Soñar el miedo


El sueño es bastante largo y de la mayor parte tengo fragmentos, imágenes sueltas. 

Es de madrugada, hay mucha gente a mi alrededor y estoy con ropa de fiesta. Tengo unos zapatos  muy incómodos. Pero de pronto todo cambia y estoy caminando sola por una zona céntrica, llena de vidrieras. Los zapatos me siguen molestando. Los miro y compruebo que están rotos.

Ahora me quedo completamente sola y mientras camino empiezo a lamentar todo, el silencio, mis zapatos rotos. Ya no estoy en el centro, eso es seguro. Voy por una vereda demasiado angosta haciendo malabares y me cuesta caminar con esos zapatos. Me topo con un hombre robusto, sentado en una silla en medio de mi camino. El hombre no se mueve y no puedo pasar. 

Bajo a la calle pero cuando lo hago aparezco en un patio muy pequeño y oscuro. Tiene muros altos y me doy cuenta que estoy atrapada. Miro hacia arriba y sobre el muro veo al hombre robusto que me observa. Es enorme, parece un titiritero y yo una marioneta. "Me caí" le digo, pero no me responde. Trepo el muro para salir. Estoy por saltar cuando escucho su voz "Mirá si justo me encontrabas desnudo" dice. Siento el tono lascivo de su voz y sé que estoy en peligro. Un frío helado golpea mi columna vertebral y siento que el corazón me explota. Mientras salto el muro hacia afuera sé que él tipo está corriendo hacia mí y también sé que no tengo chance. Caigo como puedo. Adelante solo hay campo desolado y mis zapatos están rotos.

Me despierto aterrada. Tardo un rato en tranquilizarme.

Miedo conocido.

Mientras desayuno, todavía siento el miedo como un eco en mi columna vertebral, y me acuerdo de una poesía tremenda de la queridísima Alfonsina:

Los malos hombres

Amigas: defendedme,
Me han hecho un grave daño,
En una mala noche
Fieltro malo me han dado...
Sabed, amigas rubias,
Las de los dulces labios,
Sabed, amigas rubias,
Que por la vida andando
Unos hombres -tres eran-
Me salieron al paso.
Oh, amigas, defendedme,
Que perezco de espanto...

Eran aquellos hombres
Lúgubremente largos...
Secos como esqueletos,
Blancos como mis manos.
La nariz, de cortante,
Pudiera dar un tajo.
Los ojos se escondían
Felinos, bajo el párpado,
Y eran finas, muy finas,
Finísimas sus manos.

Oh, amigas, en silencio
Aquéllas me apresaron:
Seis tenazas heladas
Me tendieron un lazo
Contuvieron mi llanto,
Seis cadenas humanas
Me domaron los brazos.

Amigas, esos hombres
Los ojos me vendaron.

Las flores que llevaba
Las tiraron al barro.

Un alfiler al rojo
Pecho adentro me hincaron.

Ungiéronme los labios
Con aceites amargos.

Con abrojos y zarzas
Mis dedos maniataron.

Me dijeron que yo
Soy un pobre guijarro.
Me dijeron que Dios
no es ni bueno ni malo,
Pero que aquél no es nada
Y yo, en cambio, soy algo.

Después...después...crueles
Rieron de cansancio...
Después...después...crueles

Riendo se alejaron.
Y yo quedé vencida
Sobre el camino largo.

Amigas, desde entonces
Tengo el cuerpo embrujado.
Amigas, desde entonces
Resiste grave el daño

Amigas, desde entonces
Me persigue el espanto.
..................................................

Nunca salgáis de noche,
Las de los dulces labios.

Nunca salgáis de noche,
Ni con cielo estrellado.

Los hombres andan sueltos,
Como perros sin amo.

...Y eran tres hombres secos,
Lúgubremente largos.


Me impacta como Alfonsina pudo poner palabras al espanto. Creo que en su tiempo habrá sido novedoso, una violación contada en primera persona, por una mujer. 

El espanto.

No viví nunca una situación igual pero sí muchas otras que de a poco instalaron el miedo.

Por eso el sueño. El sueño es el miedo instalado.

Sentir el peligro, el espanto, como dice Alfonsina. Cerrar el puño contra el pecho y apurar el paso, correr, entrar en un lugar iluminado, buscar el tumulto para sentirme a salvo.

Conozco ese miedo. Crecí con él.

Miedo de manada.

Tan pronto como aprendemos lo más básico del sexo, empezamos a descubrir el peligro de ser violadas. Es un terror que nos acompañará toda la vida, y que en muchísimas oportunidades sentiremos muy cerca. Es un alerta y también es una forma de disciplinamiento. Desde chicas aprendemos que hay horas y lugares que no son para que andemos libremente.

Cuando nos atrevemos a contar nuestros miedos, los hombres que nos rodean suelen ponerse a la defensiva. Ellos también pueden sentir miedo, nos dicen.

Claro, todos podemos sentir miedo.

Pero nuestro miedo es diferente a todos los miedos. Es un legado, un miedo ancestral, heredado. Es un miedo colectivo, un miedo de manada en peligro.

No se trata de un miedo absurdo, de locas obsesivas. Nuestro miedo tiene un origen, una razón, un género.

Ah, pero no todos los hombres son violadores, nos dicen. Por supuesto.

No son todos, claro. Pero tampoco son excepciones. 

No son todos, pero no son "algún degenerado".

Es un marido que avanza sobre el cuerpo de su pareja y no escucha que no. 

Es el novio que creyó que ella quería, aunque ella estaba borracha o inconsciente o dormida.

Es el pibe que pensó que si ella lo miró o le sonrió ahora se tiene que hacer cargo.

Cuando hablamos de violación, generalmente, hablamos de cuerpos femeninos abusados por hombres. Y no al revés.

Cuando hablamos de violación, hablamos de un sistema patriarcal que no cuestiona ni un poquito el por qué de nuestros miedos.

¿Por qué? ¿Con qué derecho hemos naturalizado que la mitad de la humanidad le tenga miedo a la otra mitad por lo que cualquiera de ellos podría llegar a hacer?

Quiero decir, entiendo que no todos los hombres son violadores y que les molesten las generalizaciones. Pero ¿No les molesta escuchar al compañero de trabajo contando cuántas minas se cogió? ¿No les molesta que alguien diga de una mujer que es una puta porque anduvo con muchos hombres? ¿No les molesta ser testigos de situaciones de acoso?

¿No les molesta saber que tuvimos que acostumbrarnos a convivir con el miedo?

Hemos normalizado nuestro temor.

En este punto alguien puede estar preguntándose si no estoy grande para sentir miedo.

Creo que nunca voy a dejar de sentir ese miedo.

No hay una edad para sentir miedo, ni hay un estado físico ni una estética particular.

Quiero recordar, por si es necesario, que no se trata de ser joven o vieja, fea o linda, gorda o flaca. La violación no es un acto de deseo sino una demostración de poder, de sometimiento.

¿Acaso serías capaz de dañar algo que te parece bello?

Claro que no.

Violar no es amar, ni siquiera desear. 

No hay nada "natural" en una violación, no hay una explicación biológica, física, o emocional. 

La violación, siempre,  es un acto político.

Que nos recuerda a las mujeres que es mejor y mas seguro quedarnos en casa, ser recatadas, salir con un hombre que nos cuide, no meternos en líos.

"El violador eres tú" dicen Las Tesis, y acusan al Estado, a los jueces, a las fuerzas policiales. Todo un enorme  engranaje que funciona desde siempre.

Patriarcado.

No es una palabra hueca. Desde hace siglos es el poder y es construcción de sentido.

Por eso, porque necesitamos terminar con el espanto es que lo tenemos que tirar abajo.

Hasta que no nos queden más pesadillas.


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Comentarios

  1. Rescato en tu sueño la valentía de salir del pozo a pesar del peligro que se anunciaba afuera. Eso es lo que hacemos. Salimos.

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