Pensar en ellos

 _ ¿Y qué quiere? ¿Que no me defienda? Si ella me viene a pegar yo me voy a defender_ me explica.

_ ¿Pero por qué  te vino a pegar? _pregunto.

_ No sé, me dijo que hablé mal de ella.

_ ¿Y vos habías hablado mal de ella?

 Me mira y una leve sonrisa aparece en su rostro.

_ No soy la única profe.

No. No es la única.

Conversaciones como esta se repiten una y otra vez. Casi todas tienen frases parecidas: "él empezó", ""me miró mal", "se metió con mi mamá", "me insultó", "miró a mi novio", "le pegó a mi hermana".

Una palabra, una mirada, un rumor y de un momento  a otro se produce un conflicto. Últimamente así está el clima en la escuela. En las escuelas, porque mis colegas cuentan que en sus escuelas ocurren hechos similares.

¿Cómo se sigue?

Lo pregunto con honestidad, a sabiendas de todas las críticas que llueven sobre los docentes cuando surgen hechos de violencia en las aulas.

La sociedad, la misma que habitualmente desvaloriza nuestra tarea, la misma que nos mira con desprecio, de pronto espera de nosotros que sepamos qué hacer y cómo resolver todas estas situaciones.

Yo no sé.

¿Cómo se sigue?

¿Estamos preparados para resolver esto que está sucediendo? 

No me refiero a una simple pelea de estudiantes, sino a todo lo que crece y se entreteje por debajo, ese entramado de violencia que late y se expande hasta hacer daño.

¿Qué les pasa? ¿De dónde viene ese enojo?

Hace un tiempo atrás, en otro posteo, escribí una reflexión acerca de este regreso a la presencialidad plena tan poco elaborado y tan poco cuidado. Pensaba que una tragedia mundial tan terrible como es una pandemia no pasa sin dejar marcas. Pensaba que en muchas familias la economía se destruyó por completo. Pensaba que hubo chicos que perdieron familia, que algunos no pudieron levantarse de la cama durante la cuarentena, que muchos tuvieron retrocesos cognitivos, emocionales, físicos.

Pensaba, en definitiva, que era absurdo regresar a la presencialidad absoluta como si nunca hubiera pasado nada, sin una propuesta clara y contundente para trabajar en todas las escuelas públicas.

Y no se trata de la actividad que tal o cuál escuela haya propuesto hacer de manera aislada, o lo que un docente haya conversado con sus estudiantes.

Estoy diciendo que desde las políticas educativas no se construyó un regreso para cuidar a los chicos. Y a esta altura de mi carrera, me es imposible creer que se equivocaron, que no se dieron cuenta. 

No son errores, son decisiones políticas.

Volvimos a escuelas destruidas, maltratadas, desprovistas de todo.

Agregar horas de clase, cumplir con los ciento ochenta días. Estas son las propuestas que desde el Ministerio de educación nos indican.  

Propuestas vacías de contenido, sin inversiones, sin ninguna novedad pedagógica.

Y mientras tanto, las situaciones de violencia estallan por todas partes. 

Violencia de injusticia, de no ser escuchados, de impotencia.

Rabia que sale por dónde puede.

Y entonces las escuelas, de manera aislada, ponen en marcha todas las herramientas de las que disponen.

Consejos de convivencia, equipos de orientación, charlas en el aula, actividades especiales.

¿Sirven acaso esas herramientas para hacer frente a esta realidad enorme?

Esa pregunta me viene dando vueltas.

¿Es posible, en este sistema político, resolver desde la escuela las heridas que el propio sistema genera?

¿Cuánto podemos contener, canalizar, trabajar, sostener?

La única respuesta que nos guía como autómatas es "pensemos en los chicos".

Porque queremos que los chicos estén bien. Queremos que, pese a todo lo que pasa, puedan educarse, estudiar, aprender. Queremos que tengan la posibilidad de conocer para construir otro mundo, uno mejor que este.

Pero nuestras herramientas son pobres y no alcanzan. 

No llegan.

No llegan a la chica a la que insultaron ni a la que se defendió, no llegan al que miró mal o al que ofendió a la hermana.

No llegan.

Nuestros mensajes flotan en el vació. La escuela se convierte en una cáscara que recubre la mentira de la educación inclusiva.

En otro posteo hablé de la escuela pública que sueño. Novedosa, creativa, tecnológica. Una escuela que contenga nuevas posibilidades, ideas diferentes. Salir del aula, construir talleres, construir espacios de expresión.

Pero esta escuela, seguramente, no será en este tiempo ni en este sistema. No será ahora, pero estoy segura que algún día será.

Quizá sean ellos los que puedan construirla,  en una vida más justa, en un mundo para todos.

Pensar en ellos, en la rabia, en el enojo, en lo que no es.

Hoy la escuela me enseña tristeza y dolor.


Caminando por la escuela, bajé la vista y me encontré con este dibujo. Estaba tirado en las escalinatas de la escuela. Pido perdón a su autor, si alguna vez lee esto, por haberlo rescatado.





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Comentarios

  1. Es el reflejo de la violencia que se vive en el mundo. Genera mucha impotencia en los docentes. La empatía el cariño y el buen trato de los adultos, produce grandes cambios.

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