Vivir es un derecho

El otro día estaba haciendo trámites y pasé por Tribunales. ahí estaban, montón de organizaciones, acompañado y apoyando la lucha de Higui.

En la esquina la vi, charlando con otras mujeres. Me hubiese gustado acercarme, decirle algo pero no me animé.

Horas después hablaba de todo esto con mi amiga. Hablábamos de cómo nos conmueve y nos moviliza su lucha. Porque la causa de Higui va más allá de lo personal. 

Su causa, la nuestra, es contra el prejuicio y contra la discriminación.

Entonces mi amiga me dice que aprendió mucho en los últimos años y que no siempre fue así.

Mi amiga dice que hoy reconoce y lamenta todos los años de silencio y de complicidad.

Porque hay que hacerse cargo del camino recorrido, dice mi amiga, y de lo que fuimos soltando para llegar hasta acá.

Dice que lo lamenta.

Yo también lo lamento.

Lamento cuando me reí porque aquel periodista llamó "Roberto" a una actriz trans. Fue en aquel programa de varones cancherísimos que se burlaban de todo lo que no era hegemónico.

Lamento haberme reído también cuando veía esas series y esas películas en las que imitaban grotescamente a las persona gay.

Lamenta el "No seas maricón" que tantas veces dije cuando alguien tenía miedo, como si el miedo tuviese género, como si el miedo fuese una muestra de debilidad que todo buen varón debe rechazar.

Lamento el baile del mariposón.

Lamento ese "trava" dicho despectivamente.

Lamento mis miedos y mi ignorancia. 

Lamento no haber entendido antes.

Lo lamento porque nunca me consideré homofóbica, pero lo fui. Porque mi inacción, mi desinterés y mi risa me hicieron cómplice.

Porque nunca me cuestioné la risa y el silencio.

Fui cómplice del dolor y la marginación.

Fui cómplice de la incomprensión.

Fui cómplice de este mundo heterocentrista.

Fui cómplice del maltrato.


Ayer absolvieron a Higui.

Eso es lo más importante.

Y la calle repleta de cantos, de abrazos, también es importante.

Si Higui hubiese estado sola, si alrededor hubiera sido todo silencio, estoy segura de que el resultado hubiese sido otro.

Pero no estuvo sola, y la calle fue una fiesta.

Entonces, en medio de toda la multitud, Higui agradeció a todos los que la acompañaron. Y como la lucha por la vida es una sola, desde el micrófono preguntó:

 "¿Dónde está Tehuel?" y toda la calle gritó también.

Por Higui, que nunca debería haber sufrido  ninguna de las violencias que sufrió.

Por Tehuel.

Por todas las personas que a diario transitan situaciones de marginación y segregación.

Porque la vida no debería ser tan difícil. 

Porque vivir es un derecho y no un privilegio.

Y porque estamos, porque esta vez estamos.




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