Gabriela y los territorios de conquista

Hace unas semanas empecé a releer "Gabriela clavo y canela" con los chicos de quinto año.

Bellísima novela de Jorge Amado que narra la historia de amor de Nacib y de Gabriela, un amor que surge en medio de conspiraciones, venganzas y sangre.

Si hoy tuviera que definir en una frase cuál es el tema de esta novela, diría que es la historia de la conquista.

El amor, la tierra, el poder, todo lo que los hombres poseen se conquista por medio de la fuerza.

Empecemos.

La historia comienza con un crimen brutal. Así se nos cuenta en las primeras líneas:

"Esta historia de amor por curiosa coincidencia, como diría doña Arminda, comenzó el mismo día claro, de sol primaveral, en que el estanciero Jesuíno Mendonza mató a tiros de revólver a doña Sinházinha Guedes Mendonza, su esposa, exponente de la sociedad local, morena casi gorda, muy dada a las fiestas de Iglesia y al doctor Osmundo Pimentel, cirujano–dentista llegado a Ilhéus hacía pocos meses, muchacho elegante con veleidades de poeta."

Aunque se nos dice que ambas historias comienzan al mismo tiempo, poco se cuenta de Nacib y Gabriela durante el primer capítulo, aunque sí sabremos detalles y pormenores de la otra historia, la de los amantes asesinados. 

Cuando empezamos a leer la novela en el aula, digo la palabra "femicidio" e inmediatamente surge el debate.

¿Por qué hablo de femicidio? ¿Por qué no pensar simplemente un asesinato? ¿Por qué debería ser un femicidio?

Les pregunto a los chicos si hay posibilidades de contar esta historia al revés ¿Podría una mujer cometer un crimen similar?

Empezamos a opinar, a decir. Algunos chicos dicen que sí ¿acaso una mujer no puede asesinar por despecho?

Entonces les digo que volvamos al texto y que pensemos si estos crímenes son efectivamente producto del despecho. Y allí está la respuesta, el coronel Jezuíno Mendoza no mata por un impulso irrefrenable, por un arrebato. El coronel Jezuíno Mendoza mata porque eso es lo que le corresponde hacer a un varón que pretende preservar su honor y seguir siendo respetado:

"Ciertas leyes dirigían sus vidas. Una de ellas, por cierto que de las menos discutidas, nuevamente habíase cumplido aquel día: la honra de un marido engañado, sólo con la muerte de los culpables puede lavarse. (...). Así sucedía en Ilhéus, en aquellos años de 1925, cuando florecían los cultivos en las tierras abonadas con cadáveres y sangre, y multiplicábanse fortunas, cuando el progreso se establecía, transformando la fisonomía de la ciudad.".

El honor es el bien más preciado de un caballero y sólo puede defenderse con una demostración de poder absoluto. Así es aceptado por todos.

No hay condena para el femicida. Ni desde la justicia que determina su inocencia, ni desde la sociedad que acepta los hechos con benevolencia.

Por eso se trata de un femicidio. Porque sólo un varón puede cometer este crimen contra una mujer y su amante, porque sólo los varones tienen permitido cuidar el honor y ejercer la violencia sobre el cuerpo femenino que les pertenece.

Se trata de los hombres distinguidos de Ilhéus, los más respetados, aquellos que han conquistado sus tierras a fuerza de pistola y sangre:

 "Íbanse perdiendo, con el correr del tiempo, los ecos de los últimos tiros cambiados en las luchas por la conquista de la tierra; empero, de aquellos tiempos heroicos había quedado un gustillo a sangre derramada, en la sangre de las gentes de Ilhéus. Y hasta ciertas costumbres: la de alardear de valientes, de cargar revólver noche y día, de beber y jugar."

La mujer, igual que la tierra, les pertenece, ostentando poder, alardeando.

Estos hombres ricos, estos estancieros, son los varones poderosos de Ilhéus. Los llamados "coroneles".

¿Por qué coroneles?¿Quién les otorgó tal título?

 "Como la mayor parte de los "coroneles" no eran coroneles. (...) Pero quedó la costumbre: dueño de plantaciones de más de mil arrobas, pasaba normalmente a usar y recibir el título, que allí no significaba mando militar sino reconocimiento de la riqueza".

Los coroneles tienen esposas en sus hogares y tienen amantes en departamentos rentados.

Las amantes están allí, a la vista de todos, son el deseo y la fantasía prohibida del resto de los hombres, pues no solo se trata de ostentar la conquista sino también de delimitar el territorio propio. Hasta aquí. Se mira, se desea, pero no se toca.

Y este es el contexto en el que surge el amor de Nacib y Gabriela.

En esta historia, que comienza con un femicidio, nace un amor extraordinario que intentará sobrevivir al mundo patriarcal de los coroneles.

Nacib propietario.

Gabriela libertad.

Gabriela pájara pinta. Gabriela cuerpo y deseo. Gabriela tan lejos de la moral de Ilhéus. 

Así comienza.

Más adelante quizá escriba sobre esta inmensa historia de amor, libertades y fronteras.

Pero ahora sólo me quedo con el marco, la otra historia que se cuenta.

La historia de Ilhéus y sus señores.

Porque en el transcurso de la novela, los lectores seremos testigos, no sólo de esta historia de amor, sino de todas las transacciones económicas y políticas que sufre paulatinamente Ilhéus y de la tensión que producen entre los diversos personajes.

¿Pueden acaso estos cambios ser sustanciales para sus protagonistas?

En el desarrollo de la historia prevalece el planteo de que así es, y que en definitiva, los actos de violencia de los hombres son el resultado de prácticas patriarcales viejas y arcaicas que serán desplazadas y abandonadas cuando por fin el progreso gane la pulseada.

Los transportes, el comercio, el mundo cambia y cambia también la forma de relacionarse entre los habitantes de Ilhéus. La civilización, se nos cuenta, traerá consigo la eliminación de aquellas prácticas bárbaras.

Esta novela fue escrita hace muchos años, en 1958 precisamente y hoy vale la pena releerla y volver a pensar en esta oposición tan sarmientina de civilización o barbarie.

Hoy, leer "Gabriela clavo y canela", en este mundo moderno, tecnológico; en este mundo en el que cada veinticuatro horas una mujer es asesinada por un varón; en este mundo en el que un varón es asesinados por otro varón porque lo miró mal o porque rozó su auto, o por lo que sea.

¿Acaso el llamado "progreso" le quitó poder a los varones violentos?

¿Será quizás que aquellos actos de violencia en los que los hombres luchaban por la tierra no eran prácticas arcaicas que solo el progreso podría aplastar?

¿Será quizá que esos actos de violencia fueron en verdad parte de un mismo sistema patriarcal? 

¿Será que en ese sistema patriarcal el progreso es destrucción y saqueo?

¿Será que conforme aumenta la civilidad,  aumenta también la violencia y se perfeccionan las prácticas territoriales, estractivistas y violentas?

¿No será que la única posibilidad, la más urgente y necesaria hoy es destruir este sistema patriarcal en todas sus formas, arcaicas o modernas?

¿No será?

Preguntas que surgen justamente cuando pretenden callarnos porque una mujer que representa a la derecha más reaccionaria acaba de ganar las elecciones en Italia. Como si todo nuestro reclamo se resignara a una cuestión de género y no de políticas.

Justamente cuando las mujeres de Irán se revelan y muestran al mundo que están hartas del miedo y del terror.

Preguntas que se despiertan justamente cuando leo que Gabriela deja a todos espantados porque es libre y porque su cuerpo no es territorio de conquista.

No ayer ni hoy ni nunca.


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