La escuela, el teatro y yo (acerca de Chau Misterix, de Mauricio Kartun)

Leer en la escuela


En esta crisis que tengo últimamente con el trabajo docente, y pandemia mediante, estoy pensando mucho cómo voy a trabajar este año en la escuela.

Qué lecturas voy a proponer, de qué manera las voy a presentar, cómo las voy a plantear, qué actividades las van a acompañar. Todo eso anda dando vueltas en mi cabeza tan poco enero.

La elección de los textos literarios es fundamental. El tema puede ser increíble, pero si lo que proponemos para leer no les gusta a los chicos, si no se enganchan, todo estará perdido.

Son los críticos mas filosos. Los más despiadados.

Es cierto que a veces logramos lo imposible.

Leemos un poco en voz alta, contamos detalles interesantes sobre la vida del autor, comentamos algún fragmento del texto... y con suerte logramos que algunos estudiantes se entusiasmen más.

La mayoría de los textos literarios que damos en la escuela forman parte de un canon escolar, que a veces es visible y oficial, ya que forman parte de las sugerencias en los contenidos curriculares; y otras veces es un canon oculto, un canon que circula por los pasillos y las salas de profesores, entre rumores y sugerencias de colega a colega: "No sabés cómo se engancharon los pibes con este cuento!", "Esta novela es ideal para trabajar tal tema", "a los chicos les gustó la poesía de tal autora". y así el corpus se propaga y se extiende como una enorme sábana literaria.

Pero también, en ocasiones los textos que proponemos son verdaderas actos de amor, ofrendas de nuestro universo literario, textos que amamos y nos encanta llevar al aula.

Por lo general son textos que no envejecen, o tienen para nosotros un plus especial, algo que nos atrapa, cualidad indispensable para seducir a nuestros estudiantes, tan difíciles de conquistar con literatura.

Ay pero cuando la magia ocurre, qué maravilla!
Cuando los vemos divertidos o emocionados, cuando se involucran, cuando comentan lo que le ocurre a tal o cual personaje, qué placer sentimos!

Cuando la magia ocurre, sentimos que las palabras son como enormes brazos que nos contienen a todos mientras leemos.


Leer teatro en la escuela


En lo personal, uno de los géneros que más me gusta enseñar es el género dramático.

El teatro.
El teatro es el que más me divierte en el aula. 

El más lúdico.

Cuando leemos teatro en el aula no necesito pedir a nadie que lea en voz alta y mucho menos insistir. Las manos se levantan entusiasmadas.

"Profe ¿después de él puedo leer yo?"

Cuando leemos teatro en el aula se olvidan que están leyendo. Juegan, actúan, se divierten. Vuelven a ser niños creando otros mundos, imaginando.

Cuando leemos teatro en el aula cada estudiante deja de ser quien es por un rato y se convierte en un niño, una anciana o una princesa. No le importa el género ni la edad del personaje.

Cuando leemos teatro en el aula somos dramaturgos y después escribimos un montón de obras, con sus de escenas, con muchas didascalias y llenas de diálogos interesantes.

Cuando leemos teatro en el aula aceptamos todas las convenciones del género, todas. Los soliloquios, los monólogos interiores, las escenografías escasas y despojadas, la cuarta pared. Todo. Nos sentimos libres de tanto mundo real y nos dejamos llevar.

Todo puede suceder.



Leer Chau Misterix en la escuela


Primero elegir la obra.
A veces es un flechazo, un enamoramiento. Ocurre la epifanía: "¡Es esta!" digo de golpe.

Así fue cuando descubrí Chau Misterix. Fue hace un par de años gracias a mi hermana, actriz y profe de teatro: "Tomá, lee esto y fijate si te gusta para leer con tus alumnos". Así fue que un día conocí a Rubén, a la Titi, a Chiche y a Miriam, así fui testigo de aquel baile de carnaval.


Rubén, el protagonista, es un niño muy delgado, usa anteojos y tiene problemas respiratorios. Los deseos, el amor, sólo producen frustraciones en él. Entonces, surge, como un recurso de salvataje, su imaginación. En su mundo de fantasía, él es Misterix y resuelve todo lo que en la vida real le cuesta tanto: enamora a Miriam, doblega a Chiche y despierta suspiros en Titi.
Pero entonces aparece la realidad: y la realidad es Chiche que se queda con Miriam, Chiche y su desprecio, Chiche y la burla. Y la violencia.
El final es fuerte, duro.

Lo leí y desde entonces es mi texto preferido para dar en segundo año.

Segundo año. Escuela técnica, muchos varones y algunas pocas niñas. 
Los grupos de varones son difíciles cuando se les pide cierto grado de exposición. El miedo al ridículo, a la burla de los pares es muy fuerte. Leer mal, o tener que decir una frase comprometida es toda una aventura. Al principio leen algunos, los más seguros. Pero de a poco se van animando, de a poco se van soltando.

Después, la curiosidad va ganando terreno y ya están metidos adentro de la historia.

La primera sorpresa, la geografía. Los lugares mencionados en la obra les resultan sorprendentemente familiares: el club Tres de febrero, el Tresde; la estación Tropezón, la Diosma y varios más. Les cuento entonces que su autor fue vecino de san Martín y que muchas de sus obras transcurren en nuestra ciudad.

Comenzamos a leer y de a poco todo va surgiendo, el escenario, los personajes.

Y después la historia.

¿Y cómo no empatizar con Rubén? ¿Cómo no entender sus miedos e inseguridades?

Ahí empezamos a andar la obra.

Mientras algunos leen el resto escucha, el resto es el público. 

El amor en silencio, los complejos, los miedos, la rivalidad, los celos.
Todo lo que ocurre en la obra forma parte de un universo conocido y que los atraviesa, y así me lo hacen saber en sus opiniones. Ya están tomando partido, ya se identifican con muchos de los sentimientos del protagonista.

Catarsis.

A medida que avanzamos con la lectura, comienzan a surgir las conversaciones en torno a lo que ocurre con los personajes.

La bronca de Rubén, que después es rabia. Y la impotencia.

Y entonces Misterix.
¿Quién no tuvo su propio Misterix en la infancia? ¿Quién no deseo alguna vez ser el héroe o la heroína de su historia?

La imaginación claro, ahí, construyendo otras alternativas, realidades menos dolorosas, concretando deseos prohibidos.

Los deseos.
Las fantasías sexuales de Rubén, y el aula se llena de risitas nerviosas e incomodas. 
Ahora les toca buscar quiénes fueron Doris Day, Marilyn Monroe, Gina Lollobrigida, las mujeres con las que sueña Rubén, los íconos de la belleza de antaño.

La primera vez que leímos "Chau Misterix" fue con un curso complicadísimo. Dos o tres chicos tenían de punto a otros, los más estudiosos, los más tímidos, aunque se burlaban especialmente de Justino, un estudiante inteligente, muy sensible y muy creativo. Y todo esto ocurría ante la risa, el silencio o el desinterés del resto.

Aquella vez, después de un rato de lectura les hice algunas preguntas ¿Alguna vez se sintieron como Rubén?

_ Yo era como Rubén _dice de pronto Justino_ yo sufrí bullying en primaria.

Justino pide la palabra y empieza a hablar. Habla y señala y cuestiona.
Sus palabras tienen dedicatoria. Mientras habla clava su mirada en Brian.

Echado sobre su escritorio, Brian se hace el dormido. Es un chico con una historia dolorosa y muy dura. Brian es más grande que los otros y le cuesta mucho mantener la atención.
Y se defiende de la vida así, lastimando.

Intentar desarmar esos vínculos es dificilísimo. A los docentes nos toca buscar respuestas y soluciones para todos, porque no se trata de buenos y malos, no es tan simple. Si se identifica al acosador hay que conversar con él. Por lo general, sin intención de justificar sino de entender, atrás de los chicos violentos, peleadores, burlones, atrás de los chicos como Chiche digo, hay una historia.

Los dos son víctimas.
Los dos son cachorros heridos.

Y también están los otros,  los espectadores. Los que no hacen nada. O hacen, porque miran, se ríen, filman la situación, respaldan en sus acciones al que se burla.

Necesitan sentir que estan del lado del que agrede, el que tiene el poder.
Necesitan sentirlo para no confirmar lo que ya saben, lo que es obvio: que en realidad ellos también están del lado de Rubén.

Porque en la vida real, ninguna Titi quiere sentir que está del lado de Rubén. En la vida real, y en la obra, las Titis prefieren creer que están del lado de Chiche aunque ellas también sufran esa violencia.

Pero en la lectura la cosa se empieza a desarmar. Es como si pudiéramos vernos desde afuera y pensarnos con cuidado.

Hay miradas, comentarios, discusiones y más silencios.

Algunos dicen sus verdades, esas que hasta ese momento no tenían forma pero que las palabras empiezan a moldear.

Entonces hablamos, hablamos de bullying, hablamos de los estereotipos, de cómo dicen que tiene que ser un varón, cómo tiene que ser una chica, hablamos de la violencia.

Seguimos durante varios días con la lectura de "Chau Misterix" y las conversaciones son cada vez más interesantes.

En el final hubo silencio. Se apagó la música y la risa.

El baile llegó a su fin y el deseo de abrazar a Rubén, de abrazar a Justino y de abrazar a Brian.

Justino, que contó su historia y entonces  algo cambió, algo sutil, algo leve. Quizas la forma de mirar, o de caminar, o de plantarse ante los otros.

El año pasado, entre idas y vueltas pandémicas, volví a tener a ese curso. Ahora están en cuarto. Están más grandes, obvio.
Todavía les gusta leer teatro en voz alta y escribir sus propios textos. Esta vez anduvimos los pasos de Antígona y  sufrimos con Romeo y Julieta.

Esta vez hablamos del lugar de la mujer y del amor romántico y otras tantas cosas.

Pero cada tanto nos acordamos de Rubén.

A veces me pasa que me reconcilio con mi trabajo. A veces me pasa que me acuerdo porque es tan lindo enseñar literatura a los chicos en la escuela.


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Comentarios

  1. Es tan lindo!!!!! La comprometida tarea del enseñar y aprender. Maravilloso texto! Gracias!

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  2. Gracias por compartir la experiencia de enseñar- aprender con amor y compromiso. Emocionante relato!

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  3. Qué hermoso relato! Gracias! Por rescatar ese deseo..el de ellxs..."puedo leer yo?" (Esa chispa que nos enciende el alma) y el nuestro!! Me encuentra en un lugar de nostalgia y ya me hace extrañar 😊

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