Emociones. Recuerdos que guarda la escuela

"Un recuerdo amorosamente fundado,
nos limpia los pulmones   nos aviva la sangre
nos sacude el otoño 
nos renueva la piel
y a veces convoca lo mejor que tenemos
el trocito de hazaña que nos toca cumplir."
Mario Benedetti

Todos los proyectos se construyen desde un deseo genuino. Yo digo egoísmo, graciosamente, para que se entienda que todos esos planes y cavilaciones, que todas esas horas de trabajo fuera del horario escolar y todos esos nervios, no podrían ser si no nacieran de una necesidad absoluta y poderosa.

Uno quiere hacerlo, lo necesita. Se da cuenta de que los objetivos,  las acciones, el proceso de aprendizaje, el producto final, todo funciona. Hay que hacerlo. Urge.

Y bueno, ahí vamos.

Así empezamos.

Me gusta trabajar en equipo, pero esta fue una de las veces en las que, por distintos motivos, la propuesta no prendió entre colegas. Pero sí se armó un equipazo de estudiantes con ganas de hacer y de aprender. La dirección de la escuela valoró la propuesta, me acompañó y dio luz verde.

El trabajo comenzó hace meses.

Armar la lista, pensar los nombres de quienes podríamos homenajear en esta oportunidad. Consultar a colegas, a ex alumnos.

Y después arrancamos con las entrevistas hechas por los chicos. Aprender a preguntar, a escuchar, buscar con curiosidad en la respuesta del otro. El entusiasmo fue creciendo, el asombro, la emoción. El compromiso. 

Después vino el trabajo de edición. 

Decidir qué queda, qué sale, dónde ubicarlo, cómo hacer el zócalo. Una entrevista puede contar distintas historias según el criterio de edición, eso da un poder y una responsabilidad, como diría un personaje de película.

A trabajar. A contra reloj para variar. 

Descubro cada día que disfruto de nuevos aprendizajes, y la verdad es que pese al cansancio, me gusta editar videos.

Editar, subir, descargar. Palabras que hace años no podrían haber ocupado mi interés.

Finalmente llegó el día. Armar el gimnasio, mesa, diplomas, sonido. Todo listo.

 Que empiece la emoción.

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En estas últimas semanas, en estos últimos meses, mi preocupación fue llegar al día de hoy, el día que elegimos para recordar y homenajear a aquellos que estuvieron antes que nosotros.

En estas últimas semanas, en estos últimos meses, aprendimos, descubrimos, recordamos.

Algunas cosas que quedaron resonando y que quiero compartir:

*La pasión por el conocimiento de estos y estas docentes, el deseo de construir ese conocimiento en el aula. La necesidad de capacitarse, de seguir estudiando.

*El valor agregado, especialmente, de lo que significó la docencia para las mujeres de la educación. Esposas, madres, que rompieron esquemas y lógicas sociales, que salieron de sus hogares para dedicarse a enseñar, para construir una carrera docente.

*Los cambios de paradigma en los últimos años. Trocar el valor del conocimiento por el valor de la empatía. Del docente como profesional al docente como un trabajador más. Como dijo una profe que sabe mucho, quizás no estábamos preparados para este cambio.

*La historia de nuestra escuela atravesada siempre por la militancia política, gremial, sindical de docentes y alumnos, el compromiso con la realidad política. 

*Finalmente, la convicción de que todo cambio, toda transformación, es posible sólo desde la defensa de una escuela pública, gratuita y de calidad.

Tan importante recordarlo en estos días grises.

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La Historia, la que se escribe con mayúscula, la historia de los manuales, esa que aprendemos en la escuela, esa historia está formada por cientos de miles y de millones de historias simples.

Historias anónimas.

¿Y cuántos historias puede albergar la memoria de una escuela después de 108 años de vida?

Una escuela guarda ecos de todo lo que fue.

Historias de amor, de pasión, de entrega, de compromiso y de lucha.

De eso se trató el encuentro de ayer.

De recordar a quienes hicieron, hacen, esa historia. 

Recordar y agradecer, recordar y homenajear.

Recordar y abrazar/nos.

Hoy la escuela fue un festejo. 

Por el reencuentro. 

Por la vida, la vida de los que están y por la vida de los que estuvieron.

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Me di cuenta de que tenemos muchísimo pudor para hablar de la muerte.

En la escuela lo hacemos, claro, pero nos protegemos con ese halo sagrado que produce la solemnidad.

Hablamos de la muerte de lejos, con tono formal, con discursos e himnos.

Pero nos cuesta hablar de nuestros muertos con la alegría del buen recuerdo, de la anécdota genial, del abrazo y el afecto.

Lo curioso es que desde el aula repetimos una y otra vez lo importante que es conocer la historia, conocer el pasado.

Pero después no nos atrevemos a sentarnos a la mesa junto a nuestros propios muertos.

De eso también se trató este encuentro,  de animarnos, de pensarlos con alegría y de sonreír con el recuerdo. 

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Creo que este proyecto, del que voy a hablar, me interpela en lo personal como ninguno otro antes. Un proyecto que se sostiene desde un fuerte compromiso íntimo con mi propia historia. 

Pertenecer a, ser parte de, haber heredado, una historia. 

Ir para atrás y pensarme en un recreo, en una hora de clase, justamente en el mismo lugar en el que hoy pienso todas estas ideas.

Mi escuela.

Entramado de hilos que van y vienen. Hilos fuertes. Esta escuela ha soportado, como un buen árbol, todo tipo de tormentas, plagas y hasta sequías.

Pero sigue en pie.

Somos un clan, una parte importantísima de nuestras historias pasó por acá y nos une.

Creamos lazos con nuestra historia, para atrás y hasta el presente.

Hoy, aquí, agradeciendo ser una pequeña parte de esta gran historia. 

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Cuando baja la adrenalina se siente el cansancio.

La fiesta terminó y de pronto el cuerpo empieza a doler.

Largos días de trabajo hoy dieron su resultado.

Muchas emociones que siguieron por la tarde en mensajes de ida y vuelta, en intercambio de fotos y agradecimientos emotivos. 

Lo que hoy pasó, lo sé, fue inmenso. 

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Mi amiga dice que la vida le dio la posibilidad de ejercer este extraño oficio, que ella convirtió en vocación, que consiste en nombrar a los que ya no están.

Mi amiga tiene una luminosidad que contagia y una ternura que abraza a quién se acerca. Quizás por eso la vida le brindó esa posibilidad y esa habilidad.

Mano de artesana, de artista.

Cerámicos, flores y nombres.

Guardiana de los nombres.

Nombrarlos es encender un fuego antiguo.

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Dice el profe que es más importante hacernos buenas preguntas que pensar las respuestas. 

dice el profe que preguntarnos abre posibilidades. 

La respuesta única en cambio las cierra. Es hermética.

El profe enseñó a varias generaciones a abrir puertas, a hacer preguntas. 

Es lo que hacemos hoy.

Buenas preguntas. 

Gracias profe.

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Sucede algo interesante cuando hablamos de un artista y de su obra.

Utilizamos el presente. 

Decimos por ejemplo que "Cortázar construye relatos fantásticos a partir de una determinada estructura " o que "En el Guernica Picasso logra plasmar el horror de la guerra".

¿Se dieron cuenta? 

No sólo permanece su obra. Allí permanecen también las acciones, el proceso creativo, las decisiones, las emociones puestas en la obra. 

Hay un espíritu, una esencia,  o como quieran llamarlo que está ahí, en la piedra tallada, en la melodía, en las palabras.

Algo muy parecido sucede con aquellas personas que anduvieron tejiendo los caminos que hoy transitamos. Permanecen en cada paso que damos.

Están, y seguirán siendo en este presente mágico en el que los pensamos, los nombramos.

Construir memoria.

No olvidar de dónde vienen los caminos que hoy recorremos.

No olvidarnos de ellos, de ellas, de esas personas que un día anduvieron por aquí.

Aquí están, aquí se quedan.

Por eso las nombramos.