No puede ser
Hace semanas que no escribo.
No sé por dónde empezar, qué punta elegir.
Escribir sobre la plata que no alcanza, sobre las violencias mediáticas, sobre la represión.
¿Sobre qué?
Estoy paralizada.
Me dejaron sin palabras, justamente a mí que nunca puedo parar de hablar.
Me dejaron sin palabras y es un dolor inmenso que cargo hace semanas porque escribir, contar, me sana, y sé que muchas veces ayuda a sanar a otros.
Pero las palabras se escapan.
¿Cómo empezar a nombrar tantas violencias?
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_ Cada vez que me entero de algo nuevo pienso "no puede ser"_ me decía una persona conocida.
No puede ser.
Creo que es una de las frases que más escuché en este último tiempo.
No puede ser.
Indignación.
Generalmente esta frase se dice en el contexto de algo que sabemos que está sucediendo pero que nos resulta tan sorprendente que inmediatamente verbalizamos la negación de la propia realidad.
No puede ser.
No es posible.
No lo puedo creer.
Hay algo tan siniestro, temible, desagradable que no lo podemos digerir.
Hay algo de la realidad que asusta tanto que al menos en las palabras necesita ser negado.
La indignación nos muerde el estómago y se convierte en angustia.
No puede ser.
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Se me ocurre que quizás podría hacer un listado de atrocidades.
Quizás podría enumerar las violencias:
La represión policial. La reivindicación de los golpes y los palos y los tiros. La ley casi aprobada. El DNU vigente. La quita de alimentos a los comedores. La entrega de subsidios a grupos evangélicos. La amenaza de que nuestros derechos desaparecerán. La violencia a los y las artistas.
Podría enumerar más horrores, quizás si me concentro podría nombrar todos los horrores que en estos últimos meses me generan esta sensación de miedo y de indignación, pero no sería suficiente.
En principio, porque quienes lean esto probablemente no necesiten hacer ninguna lista de lo que ya están viviendo; por otra parte, estoy segura que ninguna lista sería completa.
Porque no hay manera, al menos para mí, de abarcar, de reunir, de organizar, toda esta indignación que crece a cada minuto.
No termino de digerir un golpe y ya llega el otro.
¿Cómo se defiende alguien que está en el piso si está siendo golpeado por todas partes?
Esta indignación que paraliza es eso. Son miles de golpes, al mismo tiempo, en cada parte de mi ser.
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La indignación me produce angustia.
Y la angustia paraliza.
La angustia es una tristeza viscosa que se adhiere a todas las superficies.
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Ya no sé por dónde ir.
No sé si escribir una reflexión en el blog; o quizás contar algo más espontáneo y directo en Instagram; aunque tal vez podría crear un meme para sintetizar el absurdo; y por qué no grabar un video, para poder trasmitir estas emociones que no paran.
Pero las redes, en estos últimos tiempos, no me sirven para comunicar lo que siento. Apenas si puedo repostear algo que me conmueve, algo que comparto.
También me cuesta el encuentro con otros, conversar, discutir, pensar juntos. Me cuesta salir de mi caparazón. Mi hogar hoy es mi refugio y apenas cruzo el umbral el mundo me resulta hostil.
Sé, porque sí lo sé, que es con otros, que es en el abrazo, en la escucha.
Sé que es el arte, la reflexión, la emoción lo que nos va a salvar. Trato y a veces lo logro.
Pero siguen los golpes, y qué difícil es caminar cuando te están pegando.
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Escribir sobre la imposibilidad de escribir.
Es una bella paradoja y un buen comienzo.
Exorcizar con palabras el silencio.
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A veces el silencio es impotencia.
A veces las ideas se amontonan.
Últimamente todo se amontona.
Se amontonan las violencias, las carencias, la rabia.
Los golpes se amontonan.
Las pilas amontonadas son estructuras inútiles. No sirven para la acción.
Las ideas son como ese pañuelo perdido en el caos del armario.
Hay que poner orden, buscar, encontrar, organizar.
Escribir me ayuda a hacer eso.
Escribir me ayuda a ordenar.
Me ayuda a entender.
Recuperar la palabra es indispensable para continuar.
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Y ahora que escribo, ahora que puedo empezar a ordenar las ideas, ahora entiendo que no son las violencias, no son las acciones injustas y desmedidas las que me paralizan.
Es otra cosa.
Las violencias producen enojo, nos sublevan.
Pero lo que indigna y angustia, lo que nos paraliza, es el silencio.
El silencio cómplice indigna.
La espera trágica es la que angustia.
Como si nadie pudiera o quisiera pensar.
"Hay que esperar" dicen.
Esperar que el milagro ocurra.
Algo de credulidad, mucho de negación, y un fuerte deseo de no pensar en los demás.
Que los otros se embromen, porque quizás, si te esforzás, si apretás los dientes y te la bancás, si no gritás y si contenés el llanto, esta vez sí, quizás se te da.
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El silencio.
La aceptación de la desgracia.
Nos están pegando.
Pero está bien, dicen, hay que bancar, dicen, esto es porque antes se hizo todo mal, dicen, y ahora tenemos que pagarlo. Dicen.
Y mientras son golpeados, aplauden.
O bajan la cabeza y esperan el milagro.
Algo de fe religiosa, de culpa judeo cristiana, de pecador redimido.
Tu sumisión es mi angustia.
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Es muy difícil escribir cuando uno está indignado.
Estar indignado es peor que estar enojado.
No puede ser.
La negación de la realidad no ayuda a construir sentido.
La indignación es inmensa.
Porque no es el hoy, no es el ahora sino toda la historia lo que de pronto se pasa por el tamiz.
Entonces hay palabras que se vuelven incómodas.
Las palabras "colectivo ", "público", "estatal" ¿En qué momento adoptaron nuevos significados?
¿Cuándo fue necesario aclarar que una inversión no era estatal para que fuese válida?
¿Cuándo el subsidio estatal se convirtió en un gasto siniestro?
¿Cuándo dejó de ser valiosa la educación pública para todos?
¿Cuándo alguien celebró la paralización de la obra pública?
¿Cuándo dejamos de sentir orgullo por los clubes de barrio, las sociedades de fomento, las bibliotecas populares y todo lo que aquellos jóvenes inmigrantes construyeron?
Quizás hubo señales que no atendimos.
Cuándo se empezó a mirar con desconfianza al extranjero.
Cuándo se vio al pobre como un enemigo.
Cuando se creyó que el rico es rico porque se esfuerza.
Entonces, la indignación.
Porque sentimos que no hay ningún punto de partida desde el cuál empezar a discutir qué modelo de país queremos y necesitamos.
Porque de pronto somos como Alicia en un mundo sin razón. Todo está trastocado, todo dado vuelta.
Porque perdimos la batalla por el sentido, por lo que fuimos, por lo que somos.
Porque es necesario, y es agotador, volver hacia atrás y discutir una vez más todo aquello que creíamos saldado.
No puede ser.
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Ordenar los pensamientos.
Que las palabras, una por una, ocupen su lugar.
Recuperar las palabras y sus significados.
Recuperar el sentido de lo que nombramos.
Es algo.
Quizás algo parecido a volver a la cordura....
ResponderBorrarAlgo así...
Borrar..... Excelente relato asi nos sentimos , y si a veces hacemos silencio es que aun no podemos digerir lo que pasa porque llegamos aca y ahi esta tu respues impecable ......Quizás hubo señales que no atendimos." besos mi bella Claudia
ResponderBorrarAbrazo amiga!💚
BorrarHola Soy Edith, como siempre excelente tu reflexión. Nos dejan sin palabras y atomizados, lo cual es un objetivo muy peligroso de los nuevos tiempos
ResponderBorrarSí, ahí ganan.
BorrarGracias Claudia por poner en palabras lo que siento y calculo que muchos sienten.
ResponderBorrarAbrazo querida!!!💚
BorrarAl extranjero se lo ve con desconfianza cuando no es de Europa.
ResponderBorrarSí, es así. Pero ojo, si son europeos pobres también don vistos como peligrosos.
BorrarRecuperar el significado de las palabras! Gran tarea para el aula compañera . Gracias
ResponderBorrarNo estoy más en el aula, pero sin dudas es por ahí!
BorrarLeí por ahí que estamos en shock. Creo que es una buena explicación de nuestra incapacidad para reaccionar. Gracias por tus palabras. Alivia saber que no estamos solos.
ResponderBorrarSí, supongo que es difícil salir del shock. Gracias a vos!!!💚
BorrarExcelente reflexión. Manifiesta los sentires de muches. Sobre todo está tremenda sensación de no poder hacer nada. Nos habremos convertido en observadores del tiempo?
ResponderBorrarNo lo creo, pero estanos apabullados, y para accionar hay que entender.
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