El 8M


En lo que va del 2021 ya hubo más de 40 femicidios.

Cada vez es peor.

Nos matan.

Nos matan y nosotras seguimos gritando:

¡Paren de matarnos!

Porque la violencia machista existe, existe de manera concreta. Porque no es un invento de las "feminazis". Porque lo vivimos cada día.

Existe, y tiene su aspecto más atroz en cada femicidio, en cada travesticidio y en cada transfemicidio. 

Sí. La violencia machista existe a tal punto que la empezamos a vivenciar, a sentir, desde que comenzamos a habitar este mundo.

Porque cuando la denunciamos estamos denunciando un tipo de violencia que se comete contra nosotras de manera estructural y que condiciona nuestras decisiones, nuestros cuerpos y nuestras emociones.

Es una violencia cotidiana, enraizada, naturalizada.

Es una violencia que se nos va metiendo en el cuerpo y en la mente, y no se va más.

Empieza con frases tan sencillas como "ayuda a mamá en la cocina" mientras los varones de la casa conversan.

Y sigue con aquel señor que un día te acaricia sin tu consentimiento.

Es el noviecito que te insulta porque sí, porque se le dio la gana.

Es el pibe que te obligó a tener sexo porque "para que lo provocaste".

Es el tipo que te tocó el culo en el colectivo.

Es el que te siguió por la calle de noche mientras te decía "Vení mamita que te chupo toda".

Son los boludos que festejan estas historia porque "seguro que te gustó".

Es el que en el boliche te midió de arriba abajo como si fueses "algo" que está en exhibición.

Es el jefe que te trata como si fueses tontita y te dice "vos no entendés".

Son las que comentan que aquella no trabaja porque es ama de casa y la mantiene el marido.

Son, también, los que te toman examen para saber si merecés estar ahí donde estás.

Es el obstetra que se ríe de tus deseos y emociones y te trata como una nena caprichosa.

Y es el padre de tus hijos, que un día decidió que ya no quería esa responsabilidad y se tomó el palo. 

Son los chats de los tipos que comparten videos machistas. 

Son las maestras y la directora que te cuestionan porque no podés ocuparte más y mejor de tus hijos.

Es el imbécil que dice que no puede discutir con una mujer linda.

O el imbécil que pregunta qué título tiene esa mina para estar ahí.

Y son, claro, todos los que durante siglos tejieron desde el poder nuestra historia y se ocuparon de ocultarnos, los que nos borraron de las revoluciones y de la poesía, de la ciencia, de la política y del arte.

Pero acá estamos.

Estamos.

Encontrándonos.

Recuperando la voz.

Cuestionando la historia,  y reconstruyendo el camino.

Este 8M no se marcha, pero este 8M se para y como siempre, se lucha.



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