene a la mente Nora, la protagonista de Casa de muñecas. También escapa.

En fin, continúo con el viaje de Barbie. Cuando  regresa a su mundo encuentra todo dado vuelta. Al parecer, en su visita al mundo real, Ken aprendió algunas cuestiones básicas sobre el patriarcado y todo lo aprendido lo llevó a la práctica junto a los otros muñecos. Ahora el mundo de Barbie es el mundo de Ken, un espejo algo tosco del mundo real. Mujeres serviciales y sumisas y exacerbación de la fortaleza masculina. Mucha testosterona.

Octavo pensamiento: imposible, incluso desde la ficción, pensar esta posibilidad. El mundo de Barbie es netamente femenino porque el consumo de la fantasía siempre está pensado para nosotras. El mundo rosa de Barbie para las niñas, las películas románticas para las adultas. Algo así como un somnífero edulcorado.

Luego, un maravilloso monólogo de Gloria que arranca el aplauso de la concurrencia y a mí me saca lágrimas aunque me resista.

 Y finalmente, las Barbies actúan y los hombres se enredan en una guerra absurda. Claramente las guerras son construcciones masculinas. En la vida real, la guerra siempre es territorial, nunca es absurda. Van por algo que quieren poseer y siempre es por la fuerza.

La película muestra que este mundo patriarcal también daña a los hombres. Aunque todo ese planteo me parece algo endeble, no porque no sea cierto, sino porque parece estar allí más por complacencia que por necesidad del relato.

Pensamiento final: Aquí me detengo. En el final me queda una sensación de gusto a poco, de algo que no se termina de decir, que se dice a medias. El mundo rosa nunca se cuestiona, y al final de la película el sistema es el mismo. Al final nada cambia en el mundo real.

¿Y qué esperabas? Me digo a mí misma. Después de todo es una película sobre Barbie, es Mattel.

No tiene porque ir hasta el fondo, supongo. Es sólo una película. Pero eso sí, es una película muy divertida, muy atractiva y llena de guiños. 

No es excesivamente crítica y claramente es excesivamente rosa. Eso hace que verla sea incómodo, y que por momentos nos preguntemos qué hacemos ahí.

Y eso también está bueno.

Claro que no nos olvidamos que es Mattel quien la produce. Es industria, es show, y si vende, a quién le importa qué cuestione la película. 

Todo eso es verdad.

Pero también es verdad que su directora, Greta Gerwig, ha utilizando las herramientas que tiene a su disposición, para contar otra parte de la historia, para resignificar mucho de lo que ya conocíamos.

Pienso, mientras escribo,  que quizás es un poco lo que hacemos las docentes en el aula ¿No es la escuela acaso una institución creada para ejercer el control sobre los ciudadanos? ¿No somos los docentes agentes de esa institución?

¿Y no somos también nosotros, los docentes, quienes tenemos la posibilidad de construir espacios de reflexión para generar pensamientos críticos en nuestros estudiantes, espacios que permiten cuestionar el mismo control que la institución ejerce?

Apropiarnos de las herramientas y usarlas de manera inteligente, astuta. De eso se trata.

En estos últimos años post pandémicos los pañuelos verdes están guardados, la marea está demasiado serena y la lógica mediática ha instalado la fantasía de que las feminazis han tomado el poder y que los hombres ya no tienen ni siquiera la libertad de expresarse. 

En ese contexto me parece valioso que una película tan masiva nos advierta que todo eso no es cierto, que el mundo sigue estando en manos de los hombres y que sigue siendo injusto, violento y desigual.

Nada más. Es sólo cine.

Después, la realidad, como siempre, está en nuestras manos.




Comentarios

  1. Debe ser el mundo demasiado rosa lo que me ponía incomoda. No sé. Quizás que soy del mundo de las otras muñecas y ser madre era lo más y lo sigue siendo.
    No me gustaron ninguno de los tresundos; ni el de Barbie, ni el de los Kent y por supuesto tampoco el nuestro.
    Me quedé pensando en lo burdo, en la buena idea de la estética Barbie. La batalla de los Kent fue formidable, la entrada de Barbie y Kent al mundo humano, fu lo más y por supuesto el monologo de gloria un golpe bajo... Gracias Clau, desde Mina Clavero tu tocaya

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    1. A mí tampoco me gustaron los tres mundos que se presentan. Sí, es incómoda, pero es interesante todo lo que genera. Gracias Clau! Disfrutá mucho!

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  2. A mí me hizo gracia la gente diciendo que iba a ir al cine vestida de rosa (gente grande) ¡copadísima con la idea de disfrazarse!
    Muy interesante cómo la película apela a dos tipos de público, pero no se puede quedar bien con todos.

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  3. Yo fui de verde!!! Pero me parece genial que cada cual vaya vestido como quiera!

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