El tiempo y la belleza de los cuerpos
Hago morisquetas frente al espejo y confirmo que todas esas marcas que estoy viendo son el resultado de gestos repetidos infinidad de veces.
Si me río, por ejemplo, unas arrugas chiquitas se amontonan alrededor de mis ojos y cuando dejo de reír ahí están, un poco más tenues pero claritas. Los surcos alrededor de los labios son peores, avanzan en forma vertical y son como pequeñas cicatrices. Besos que quedaron calcados en la piel.
Además están esas otras, bajo el cuello, allí mi piel se ve como un papel suavemente gastado.
Arrugas.
¿En qué momento pasó esto?
*****
El chico del vivero me sonríe condescendiente. Yo le hablo de mis plantas, le explico detalladamente lo que les pasa y él, pura amabilidad, me responde. Pero es demasiado joven y no sabe fingir. En cambio yo, veterana, reconozco su sonrisa compasiva y me irrito.
Odio que me sonría de esa manera.
*****
Hace un año que no voy a la peluquería.
La última vez que fui la pasé mal.
En realidad, nunca la paso muy bien. Ir a la peluquería requiere de mi parte un enorme esfuerzo de voluntad.
Sé que para muchas mujeres ir la peluquería es parte de sus vidas cotidianas y además les da placer.
Pero no es mi caso.
A la peluquería voy poco y para ser sincera me produce más ansiedad que ir al dentista.
Inseguridades seguramente, y una que otra mala experiencia.
Y sí, alguna vez salí llorando de la peluquería.
Entonces, ¿para qué innovar si estamos bien así?
Eso pienso y voy postergando la visita.
Pero un día me miro al espejo y quiero un cambio. "Necesito hacerme algo en el pelo" pienso.
Pido recomendaciones y así, hace exactamente un año, llegué a un nuevo peluquero.
Cuando llego, entro al salón y tomo asiento para esperar mi turno.
El peluquero me saluda y me mira de arriba abajo. Después, mientras corta el pelo de otra mujer me pregunta qué quiero. Le cuento mi idea. Quiero mantener el pelo largo pero recortar las puntas, quiero un rebajado suavecito en el borde de la cara. Quiero...
"Dejame a mí, yo sé" me dice, "yo miro tu cara, tu cuerpo y ya sé".
Cuando me siento en el sillón, frente el espejo, me tira la primera sentencia: "El pelo largo ya no es para tu edad" y cuando todavía me duele el golpe me tira la segunda: "Hay que darle volumen al pelo para que quede armonioso, porque tenés cabeza chica pero tu cuerpo es ancho".
Ya está.
No empiezo a llorar ahí nomás porque acabo de perder hasta la capacidad de reacción.
La verdad es que al principio no soy consciente de lo que duele esa violencia verbal. Pero duele.
Hago un comentario tonto sobre mi cuerpo, algo que creo gracioso para descomprimir.
Un rato después salgo de la peluquería con un corte de pelo que no me gusta. Y además con la certeza de ser un mamotreto viejo y gordo.
Mientras camino por la calle me miro en cuanta vidriera cruzo pero la imagen que veo no me gusta.
No soy esa.
¿Y quién soy?
*****
Lo que me pregunté durante varios días es por qué las mujeres naturalizamos esas opiniones.
Porque esto no le pasa a un hombre.
¿Se imaginan a un hombre escuchando todos esos comentarios cuando va a cortarse el pelo? Por lo general el peluquero pregunta cómo quiere el corte, cuánto corta y punto, ahí termina su trabajo.
¿Por qué a ellos no les dicen si el pelo así esta bien para la edad o el aspecto físico?
¿Por qué a nosotras sí?
*****
En definitiva, ¿soy esta que se ve al espejo?
¿Soy o estoy? Tremenda sutileza. Pero en definitiva, una gran parte de nuestras interrelaciones se generan y condicionan a través del lenguaje, que, dicho sea de paso, no tienen nada de sutil.
¿Soy la que veo en el espejo?
¿La que veo, la de quince, la de los venti o a la de los cuarenta?
¿Soy vieja o estoy vieja?
¿Puede definirme el paso del tiempo sobre mi cuerpo o el paso de los años?
¿O soy todas las que fui?
*****
¿Por cuántos estados pasó mi cuerpo?
Mi cuerpo.
Mi cuerpo de niña, trepando, saltando, jugando.
Mi cuerpo que menstrúa y el acné que aparece justo cuando más insegura me siento.
Mi cuerpo adolescente, mi cuerpo que se transforma en senos cadera y cintura.
Mi cuerpo que descubre el placer junto a otro cuerpo, la caricia, el beso, el sexo.
Mi cuerpo que entristece y se angustia y se enferma y el hipertiroidismo y más tarde el hipotiroidismo.
Mi cuerpo ya maduro que se hincha, se expande para alojar una vida nueva.
Mi cuerpo en menopausia, que empieza a envejecer, a molestar, a engordar, a doler.
Mi cuerpo que a veces me da avisos de precaución.
Y yo, que estoy aprendiendo a escucharlo.
*****
Hace mucho tiempo fui joven y delgada, pero nunca me sentí conforme. Mucha panza, muslos enormes, rasgos poco delicados, un cuerpo demasiado grande.
¿Era importante todo esto?
Decir que sí puede parecer superficial pero decir que no sería hipócrita.
Hubo épocas. Yo quería sentirme flaca y linda, como las chicas de las revistas. Eso era lo que más anhelaba.
Flaca, esbelta, atractiva.
Y aunque siempre le presté atención a otras cosas, aunque estudié, leí, cultivé mi inteligencia, siempre creí que las mujeres hermosas debían ser muy felices.
*****
A los treinta y pico empecé con las dietas. Tenía algunos kilos más. Después pasó el tiempo, y adelgazar se volvió una tarea ardua.
Y ahora, cuando veo fotos de otros años, no puedo creer que me molestara ese cuerpo. Me gusta ver como era entonces, aunque en ese tiempo no me gustaba demasiado.
Lo interesante es que dentro de diez años, cuando mi cuerpo esté más grande, voy a añorar el cuerpo de hoy.
Aprendimos a estar disconformes, a correr detrás de un deseo prácticamente imposible, efímero.
¿Por qué siempre así?
*****
Sí claro, debería sentirme conforme conmigo misma.
Con mi pelo canoso, con mi cuerpo cincuentón y con todas mis decisiones.
Pero hay un mundo que me cuestiona, que me interpela.
Entonces me miro en los ojos de los otros y todo el discurso de la autovaloración se hace trizas. Todo está bien hasta que voy a la peluquería y me dicen gorda y vieja, o el chico del vivero me trata como si fuera una viejita boba.
*****
Pienso en la niña, en la adolescente, en la joven que fui. En el deseo de ser bella, en mis complejos.
Me miro con ternura.
Yo quería ser flaca como las chicas de las revistas, de las películas. Pero nunca alcanzaba esa meta.
Y hubo momentos, esporádicos, desordenados, pequeñas situaciones en las que creía ser hermosa.
Pero después no.
Siempre quedaba lejos.
*****
Son las diez de la noche de un sábado y estoy preparándome para salir. Tengo veintilargos.
Cuando estoy lista me miro al espejo. Tengo puesta una pollerita y me gusta como me queda. Siempre me dicen que tengo buenas piernas pero a veces me da vergüenza así que casi siempre uso pantalón.
Pero hoy no, hoy me animo. Pollera y botas.
Salgo de casa y empiezo a caminar, rápido porque está oscuro y me da un poco de miedo.
Cuando llego a la zona de los boliches empiezo a caminar fingiendo seguridad. Un grupo de chicos adelante, está conversando. Paso rápido y finjo ignorarlos, pero estoy pendiente.
¿Y si no me dicen nada?
¿Y si me dicen algo feo? ¿Entonces qué?
Me miran, siento todos esos ojos en mi cuerpo. Los escucho, elogios y groserías.
"Qué pedazo de mujer" dice uno de ellos y yo, que ya los dejé atrás, sonrío.
Sí, confirmado, hoy estoy linda.
*****
Durante muchísimos años de mi vida sostuve creencias que sólo sirvieron para dañar mi autoestima.
Linda, fea eran estados transitorios que sólo podían ser definidos por la mirada de los otros, especialmente la de los hombres.
Durante gran parte de mi vida creí realmente que me gustaban los piropos, cuando en verdad lo que me gustaba era sentirme validada, aceptada.
Aprendí desde muy chica que la mirada y los dichos de los varones me definían.
El problema no es el piropo en sí, la frase galante. El problema es naturalizar que alguien, cualquiera, este habilitado para opinar sobre nuestro aspecto. Porque si bien a veces podía ser agradable, de igual manera podía ser algo negativo o violento.
Y yo quería que me digan algo lindo, que me miren, que no me ignoren.
Lo pienso ahora y siento que toda esa construcción era demasiado frágil, demasiado pesada para una piba de quince, veinte, incluso para una mujer adulta, para cualquiera.
Creo que los hombres no necesita la aprobación femenina para moverse por el mundo.
¿Cómo es que aprendimos a ser validadas por la mirada ajena?
*****
Y en ocasiones también padecemos la mirada de las otras mujeres, amigas, familiares, compañeras de trabajo, también nos están juzgando.
"Mirá lo que se puso", "Estas mas gordita ¿no?", "¿Te pasó algo en la cara?", son algunas de las frases que más recuerdo.
El comentario femenino puede ser despiadado, mucho más atento al detalle.
Ya escribimos mucho sobre cómo aprendimos a competir entre nosotras, como vigilamos la estética de las otras. Es fácil, si estoy del lado que juzga, no soy juzgada.
Y otra cuestión, mientras intentamos escapar del paso de los años, mientras corremos detrás de un ideal de belleza siempre inalcanzable, mientras estamos atentas al aspecto de las otras, nos tienen ocupadas.
Por suerte estamos cambiando, empezamos a construir nuevas formas de vincularnos. Pero es de a poco. Todavía nos importa la mirada de las otras.
*****
Me cuido. Quiero decir que me ocupo de mi cuerpo, bastante.
Hago gimnasia, camino, trato de tener una alimentación balanceada.
Quiero y necesito que mi cuerpo funcione de la mejor manera.
Todavía añoro a la flaquita que alguna vez fui. Pero ya no estoy pendiente de mi peso, ya no espero y desespero por unos kilos de más.
Con los años vino también una paz y una seguridad que nunca antes tuve.
No compito más. No compito con las otras y especialmente no me peleó con la que fui, con la que hubiese querido ser.
Tengo la sensación de haberme corrido de una carrera insoportable y desquiciada.
*****
Hace muchos años, cuando aún era joven y soltera, sentía a veces la mirada despiadada de mis alumnas: ¿Qué se puso? ¿Está más gorda? ¿Qué se hizo en el pelo? Era un tribunal de lo más riguroso.
Por esos tiempos compartía el curso con una colega adorable, mucho más grande que yo, y en algún momento advertí que con ella eran menos exigentes. No la criticaban ni le prestaban demasiada atención a su aspecto.
"Hay una edad en la que te dejan en paz" pensé.
Y es relativamente cierto, después de los cincuenta una parte del mundo dejó de prestarme atención, y lo agradezco. Ya no estoy tan pendiente de que me validen las miradas externas.
Hay artículos escritos sobre esta cuestión. A partir de los cincuenta, parece ser que las mujeres comunes y corrientes dejamos de ser miradas con ese ojo atento que juzga quién sí, quién no. Básicamente para el mundo ya no somos necesarias. Hemos perdido la capacidad de reproducir, hemos perdido la juventud. Ganamos sabiduría, seguramente, pero eso no es importante para un mundo atento y preocupado por la baja en la taza de natalidad.
En el mundo de Gilead seríamos "tías". Pero cuidado, porque si las tías se rebelan, pueden enseñarles mucho a las jóvenes criadas.
Ser invisible tiene sus ventajas.
*****
De todas formas, anda por ahí, sobre todo en las redes, el juzgómetro que define cómo estamos llegando a esta etapa.
¿Todavía somos atractivas? ¿O ya no?
*****
Todavía soy capaz de correr un colectivo sin agitarme demasiado.
Puedo sentarme en el piso y levantarme con facilidad.
Puedo cargar peso sin que me duelan los brazos o la columna.
Podría decir que me siento joven.
Aunque claro, cuando realmente era joven todo eso ni siquiera me importaba.
*****
Porque en la esencia, yo sigo sintiéndome una piba, me dice mi amiga.
Me pasa lo mismo. Soy yo, soy la misma.
¿Se entiende?
Y no es que me hago la pibita.
Llevo un buen registro de mi vida y tengo bastante claro por dónde ando.
Las cuentas me salen solas.
No niego los años.
Pero sigo siendo la misma piba ¿se entiende?
Mis emociones, mis deseos, mis temores, están ahí.
Soy yo, adentro de este cuerpo.
*****
Ahora, justamente ahora que estoy tan bien conmigo, tan en paz, ahora que empecé a derribar tantas inseguridades, ahora que sé lo que quiero, justo ahora empieza el declive.
*****
Pensaba en estos días en todas las cosas que antes me importaban y ahora no.
A los veinte era capaz de cancelar una salida si no había ido a depilarme, tener panza era un gran problema y el acné una catástrofe.
La ropa tenía que quedarme bien, aunque apretara, aunque fuera incómoda.
No tener novio era sinónimo de fracaso y si algún chico me decía algo feo me generaba una inseguridad enorme.
Aclaro, por si es necesario, que nunca fui la persona más atenta a estas cuestiones. Sin embargo, ahí estaba yo, intentando coordinar toda esta lista de exigencias aprendidas y heredadas con mis propios deseos y necesidades. Se me ocurre que tantos requisitos, tantas exigencias dificultan a cualquier persona construir un camino saludable de autorrealización.
Por eso disfruto hoy, cuando todas esas preocupaciones no son ya importantes.
Creo que esa es nuestra revancha. Si pudimos llegar hasta acá, si logramos atravesar ese monstruoso mecanismo, si sabemos quienes somos, este tiempo es nuestro. Y en este tiempo podemos construir mucha historia.
¿Qué puedo decir? Maravillosa esta nueva etapa en la que todo eso que antes me preocupaba ahora me ne frega.
Excelente Clau! Me hiciste reír con lo del peluquero!! Andá a otro!!
ResponderBorrarSin dudas!!!
Borrarayyy,Clau...me pasa todo eso junto y un poco más......pero,como no la estoy pasando bien,no estoy siendo amorosa con mi cuerpo.....necesito recuperar la amorosidad,""que nunca tuve,con él""",voy a proponermelo......espero lograrlo!!! Gracias,por tu crónica,que me ayuda a mirarme....
ResponderBorrarNos enseñaron a ser exigentes y no amorosas con nuestros cuerpos. Qué bueno que te haya servido! Abrazo enorme.
BorrarNo es fácil... Te dicen" de los cuerpos no se habla" adelgazas 100 gs y tus más amigas, las más feministas te aseguran que estás hermosa... Cuando bajaste.
ResponderBorrarEstás un poco más gorda.. y tus amigas , las más feministas te pueden correr el plato de comida cuando estás sentada en una mesa.. y te dicen, " te cuido" es por tu salud".... Odio
Siiii, falta tanto!!!
BorrarVengo a desmentir la idea de que al hombre no se le discrimina el cuerpo. Se discrimina igual que a la mujer. Hay una idea hegemónica de como tiene que ser el cuerpo y esto es para ambos sexos. Solo hay que ver a las estrellas de la televisión, a los galanes, a CRIS NORENA Y SUS PRODUCCIONES!!
ResponderBorrarCuando era chico nos burlabamos del gordo, porque era gordo, y de mí de burlaban por ser flaco y cabezón jaja.
Aprendí a convivir con mí cuerpo y eso que renegue mil veces con él, con como era, porque sabía que ni yendo al gimnasio iba a tener el cuerpo o la CARA de las personas a las que les queda bien ir al gimnasio. Se complica más cuando te das cuenta que tenés cuerpos "ectomorfos, mesomorfos y endomorfos" y entonces ya no se trata solo de ir al gimnasio. Sino de una cuestión genética también. Pero bueno, repito. Aprendí a aceptarme como soy. Y aveces me siento lindo y otras terriblemente feo, pero es lo que hay. No son cosas que me importen jaja Total hay gente más fea que yo 🤷🏻
Gracias por tu respuesta. Muy fuerte todo lo que contás y qué difíciles construir una imagenque nos agrade. En realidad nunca dije que al hombre no se lo discrimine, o que no tenga complejos. Pero creo que las presiones y los mecanismos sociales son otros. Abrazo!!!
BorrarFlor de HDP el peluquero .Yo me hubiese levantado y hubiera dado un portazo
ResponderBorrarJaja! Gracias por la indignación! Creo que nos acostumbramos demasiado a estos comentarios.
Borrar