Un día cualquiera en la escuela

Seguramente no me vas a creer.

Me vas a decir que exagero, que miento, que no puede ser.

Y ojo, te entiendo ¿sabés por qué? porque yo misma me sorprendo a diario.

Es que lo extraordinario suele ocurrir ante nuestros ojos todo el tiempo.

Si te cuento, por ejemplo, que hay un pibe que dormía en la calle, y que un día cualquiera se cruzó con una docente que, seguramente, y esto me lo imagino, le habló, le insistió y lo retó, un poco con dureza y un poco con ternura. como sólo las docentes sabemos hacerlo. Si te cuento que ese pibe volvió a la escuela, aunque la escuela no le alcance para silenciar todos los dolores del alma. 

Si te cuento las historias que los chicos nos cuentan, y que escuchamos muchas veces sin saber qué decir. Historias de dolor, de desamor, de abandono. 

Si te cuento que alguno de esos chicos es igual, o quizás el mismo, que aquel que sale en las noticias porque robó, porque mató, igual o el mismo que aquel que la gente dice "si termina muerto se lo busco", "por algo terminó así", "podría haber buscado otro camino".

Si te cuento lo indefensos que los vemos, lo chiquitos que son, y lo difícil que es enseñarles cuando vienen salteado, cuando les duele el alma, cuando nada les importa porque están tan solos.

Somos docentes. 

No hablo de gente extraordinaria, perfecta, impoluta. Hablo de personas tan comunes como vos y yo. Personas que a diario trabajamos mal, bien, a medias, nunca igual. Somos las mismas que en ocasiones enseñamos conceptos obsoletos, que nos salteamos temas importantes, las mismas que pecamos de autoritarismo, de soberbia. Las  que tantas veces no entendemos y nos equivocamos. Las mismas.

Te sigo contando?

Te cuento de una docente que, sin ir más lejos, las clases que más disfruta son aquellas en las que le hace zancadillas a la planificación, aquellas en que las cosas toman otros rumbos, como cuando dejó todo a un lado y empezó a leer con los alumnos poesías de Martí "Cultivo una rosa blanca...", o de pronto el sueño de un dragón de Gustavo Roldán ¿Y todo por qué? Sencillamente porque una bibliotecaria loca y apasionada logró que los chicos cada día revoloteen entre los libros buscando, eligiendo, pidiendo más y más literatura. Magia de la verdadera. Chicos que nunca disfrutaron de la lectura, llegan al aula cada uno con un libro. Pero ese libro, te cuento, resulta que no es sólo un libro. Es un mimo al alma para cada chico. Porque atrás de ese libro hay una docente, una bibliotecaria, que pensó en él, en ella, que ayudó a buscar, a elegir, que recomendó "Llevate este", "Aquel otro te va a encantar". Y entonces ocurre esa magia y las tristezas, y los miedos, y las angustias se pueden enfrentar mejor por un ratito aunque más no sea.

Te cuento, así es un día cualquiera en la escuela, ni más ni menos que eso.




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