Qué nos define
Hace unos cuantos años me reencontré con un amigo de la infancia, un viejo amigo a quien llamaré Marcos. Una tarde nos juntamos con Marcos en un bar y durante un buen rato estuvimos conversando entusiasmados, recordando viejos tiempos, riendo y comentando.
Todo transcurría amablemente, hasta que se acercó la moza y Marcos le insinuó algún piropo. Cuando la moza se alejó, me miró cómplice y me dijo:
_ Hace un tiempo salí con una chica peruana, me gusta experimentar con otras culturas.
Lo miré sorprendida. No entendí muy bien de qué me hablaba. Ni siquiera había mirado a la moza, pero se me ocurrió informarle que mi hermana había trabajado durante un tiempo en ese oficio. Su respuesta fue tajante:
_ No es lo mismo, vos sabés que nosotros tenemos una cultura distinta a la de ella.
Sentí en mi cerebro que algo explotaba de golpe. Todos mis pensamientos se derramaron sobre la mesa de ese bar y supe entonces que mi amigo ya no era mi amigo y no lo sería nunca más. Me fui y no volví a verlo.
La verdad es que en ese momento no intenté analizar demasiado. El comentario de Marcos me hizo reaccionar casi por instinto. Sabía que algo en sus palabras estaba mal. Todo estaba mal. Simplemente hui.
Ahora, con los años, vuelvo a recordar y trato de ponerle palabras a aquello que me molestó.
En ese sentido, el tema del piropo era parte de la cuestión, aunque seguramente, en ese momento, no me resultó tan ofensivo como sí me resulta ahora.
¿Por qué Marcos creía que podía hacerle insinuaciones a la moza? ¿Qué mecanismos le permitieron hacerlo?
Hoy encuentro que esa situación, tan cotidiana para nosotras, no es galantería ni cortejo sino acoso, claramente acoso.
¿Acaso la moza podía demostrar abiertamente su desagrado? ¿Podría haber hecho algo más que sonreír y alejarse para seguir con sus responsabilidades?
La asimetría de la situación era evidente. Porque Marcos no estaba abordando a una mujer que se encontraba en igualdad de condiciones. Él estaba disfrutando un momento de esparcimiento mientras ella estaba trabajando, atenta a las necesidades de los clientes, en un trabajo probablemente precarizado.
Y si sigo pensando, yo creo que la insinuación de Marcos tuvo como propósito dejar clara esa asimetría. No había en ese abordaje suyo posibilidades concretas de una respuesta por parte de la moza. Se trató entonces, de una muestra de poder, como suele ocurrir en estas cuestiones de género. O quizás (¡está cabeza que no para!) ese mensaje era también para mí, espectadora: "Mirá lo que puedo hacer si quiero".
Por otra parte, estaba su aclaración sobre esa otra cultura con la que él decía que experimentaba.
¿Qué molestaba de esa frase?
Las culturas son diversas, lo sabemos y seguramente aquella chica que él conoció tendría una gran cantidad de costumbres propias de su país de origen: comidas, tradiciones, tal como yo tengo las que heredé de mis antepasados y que quisiera poder transmitir a mi hijo.
Ese no era el problema. Después de todo, todos tenemos nuestro propio bagaje cultural.
Sigo pensando.
El problema, el ruido, la piedra en el zapato, estaba en las frase "otra cultura" en contraposición al "nosotros". Marcos había fabricado un muro con las palabras, un muro que dividía a las personas según sus raíces y me ubicaba a mí al otro lado y junto a él, en esa suerte de barrio privado que era el "nosotros".
Desde allí, desde ese "nosotros", Marcos "experimentaba" con las personas del otro lado (¿Los experimentos?) No dijo que quería conocer ni que quería intercambiar, dijo experimentar.
La palabras, esas atrevidas alcahuetas.
Lo cierto es que hacía años que me sentía bastante lejos de ese "nosotros" que alguna vez me unió a Marcos. En ese "nosotros" de Marcos, abundan los privilegios, las escuelas privadas, los countrys, la ropa de marca. Y si bien soy consciente, y agradecida de las ventajas que tengo, propias de una educación clasemediera, nada de ese mundo me identifica.
Hace mucho tiempo que me sé simplemente una trabajadora, alguien que vive al día y que se enfrenta constantemente a un sistema inhumano y explotador. Todo eso me acerca definitivamente a aquella chica que trabajaba en aquel bar.
Yo no era parte de su "nosotros" y no quisiera serlo nunca.
En fin, podríamos argumentar que a Marcos me podía unir la experiencia generacional, las historias compartidas, los tiempos en común. Pero sinceramente hoy esa no me resulta una variable válida.
En cambio la cuestión de género seguramente me acerca a la moza en miles de situaciones y experiencias que nos atravesaron por el solo hecho de ser mujeres.
Entonces...
¿Qué nos define a cada uno de nosotros?
¿Es eso que diferencia a Marcos de la moza o es todo eso que me une a la moza y nos aleja a ambas de Marcos?
¿Qué es lo que nos define?
¿Nos define?
El problema es que puestos a pensar, todo se vuelve relativo.
Y sin embargo, la sensación de alarma en el cuerpo, en la piel, es bien concreta. La sensación de saber cuando algo está definitivamente mal.
¿Qué nos define entonces?
No es nuestra historia, ni nuestro ADN, no es nuestro origen ni nuestro género. Todo eso seguramente nos condiciona y mucho.
Pero después, más allá, están nuestras elecciones. Con qué nos quedamos de todo ese bagaje, qué elegimos portar de ese inmenso baúl de nuestro ser y qué descartamos, qué cosas nos negamos a ser.
No siempre podemos elegir y no todos podemos hacerlo.
Algunas personas nacen más condicionadas, más cercadas por la realidad que otras.
Por eso quizás, cuando vemos la posibilidad de elegir quienes queremos ser, es indispensable hacerlo.
Nos define lo que hacemos, cada día. Nuestras acciones cotidianas, nuestros compromisos con la vida que vivimos.
Hacer y ser.
Nos define, creo, elegir también con quienes queremos y podemos hacer ese camino.
¿Qué nos define?
Nos define de qué lado del "Nosotros" decidimos estar para construir ese nosotros que queremos ser.
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