Nuestras voces
Dicen que fue una tal Eva la que empezó con todo esto.
La primera de esta historia.
Dicen que fue creada para el bien, para acompañar al hombre, para ser su sombra y su abrigo.
Dicen, también, que erró el camino y se alió al mal, vencida por la curiosidad.
Dicen.
Ellos.
Palabras arrebatadas, usurpadas.
Nos cuentan.
Zonzas, infantiles, peligrosas.
Bobas, crueles.
Inocentes y taimadas.
Nunca creas en una mujer, dice la historia.
Nunca creas en sus lágrimas ni en sus palabras.
Si lloran, fingen.
Si hablan, mienten.
Así fuimos relatadas, siempre.
Otras voces se ocuparon de nombrarnos, de decirnos, de contarnos.
Crecimos en silencio, escuchando esas voces, creyendo.
Ah, pero la historia tiene grietas.
Y nosotras, ya lo saben, amamos las grietas.
Las amamos.
Desde el fondo de la tierra, entre las grietas, nuestras voces se abren camino y crecen como brotes nuevos.
Por las grietas, nuestras voces se cuelan para ver la luz.
Nuestras voces, naciendo desde la oscuridad más profunda.
Nuestras voces, que ahora estallan en un solo grito.
Grito de brujas quemadas en la hoguera, grito de reinas enloquecidas, de guerreras y poetas, grito de mujeres sabias y rabiosas.
Grito que ya no puede ser silenciado.
Grito que no encontrara nunca más nuestro silencio.
Tu grito es mío.
Te escucho.
Ya no estás sola.
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