El cuerpo

Estas parada frente a un espejo y mirás tu cuerpo. Te pones de frente, te pones de perfil, tratas de esconder la panza durante un rato, hasta que la respiración contenida explota en una exhalación en tu boca, y tu panza vuelve a liberarse de la opresión.

No te gusta tu cuerpo. No te gusta mirarte.

Antes sí, cuando tu piel era elástica, cuando tus senos se erguían pequeños y firmes, cuando tus piernas eran sólidas, atléticas.

Antes.

Cuándo fue antes?

Cuándo pasó eso?

Cuándo fue que verdaderamente amaste ese cuerpo? 

Cuándo...?

Algún retazo de recuerdo, una vieja sensación. No alcanza.

No te hagas trampa, esto es en serio. No se trata de un instante, sino de un tiempo real.

Es que, si lo pensas un poco, es probable que tu cuerpo, ese cuerpo que ahora añoras nostálgicamente, no sea realmente tu propio cuerpo. Quizás sea el cuerpo de alguna modelo. Sí, exactamente. Una bella modelo que vende en alguna revista la ilusión de poseer algo tan hermoso como esos jeans, aquel perfume, esos zapatos y hasta su mismísimo e impactante cuerpo.

Pero tu cuerpo nunca fue como el de las modelos. Más joven, si. Más firme, y elástico, seguro. Pero imperfecto. Tremendamente imperfecto: celulitis, estrías, piernas demasiado flacas, o demasiado gordas.

Y ahora, además, está envejeciendo.

Probaste y seguís probando todas las cremas que te recomiendan: reafirmante, anticelulitis, reconstituyentes.

Pero la piel envejece igual, y es un hecho.

Tu piel, siempre fue una preocupación.

Pero ahora te acordás cuando tus amigas te decían, muertas de risa, que el mejor tratamiento para tu piel era estar enomarada. Vos también te reías.

Era cierto.

Cuando te enamorabas tu piel resplandecía, se llenaba de luz.

Como ahora que te acordás y sonreís otra vez, porque seguís enamorada.

Mirás tu panza. Entonces pensas que quizás una faja sea la solución. Fajar esa panza rolliza, ese vientre abultado y fofo.

Sí, una faja va a ser lo mejor.

Mirá que probaste ir al gimnasio, hacer dietas, pero sos tan inconstante!

Y más después de haber tenido a los chicos. Ahí si, hacer dieta y encontrar un tiempo para hacer gimnasia fue imposible.

Ahora volvés a mirar tu panza con un poco, sólo un poco más de benevolencia. No está tan mal. Después de todo tuviste dos chicos.

Te parás firme, seria mientras una vez más mirás tu reflejo.

Tuviste más que eso. 

Repasás, estás rememorando. Te estás acordando y otra vez tu cuerpo se llena de historia y de luz. 

Porque en verdad, no existe un centímetro de tu cuerpo que no sepa del dolor, del amor.

Besaste, acariciaste. Te golpearon, te abrazaron.

Te amaron.

Amores y dolores que quedaron para siempre en la memoria eterna de tu piel.

Caricias que sentiste y caricias que vendrán.

Besos y amores.

Y dolores también, el equipaje completo.

Hay una vida, una vida llena de piel, una vida atrapada y abrazada con todo tu cuepo.

El cuerpo, tu cuerpo lo siente todo.

Tu bello cuerpo.

Hermoso, efímero, intenso.

Tuyo.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Una soledad propia

Como sapo de otro pozo

La alegría es un derecho

Yo, docente

Cien años de amor

Hasta siempre Rafa. La voz y el alma.

Araceli

Pedacitos de poesía

El vulgar irreverente

Territorio: donde nombro al recuerdo