El maltratador

Hace mucho tiempo trabajé en una escuela privada, en la que, durante tres años, di el taller de periodismo radial y el taller de periodismo televisivo.

El día que entré a la escuela por primera vez y tuve la entrevista, me recibieron con los brazos abiertos. Por un lado yo contaba con mi título de Periodista recibida en TEA; más los títulos de Profesora y Licenciada en Letras de la UBA, todo eso me otorgaba cierto prestigio y, sinceramente, me enorgullecía.

Hasta ese momento yo había trabajado algunos años como profesora de lengua y literatura en escuelas públicas y además había realizado alguna breve experiencia en el mundo del periodismo. Pero esta era la primera vez que podía conjugar en una misma actividad mis dos pasiones: el periodismo y la docencia. 

Y sí, claro, estaba feliz.

Unos días antes de empezar a trabajar me presentaron a mi colega, quién enseñaría a otro grupo la parte técnica: cámaras, consola, etc. Ambos, me explicaron, cada uno en su espacio, debíamos ser una suerte de equipo y complementarnos para lograr el producto final: un programa realizado por los chicos.

Mi colega era un señor más grande que yo, aunque no puedo precisar cuánto más. Él no era docente pero conocía la cuestión de la técnica. Cuando nos conocimos, conversamos bastante y acordamos alguna estructura de trabajo. En ese momento, recuerdo, me dio la impresión de ser, quizás, un poco pedante y altanero, y tal vez me pareció que se refería a las docentes con cierta displicencia. En fin, mientras supiese su trabajo y nos entendiéramos, iba a estar todo bien.

Pero no nos entendimos.

Y lógicamente, nada, absolutamente nada estuvo bien.

Lo que al principio fue una sensación de incomodidad se fue transformando, inexorablemente, en un claro hostigamiento.

Este señor, durante cada clase, se dedicó a cuestionar y contradecir cada una de mis ideas y de mis acciones pedagógicas frente a los estudiantes y a los directivos. Me criticaba y me boicoteaba permanentemente. Cada día era algo nuevo: yo no servía para nada, yo no sabía nada. Y algo fundamental: él podía hacer su trabajo y el mío, y mucho mejor, porque seguro, él, sabía más que yo.

Durante esos años, cada vez que logré abstraerme de ese entorno nocivo, pasaron cosas geniales: un par de veces fuimos a ver algún programa en vivo, otras recibimos a algún  invitado en la escuela. Y sobre todo estaban los programas de los chicos, que eran cada vez más interesantes y que los disfrutaba un montón. 

Pero también en ese mismo tiempo, viví momentos muy oscuros: maltrato laboral, desvalorización de mi trabajo, calumnias, chismes y tanto más.

Trabajé así, al límite de la exasperación, durante tres años dificilísimos, tres años en los que por muchos momentos dudé de mi capacidad. Si habré dedicado horas de terapia a hablar de esto!

Hasta qué finalmente renuncié.

Me enteré, tiempo después, que para mi reemplazo habían elegido a un varón y entonces, al parecer, las aguas se habían calmado.

Después, la vida me fue llevando por caminos nuevos e interesantes. Comenzamos a Carcovear por ahí, a realizar nuevos proyectos y nuevas experiencias. Y lo más importante, de esa escuela me llevé lo mejor que podía obtener: el cariño de algunas personas que en la actualidad son seres muy queridos y muy valiosos para mí.

En fin, el tiempo pasó y hoy, un poco más vieja que ayer, sigo aprendiendo y entendiendo. 

Me enseñaron una nueva palabra: "mansplaining", que sería algo así como "hombre explicando"

El mansplaining es una acción que ocurre cada vez que un varón desvaloriza a una mujer en sus conocimientos, cada vez que un varón le explica a una mujer lo que está ya sabe, cada vez que un varón ridiculiza a una mujer por lo que dice o piensa.

Las mujeres, a menudo, vivimos está clase de situaciones. A veces son simplemente anecdóticas, y hasta graciosas. Sin embargo, si ocurren en el ámbito laboral, la cosa se complejiza.

Saber no resuelve el problema. 

Pero entender de qué se trata el conflicto ayuda a buscar respuestas, y eso es un montón.

Entender que el problema no es individual, que no se trata de "algo que está mal en mí". 

Entender que el problema es social y es político.

Entender que estás acciones no sólo me dejan vulnerable a mí, sino que vulneran los derechos de muchas mujeres.

Entender, creo, no resuelve el problema pero nos ayuda a ver los hilos que mueven las escenas.

Entender nos quita vulnerabilidad y nos otorga un poder.

Entender.

Qué maravilla.



Comentarios

  1. Leí por ahí que la mejor traducción a mansplainig es macho explicador y me pareció la más correcta, porque es contundente.

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