Me quedo con el amor

 Hoy mi tío Simón se fue y duele un montón.

Ya era viejito y creo que vivió una vida muy feliz. 
Pero duele tanto.
Muchísimo.

Duele la ausencia y duele esta no despedida. Está distancia de mierda duele.

Quiero decir que la partida de mi tío Simón me conmueve de la forma más egoísta.
Yo quería que se quede, como sea. Quería saberlo por acá, cerca.

Quiero contarles de mi tío. Simón era el hermano varón de mi mamá. Junto a sus hermanas, Raquel, Tamara y Matilde, mi tío se crió en el campo, en Rivera, una colonia judía muy cerquita de La Pampa.
Allí, jugaban mucho, andaban a caballo, estudiaban.

Sé que mi mamá lo amaba de manera absoluta. A veces jugaban a las visitas, y entonces mi tío era el recién llegado y mi mamá la anfitriona que debía ir a buscar el agua al pozo. Durante años y años escuché esa historia, entre recriminaciones y risas.

Simón creció y se convirtió en un muchachito lindo y muy tímido. Para poder estudiar, un día se fue a la ciudad, a la casa de unos tíos.
Mi mamá lo extrañó muchísimo. Durante un tiempo se escribieron. Alguna vez leí una de esas cartas, o no, no sé, quizás me la contó mi tía Matilde con esa habilidad que tiene desde siempre para decir como si uno lo estuviera viendo. En esa carta, la niña que era mi mamá, le contaba detalladamente acerca de cada nacimiento de las crías de los animales y de cada cosecha.

Con el tiempo los cuatro hermanos se reunieron en Buenos Aires. Alquilaron una casita y pudieron sostener sueños y proyectos, así, unidos.

Me contaba mi mamá de aquellos años de trabajo en fabricas textiles; de mí tía Matilde, la más chica, ocupándose de las tareas de la casa y de la cocina; de la militancia política; de las actividades en el club; de su único vestido para salir; de las salidas en barra con amigos y de las milongas, de las chicas que suspiraban por mi tío y de los celos que eso le producía.

Me parece que siempre admiré esa suerte de cooperativa familiar que construyeron los cuatro hermanos.

Después, con el tiempo, mi bobe y mi zeide, mis abuelo claro, pudieron venir a vivir a Buenos Aires también.

Mi tío, igual que sus hermanas, era un muchacho muy trabajador, un gran tipo, honesto, buena gente. Era un militante comprometido y sé que alguna vez cayó preso por esa razón. En el fondo nunca dejó de ser ese chico tímido que llegó del campo a descubrir el mundo.

Con el tiempo los cuatro se casaron con gente linda como ellos y tuvieron sus hijos, nosotros, gente linda también.
Y aunque cada uno armó su vida, yo creo que nunca dejaron de estar unidos en esa conexión especial que siempre les sentí.

Y creo que de alguna manera, esa conexión nos fue transmitida a nosotros, sus hijos.
Por eso quizás nos cuesta tanto levantarnos de la mesa en un festejo familiar, por eso no paramos de contarnos cosas cuando nos vemos, por eso el mate, la palabra y la risa están presentes en cada encuentro.

Yo quiero parecerme a ellos y por eso trato de enseñarle a mi hijo quiénes somos y cuál es nuestra historia.

Cuando nació Juan se fue mi mamá y mi papá ya no estaba hacía tiempo. Pero puedo decir con orgullo que mi hijo tuvo y tiene a sus tios abuelos y que el amor que recibió y recibe no se puede parecer a nada.

Mi tío era como un osito lindo y dulce.
Tipazo es el sustantivo que además lo califica.

Me quedo con todo eso.
Me quedo con el amor, tan necesario en estos días difíciles.

Comentarios

  1. Mucho amor en estas líneas Azorada.
    Transmite un fuerte amor a los vínculos de una familia que está presente a pesar de todo.
    Abrazo fuerte ♡
    Abrazo fuerte ♡

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  2. Precioso....
    Que hermoso debe ser tener una familia extensa.

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  3. Hermoso,como el tío,como vos,como tu familia ,como la amistad...y otra vez me hiciste llorar...abrazo desde el alma a toda la familia

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  4. Leerte y mas en estos tiempos es un balsamo , como no conocer al tio Simon tal cual como vos lo describís , tranquilo , buenazo , pero sobre todo muy muy observador .( no debe haber sido fácil convivir con tres mujeres como hermanas jeje)Beso enorme

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