Después del primer golpe

Día tres desde que sabemos quién será nuestro próximo presidente. 

Sigo angustiada y sin poder entender.

A mi alrededor las personas cercanas están igual.

¿Cómo llegamos a esto?

Sé que si me sincero la verdad aparece de manera obvia.

Sabíamos.

Sabíamos que la cosa venía mal.

Pero de todas formas no alcanza para entender esto, este terror que a partir de ahora empezaremos a transitar.

El horror en el cuerpo, en la calle, en el contacto con los otros

¿Tendré que explicarle a mi hijo que desde ahora el mundo es un lugar más temible de lo que ya era? ¿Un lugar en el que se reivindica a los asesinos de pibes apenitas más grandes que él?

¿Tendré que hablarle de las razias nocturnas? ¿Deberé advertirle que no hable de determinados temas en público? 

¿Cómo haremos para seguir viviendo esta historia que creímos que había quedado atrás?

¿No habíamos dicho que Nunca Más?

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Todavía la angustia no se va.

No se va.

Pero ya empiezan a crecer las palabras. 

y es algo.

Sólo hay que dejar que brote una por una.

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No pensaba que fuera posible. 

¡Mirá si va a ganar un tipo que en televisión le grita a una periodista "te quiero humillar"!

El mismo tipo que en las PASO salió al escenario a alertar que iba a "exterminar" a la oposición.

¿Qué locura es esa?

¿Y la vice presidenta?

Esa defensora de genocidas.

¿A quién se le ocurre?

Pero en los últimos días empecé a ver y a sentir el miedo real.

En las redes el odio se extiende y no hay nada que pueda pararlo, como si una ola inmensa entrara por puertas y ventanas. 

Una catarata de odio. 

Las amenazas, las burlas, los insultos para cualquiera que haya expresado su opinión. 

El odio vino para quedarse.

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Después del primer golpe, empezamos a hablar, a juntarnos, a discutir.

Necesitamos encontrarnos. Necesitamos entender. 

Necesitamos hablar del dolor.

Leer, escuchar, opinar.

Buscar a los que se sienten igual. 

A los que hoy están partidos.

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La pregunta sigue ahí.

Porque una cosa es caer en la mentira de los políticos, o ser víctimas del uso de la fuerza.

Pero esta vez no.

Esta gente anduvo por todos lados, en la tele, en las redes, por todos los medios, explicando todo lo que pensaban hacer si ganaban.

¿Quiénes y por qué votaron esta pesadilla suicida?

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Seguramente es una obviedad decir que hay un caudal enorme de votos producto del innegable desastre económico.

El desgobierno, la inflación, el aumento de la pobreza. 

Y en ese porcentaje están los más jóvenes, los pibes.

Muchos de esos pibes dependen de trabajos informales, transitan escuelas rotas, hospitales abandonados, y están expuestos cada día a situaciones de inseguridad y de violencia. 

¿Quién puede cuestionarlos cuando las únicas opciones que les ofrecimos fueron seguir igual o creer en este desconocido que grita en la tele y promete terminar con los políticos privilegiados?

Estos pibes no vivieron la época de Menem: un peso un dólar, no vieron la crisis del 2001, y mucho menos el horror de la dictadura. Todo lo que saben son historias que se cuentan, nada más.

Algunos de esos pibes son mis alumnos. 

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Ahora, cuando ya pasó el día de votación, se animan a decir.

Los otros votantes, los adultos.

Compañeras de trabajo, vecinos, conocidos.

Ellos también lo votaron.

El cambio, dicen, era necesario un cambio.

No entiendo cuál es el cambio.

Todo lo que proponen es un pastiche de fórmulas horribles que ya fracasaron.

¿Si querían un cambio por qué no votaron a la izquierda?

Lo que no dicen abiertamente es que en su voto hay un odio de clase potente. Lo que no dicen es que es un voto anti pobre, anti negro, anti peronista. 

Pero lo dicen en las redes, ahí se explayan a gusto.

"Se les va a acabar", "Kukas", "Andá a laburar", "Choriplanero", "Ensobrada".

Para esta gente los votos ajenos son de personas que no trabajan, que viven de planes, que reciben dinero por su posicionamiento. 

El problema es que el odio no los deja ver ni razonar. 

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Hay algo de pensamiento mágico en todo esto.

Votaron para dejarse sorprender, dicen.

Algo así como "más vale nuevo desconocido que malo conocido".

Qué sabés, dicen.

No lo conocemos, dicen.

Hay que probar.

Es mentira.

No hay nada desconocido en este tipo, todo lo que dice tiene el olor rancio de lo que quedó oculto, tapado, durante décadas. 

Sí lo conocemos.

Es la derecha y es el fascismo.

Y cuando ellos gobiernan nosotros la pasamos mal.

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_ ¿Cómo estás? _ saludo a una compañera. 

_ Más o menos _me dice.

_ Ah, vos también. 

Es la señal. Podemos hablar, desahogarnos.

No sentirnos tan solas.

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Es la primera vez, en cuarenta años de democracia, que vamos a tener un gobierno que apoya abiertamente a los asesinos de la dictadura.

No es que otros no lo hayan pensado, pero se callaban.

En cambio esta gente ganó diciendo todo lo que piensan.

Y parece que eso no es importante. 

¿Cuánto tiempo pasó desde la proyección de la película 1985, esa que contaba sobre lo que significó el juicio a los asesinos de la dictadura?

Parece que fue hace mil años. Y no.

Una compañera me dice que le preocuparon las ideas negacionistas de esta gente pero al final los votó.

Otro compañero me dice que para él son sólo palabras y nada más, que no van a hacer nada.

Otra colega me aclara que si avanzan por ahí no se los vamos a permitir. 

Lo curioso es que a nadie le pareció lo suficientemente escandaloso como para no votarlos.

Yo miro a todos lados e imagino quiénes votaron este proyecto.

No puedo más de la decepción.

Pienso qué difícil va a ser organizar actividades con estas personas que votaron a una candidata que avala el secuestro, la tortura y el asesinato.

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Sentir el dolor.

Sentir la bronca.

Necesito saber que no estoy anestesiada. 

A mi alrededor la vida sigue.

 Cómo me gustaría no entender. 

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"El ser humano es así", me dicen "está es su naturaleza".

Me lo dicen cada vez que discutimos sobre sistemas políticos. 

Para que deje de hablar boludeces, para que deje de imaginar socialismos y mundos utópicos. 

Para que entienda, de una vez por todas, que no hay manera de escapar del capitalismo. 

El capitalismo, me dicen, es el modelo que se reinventa después de cada desastre. 

El socialismo, en cambio, ha fracasado una y otra vez.

Ahí tenés.

El ser humano es así.

Es ambicioso, competitivo, individualista.

Puede ser, no lo sé.

Pero digo, pienso, si es verdad que el ser humano, en su caracter universal, es todo eso, también es cierto que puede ser solidario y cooperativo.

Porque sea donde sea, desde siempre, las personas buscan estar con otras personas, se amontonan, se organizan, buscan estar en sociedad, construir colectivamente.

Eso también es el ser humano. 

Pensaba en mis abuelos inmigrantes que llegaron a América y cuando fueron a vivir al campo, se juntaron con otros colonos y crearon nada más y nada menos que una cooperativa, una organización colectiva para poder ayudar a todos. 

Esa generación de inmigrantes, abuelos o bisabuelos, crearon bibliotecas populares, clubes de barrio, sociedades de fomento. Espacios de encuentro,  de organización y de intercambio solidario. Pensaron siempre en la comunidad.

Pensaba en todo esto y pensaba en el nuevo gobierno. Porque no hay una sola medida que contemple, de alguna manera, la posibilidad de pensar al otro.

Porque ese libre mercado, esa economía que se auto regula, propone la eliminación de todo espacio público, de intercambio solidario.

Las propuestas del nuevo presidente, todas, tienen palabras como "eliminar", "destruir", 

Todo eso contribuye únicamente a aislarnos en la desesperada búsqueda del éxito individual. 

Tan sálvese quien pueda, tan lejos de la impronta de nuestros antecesores.

Pero como dice la frase: "Nadie se salva solo"

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¿Quiénes están de este lado? 

Pienso en Norita, en las madres y en las abuelas de Plaza de Mayo.

Ellas supieron dos cosas fundamentales:

Convirtieron el dolor en motor de lucha, sin odios sino exigiendo justicia.

Supieron que su causa y las de los otros son la misma lucha y están siempre poniendo el cuerpo en las causas ajenas.

Pienso que mientras ellas no se den por vencidas algo de luz sigue alumbrando este desastre.

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Los mensajes de bronca y rabia caen como piedras en el muro de mi candidata de izquierda. 

No son haters, no son mensajes de odio.

Son mensajes de dolor, de decepción.

"Era en las urnas Myriam"

Probablemente no habría cambiado demasiado el panorama, porque los, y especialmente las votantes, ya habían decidido.

Pero hubiese sido un gesto importante. Una vez más la izquierda no pudo leer la realidad y encabezar una lucha.

Y esa es una parte de la derrota que duele fuerte.

Pero los palos van para varios gallineros, y algunos tendrán más responsabilidad que otros.

Porque otra vez aceptamos votar a quién no queríamos como gesto desesperado. 

¿Cómo es posible que el partido de masas, el de las luchas populares, nos pida siempre estos sacrificios para evitar un mal peor?

Un mal que va creciendo, dicho sea de paso.

¿Y por qué sus candidatos se parecen tanto a los otros?

Quizás sea hora de pensar que no es por ahí.

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Decimos siempre que no hay una verdad única, que si miramos la realidad desde la perspectiva del otro, vamos a ver todo desde un punto de vista diferente. 

Eso decimos y a veces está muy bien.

A veces.

Si me permiten,  y sino me permiten también, hay verdades que son incuestionables:

Vender el patrimonio de todos está mal.

Usar el aparato del estado para hacer daño está mal.

Desaparecer gente está mal.

Torturar gente está mal.

Robar chicos está mal.

Todo esto es innegociable para mí.

Cualquiera que apruebe algo de todo esto esta del otro lado.