A rodar y a rodar mi vida
"El lunes empecé patín. Y estoy feliz, con esa felicidad que se te mete adentro y rebalsa por toda tu cara.
Hacía rato que andaba con ganas, y Silvana me dio un empujón. Así que fui hasta la baulera y desempolvé mis viejos patines Leccece. Fer los ajustó y me los puse. Empecé a hacer equilibrio, apenas, sobre el parquet.
Fer dice que mi cara era la de una nena de diez años, y yo vi, de verdad, en el fondo de su mirada, que miraba a una nena de diez años.
Yo creía que mi infancia había sido una verdadera cagada. De verdad. Siempre que me acuerdo es un bajón y agradezco estar aquí y ahora, dónde y cómo yo estoy eligiendo.
Pero con los patines es diferente la cosa… porque la pasaba muy muy bien: la calle, la vereda de cemento lisito del almacén mayorista de Toto, que iba bien en bajadita, el viento en la cara, la velocidad, la risa. Y la barrita de chicas que salíamos a andar en patines y los varones que andaban en bici. Estaba bueno…
Se lo conté a mi hermana: la muy malvada me dijo que muere por ir a verme y divertirse un poco.
Le conté a mis alumnos: la sola imagen de una profesora, con sus cuarenta años a cuesta (me faltan unos meses para los cuarenta pero a ellos qué les importa) subida a un par de patines, flameando brazos y piernas como dibujito animado fue demasiado. Se mataron de risa.
No importa. Yo me subí a mis patines y empecé a dar vueltas, y más vueltas, y mientras el cuerpo empezaba a recordar, a perder el miedo (Cuántos miedos coleccionamos de adultos) me preguntaba por qué carajo esperé tantos años para hacer algo que me da tanto placer.
Y… seguramente me atrapó la vida. Primero la adolescencia, después la juventud, la adultez, y las prioridades fueron otras.
Lo digo sin lamentos ni fatalismos. Creo que es así de simple. Uno elige. Lo que pasa es que a veces te olvidás de elegir algunas cosas, que quedan ahí, dando vueltas. Supongo que por alguna razón tiré tantas cosas, regalé tantas otras, pero mis patines quedaron guardados en una bolsa de recuerdo inútiles y felices en la baulera…
Porque digo, no se trata de asignaturas pendientes, ni de etapas no vividas, ni nada de eso. Nadie espera ser una gran patinadora, ni la fama, ni nada.
Pero qué bueno reencontrase con viejas diversiones, volver a disfrutar, pero no como antes, desde el recuerdo, sino como ahora, desde mi edad y mi historia. Es, me parece, la esencia misma de la felicidad…
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