Espejismos

De pie frente al espejo, me miro. Me miro de frente y de perfil, me doy vuelta, meto panza, me estiro.

Y entonces me doy vuelta y pregunto "¿Cómo estoy?".

¿Por qué pregunto? ¿Por qué preciso la mirada de otro para confirmarme?

Pregunto porque necesito aprobación.
Porque soy vulnerable.
Porque temo.

Repleta de ansiedades, de angustias, de temores y de presunciones, la reina Grimhilde, la madrastra de Blancanieves, también pregunta frente al espejo quién es la más bonita.
Necesita saber si todavía tiene ese poder, el de la belleza.

La respuesta es cruel.

La más bonita, dice el espejo, no es ella sino esa otra, la más joven, la flor nueva.

Envejecer, engordar, estar desaliñada. Todas son razones por las que nuestros cuerpos pierden valor en el mundo-mercado.

Pero el espejo miente.

Pero eespejo es pura apariencia. 
Una trampa que nos paraliza, que nos detiene, que nos reconfigura.

Una trampa que define a nuestros cuerpos como territorios de conquista y de consumo.

Como en el cuento tradicional, cada una de nosotras contemple su imagen en el espejo, una y otra vez, y pregunta, y se pregunta, si es en ese instante la más bella.

"¿Cómo estoy?" Pregunta alguien a un novio, a un esposo, a una amiga.
"¿Cómo estoy?" Se pregunta a sí misma, paradas frente al espejo.

"Cómo estoy?" Igual que la madrastra de Blancanieves le urge saber si está, si todavía es.

Joven.
Flaca.
Linda.

Crecimos cuestionando a nuestros cuerpos, con un "¿Cómo estoy?" normalizado y normalizador.
Crecimos aceptando docilmente la mirada de un otro, la mirada que inspecciona, que hurga, que elogia o que cuestiona.

Fuimos además espejo de las otras, adiestradas en esta tarea de reglamentar los cuerpos.

Aconsejamos, cuestionamos, nos burlamos, excluimos.

Conocimos cuáles eran las reglas para que no se noten tanto nuestros cuerpos no hegemónicos, para que no se note el paso del tiempo.
Para que no se note.
Tapar, disimular, ajustar, exponer. 

Crecimos con esas premisas.
Diciplinadas sin darnos cuenta de estar siendo diciplinadas.

Cuantas veces necesitamos la aprobación de los demás?
Cuántas veces preguntamos "cómo estoy"?
Cuántas veces censurando a las otras?

Nuestros cuerpos son espacios de disputa. 

Cuerpos normalizados, reprimidos, ajustados, disimulados.

Cuánto tiempo estaremos paradas frente al espejo, preguntando una y otra vez "¿Cómo estoy?".

Cuándo podremos romper los espejos en mil pedazos, destrozarlo para siempre?

Cuándo podremos escapar del espejismo?




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