La caja en el camino

Converso con un pibe que votó a Milei. Él está esperanzado dice, vamos a tener que hacer muchos sacrificios pero vamos a estar bien.

A mí me cuesta escuchar como usan la primera persona del plural cuando hablan de las políticas que se vienen ¿Quiénes vamos a estar bien? ¿Él y yo? ¿Los supuestos ñoquis del estado? ¿Los pueblos originarios estarán mejor? ¿Los villeros? 

¿Quiénes pueden estar mejor cuando gobierna la derecha?

El pibe está absolutamente convencido de que toda transformación económica que traiga este gobierno será para el beneficio de todos.

Seguimos conversando, y entonces le pregunto qué piensa de la vicepresidenta y su posición con respecto a la dictadura militar. 

Ahí lo agarré. Sé que a él le gusta muchísimo el rock nacional y especialmente el que resistió los embates de la dictadura. 

_ Ah no no no, con lo que ella dice no acuerdo en nada, eso no _me tira.

_ ¿Cómo que no la apoyás si le diste tu voto? _le digo_ vos la votaste.

No es chicana. De verdad quiero entender cómo operó el razonamiento de tanta gente que me rodea para votar así.

Como si fuese una caja que está en medio del camino y que se puede correr a un costado, así más o menos, el pibe aparta el tema cada vez que la nombro y sigue hablando de otra cosa.

La conversación sigue un rato más pero me quedo pensando por qué a él le parece que no es importante tener una vicepresidenta negacionista.

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Algo parecido me pasó conversando con otra gente, gente cercana que también votó lo mismo. 

¿No les preocupa la ideología de la vicepresidenta?

"No va a hacer nada, no se lo vamos a permitir" me dicen.

No lo entiendo, de verdad no lo entiendo. No podemos saber lo qué va a hacer, pero podemos saber lo que le gustaría hacer, porque lo expresó públicamente ¿No es eso suficientemente horroroso?

Por otra parte ¿quienes se lo van a impedir?  Si la votaron sabiendo exactamente lo que piensa.

Todos corren la caja para que no estorbe. Y tratan de no mirarla. De eso no se habla. Hacer de cuenta que la caja no está ahí.

Me pregunto cómo podremos seguir compartiendo cada día, cómo nos mirarnos a la cara, cómo sonreírnos, después de esto que votaron.

Por eso esta sensación de duelo. 

Siento que de golpe estoy en un país ajeno, uno que no conozco bien. 

Un país en el que empiezo a sentir que soy extranjera.

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El problema es esa caja. Lo que hay adentro. 

¿Qué monstruos pueden escapar de su interior?

Porque no es un detalle, me digo, me repito, no, no es un detalle.

Todos saben lo que hay en la caja.

Hay vidas desechas, familias destruidas, secuestros de bebés; hay personas torturadas, saqueos aberrantes, desapariciones; y hay muertes, cientos de muertes, miles de muertes. 

Hay treinta mil muertes que todavía duelen.

Por eso no se trata de una caja que se puede apartar del camino. 

Es el camino mismo.

¿Cómo es posible que a nadie le parezca escandaloso, preocupante, aterrador?

Me pregunto cuánto tiempo más podré escribir lo que pienso sin sentir por eso que soy una persona valiente.

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Quisiera saber qué pensó cada una de las personas que conozco cuando puso su voto en la urna.

Necesito entender a los que me rodean.

¿Quizás la esperanza les nubló el interés? 

¿De verdad sólo fue un descuido, un olvido?

¿O tal vez no les parece tan malo?

A lo mejor, y qué dolor es pensarlo así, a lo mejor digo, para algunas personas que conocemos, era hora de volver a colocar la caja en el camino.

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Hace muchos años, cuando estudiaba periodismo, un profesor nos explicaba la importancia de saber contar una historia particular en medio de una tragedia. 

Una nota puede mencionar que murieron decenas de personas en un accidente, o miles en un ataque aéreo. Pero si podemos contar la historia de una de esas víctimas, una sola, si le ponemos un nombre, una identidad ya no son sólo números, son personas y hay otras emociones en juego.

Algo de eso me acordé unos días antes de los comicios, cuando la entonces candidata a vicepresidenta planteaba que muchos militares fueron víctimas del terrorismo y que no había justicia para ellos.

¿Por qué no había derechos humanos para los militares? decía.

En una sesión de diputados del 10 de octubre, los representantes del FIT y de UxP repudiaron estas declaraciones. El testimonio del diputado Daniel Gollán del Frente de Todos es desgarrador:

"Fui detenido en julio de 1977. Horas y horas de picana, horas y horas de picana en la boca, en las encías, shocks eléctricos, horas y horas, días y días. Me aplicaron submarino seco, hasta que se me rompieron las costillas…y después siguieron, y cuando no daba más, horas parado, y cuando te caías, te golpeaban brutalmente".

"En una de esas golpizas me desmayé y amanecí en un baño, atado, adonde todos los que iban a orinar, me orinaban encima. Y muchísimas cosas más que ya no voy a contar".

Esta es una de las tantísimas historias. Basta leer un rato el Nunca Más para entender que es imposible votar a alguien que defiende esto si uno no está de acuerdo.

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Cuando empezó la democracia mi hermana y yo estábamos comenzando nuestras adolescencias y los nuevos vientos le iban bien a nuestras ganas de cambiar el mundo.

Centro de estudiantes, marchas, militancia, asambleas.

Lo que conocíamos sobre la dictadura, claro, era todo de oídas, éramos chicas cuando pasó todo.

En mi casa se hablaba mucho del Negrito Avellaneda, un chico de 15 años que militaba en la Juventud Comunista y fue secuestrado junto a su mamá, Iris Avellaneda, cuando un comando irrumpió en su casa buscando a su papá. Él y su mamá fueron llevados y torturados. Iris recuperó la libertad, pero del Negrito no se supo más hasta que meses después apareció su cuerpo en las costas de Uruguay. Había sido arrojado al mar en lo que luego conocimos como los vuelos de la muerte.

La historia del Negrito era conocida porque marcó la vida de mucha gente cercana. El miedo formateó las vidas de sus amigos del barrio y de la militancia. Su muerte horrorosa intentó disciplinar a todos los que seguían vivos.

Muchos años después Iris logró llevar a juicio y encarcelar a los asesinos de su hijo.

Lo curioso es que la vicepresidenta reclame justicia para los militares presos, un derecho que ni el Negrito ni ninguno de los desaparecidos de la dictadura, de los treinta mil desaparecidos, tuvo. No hubo juicio ni defensa ni nada. 

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En el Centro de estudiantes hablábamos mucho de la noche de los lápices, aquel operativo ocurrido el 16 de septiembre de 1976 a la madrugada, cuando secuestraron a un grupo de adolescentes. Esos pibes, igual que el Negrito, habían sido militantes y si los hubieran dejado crecer libres, hubiesen tenido sus vidas, sus historias pero en lugar de eso sufrieron torturas, violaciones, asesinatos y desapariciones.

Para nosotros estaba claro  que por ahí no queríamos pasar

Por eso dijimos Nunca Más. 

Por eso cada año, cada 16 de septiembre los lápices volvían a escribir y la escuela se llenaba de afiches con siluetas, con nombres. Decíamos algunas palabras y el aire se llenaba de emociones. Alguna vez discutimos con las autoridades para poder cumplir con ese pacto de no olvidar. 

Pero en algún momento se olvidó.

Creo que la última vez que vi que el Centro de estudiantes organizaba el acto del 16 de septiembre fue en el 2013 o 2014. Habló algún funcionario de la provincia y al final tocó una banda de rock.

Parecía como si nadie supiera muy bien qué se recordaba ese día.

Fue muy triste y quizás fue el comienzo del camino que nos trajo hoy hasta acá. 

Cuando el estado se apropia de ciertas luchas populares, estas pierden su contenido y se convierten en cáscaras vacías.  

Después es más fácil olvidarlas.

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No sé cómo se sigue.

Es la primera vez, en toda una vida, que no se me ocurre nada positivo para continuar.

Como dije, para muchos esto es un duelo.

Hay una parte de nuestro universo diario que se tornó inseguro.

Me gustaría decir frases fuertes y positivas pero trato de ser honesta.

Creo que hay que saber esperar, algo que nunca supimos hacer.

A cada acción política hemos respondido siempre con una reacción.

Pero ahora creo humildemente que es tiempo de pensar, de calmarnos y, si es posible, pensar entre varios. Es tiempo de reagruparnos.

Hemos perdido más que una batalla. 

Quisiera decir que de esos intercambios saldrá la respuesta, pero no lo sé. 

Por ahora, sólo quisiera dejar de estar enojada y decepcionada, pero eso, si pasa, también llevará su tiempo. 

Acá estaremos mientras tanto, dispuestas a abrazarnos y a escuchar al otro.



Comentarios

  1. Excelente relato Claudia .Estoy como vos no termino de entender estas elecciones. No puedo pensar que todo va ir bien si ya anticipan 2 años de recesión. Como pueden seguir pensando que esto fue lo mejor para sacarse a los que estaban yo creo que los volantes no pensaron había que sCa

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  2. sacar a los K .Lo demás no importo.Trato de no enojarme pero estoy muy angustiada

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    1. Sí, todos iguales. Ya sabemos a quienes van a ajustar. Tratemos de apapacharnos en estos tiempos duros.

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    2. trataremos de agruparnos

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  3. Estamos en un país distinto. No sólo cambiaron las condiciones objetivas del capitalismo actual, cambió la gente.

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  4. Excelente Claudia! Yo creo que hay q empezar a hacer algo pronto. Quizás armar actividades pequeñas, ver un video, una peli, leer un relato, invitar a gente para conversar y pensar. No se me ocurre otra cosa para dalir de este desastre ¿Servirá esto o sólo habrá que hacerlo por redes?? Te juro que ya no entiendo...

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    1. Estoy de acuerdo con vos. Tenemos que juntarnos y cuidar los espacios que nos encuentran. Es la única forma que se me ocurre de romper la lógica individualista que nos quieren imponer.

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  5. En momentos de gran incertidumbre, cómo bien dijiste Clau, es tiempo de pensar y de agruparnos.
    Cómo siempre excelente reflexión.reflexión

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  6. Sí, reunámonos a pensar, ejercer un pensamiento crítico. Unámonos para resistir, para acompañarnos y alimentar la memoria.

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  7. Me siento igual que vos. Tenemos que buscar los recursos entre los que no estamos de acuerdo con este regreso al pasado oscuro.

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