Algunos pensamientos después del día de la madre.
Escribo esto sentada en la cabecera de la mesa del comedor.
Hace poco me di cuenta que cuando estoy sola elijo este lugar. Frente a la tele o a la ventana.
Pero resulta que cuando la familia está reunida me siento a uno de los lados, siempre en el mismo.
Cuando estamos en familia Juan y su papá eligen sus lugares.
Negocian, pelean, se trampean, se hacen chistes.
Pero yo no.
Yo nunca me incluí en esa disputa. Me quedo con el lateral, al costado de la tele. Es que no me parece importante el lugar dónde me siento a comer.
Pero ahora estoy desayunando y me doy cuenta que siempre, cuando estoy sola, elijo la cabecera que ellos disputan.
Entonces pienso en mis viejos.
En mi casa la tele nunca estaba en el lugar donde se comía, pero mi viejo siempre se aseguraba el lugar desde el cual la tele podía verse al menos de lejos.
Mi vieja también elegía siempre los laterales. La cabecera era de mi papá.
Los laterales, la comida que quedaba, el lugar menos deseado, siempre.
Me río porque me viene a la cabeza una situación. Resulta que cada vez que hago tres huevos fritos, inevitablemente uno se rompe e inevitablemente ese es el que elijo yo. Los dos sanos se los sirvo a mi hijo y a mi esposo.
La porción que se rompió, el lateral de la mesa.
¿Qué más?
¿Cuántas acciones, sutiles, intrascendentes, aprendimos a aceptar como si fuesen elecciones propias?
No hablo de grandes sacrificios.
Hablo de pequeñas porciones de tiempo y de espacio que ocupamos en la mesa, en la calle, en el mundo.
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Durante siglos fuimos el espejo de crueldad en el que pudieran reflejarse las otras mujeres.
Aprendimos a ser juezas de las otras.
Aprendimos a cuestionar, a debatir, a analizar las otras maternidades. Porque eso es lo que nos enseñaron. Eso es lo que hacíamos.
Eso es lo que más cuesta desarmar.
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Últimamente mi vieja aparece mucho en mi mente. Me he dado a la tarea de transcribir una serie de entrevistas que le hice en los últimos tiempos con las que deseo hacer algo.
Es raro, tengo muy cerca su voz que me cuenta sus historias.
Pero además, en cada audio se deslizan otros registros, alguna conversación cotidiana, un chiste, una discusión.
Se me ocurre pensar en que no hubo nunca una persona más cercana a mí que mi vieja.
Hasta que llegó Juan.
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Ayer fue el día de la madre y vino a almorzar mi suegra.
En la sobremesa, Juan propuso jugar a la escoba del 15, un ritual que tiene con su abuela desde hace años, aún cuando todavía le costaba sumar hasta quince.
Mientras jugábamos había chistes, alianzas, competencias, burlas. Lo que suele ocurrir cuando cuatro personas juegan a un juego cualquiera.
Pero de pronto tomo distancia y miro la situación. Es algo que me sale muy seguido, sin pensarlo demasiado. Mentalmente me corro y miro.
Así que ahí estaba, observándonos jugar a los cuatro. Y entonces se me ocurrió: “¡Guau, estos dos salieron de adentro de nosotras dos! ¡Qué loco!”.
De verdad, algo tan obvio ¿no? De pronto vi todo con otros ojos.
Ahí estábamos nosotras dos.
Mujeres.
¿Cómo no iban a acusarnos de brujas, malas mujeres, despiadadas, manipuladoras?
¿Cómo el poder no iba a meterse con nuestras decisiones de dar vida o no darla?
¿Cómo no intentar menospreciarnos, controlarnos, contenernos?
Somos diosas. No hay dudas.
Y no quieren que lo sepamos.
ahhhhh, qué belleza! nada más que agregar!
ResponderBorrarSiempre podemos agregar!💜💜💜
BorrarEs muy tierno tu contar, muy dulce. Algo de eso pensé también. El maternar te lleva a ese espacio sumamente amoroso hasta con las pequeñas cosas, son inconscientes y son necesarias para la humanidad. Una vez me dijeron hay que ocuparse de las pequeñas cosas, porque las grandes se ubican solas. No quiero romantizar tampoco las acciones y que sean obligatorias, son naturales si así te salen, no requieren sumisión sino ternura. También requieren de que se valoren para que en la humanidad siga estando ese sentimiento de maternar y que lo lleve adelante un ser sin importar su género.
ResponderBorrarNo sé cuánto queda de natural en nuestras acciones. Pero siempre pienso que el problema no es que nosotras cuidemos, eso es hermoso, el problema es que muchas veces cuidamos solas. Abrazos!💜
BorrarQue lindas reflexiones.Yo últimamente también pienso en mi mamá con mucha frecuencia. Ella se dedico a mi crianza y al cuidado de mi papá que enfermo muy joven..Luego cuando yo fui madre y trabaja muchas horas venia todos los días a mi casa
ResponderBorrarGracias por compartir tu recuerdo!!! Abrazo!!!
Borrarabrazo.Segui escribiendo.Me encanta leerte
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BorrarSOMOS DIOSAS!!
ResponderBorrarY YA NOS HEMOS ENTERADO. ( Por eso siempre trataron de pisarnos, someternos al poder de sus fuerzas y brutalidad, y fuimos muy inteligentes y sabias utilizando la sutileza y haciendo creer que ellos, los otros mandan jajaja).
💪💜💜💜
BorrarADEMÁS FORMAMOS EL SINDICATO MÁS SECRETO Y ANTIGUO DEL MUNDO, EL SINDICATO DE LAS MUJERES.! ;)
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