Paternidades
Me cuesta imaginar cómo sería mi vida con él hoy.
Si mi viejo viviera mi vida seguramente sería otra.
Muchas situaciones que atravesamos junto a mi mamá, no hubiesen sido iguales.
En los últimos años, la vida junto a mi papá fue muy difícil.
Él era muy difícil.
Con tanta vida sin resolver.
Los padres de antes...
A veces escucho hablar de los padres de antes y me pregunto si mi viejo se adapta a esa descripción general.
Los padres de antes no hacían esto o aquello. Ya escribí mucho sobre todo lo que mi papá no hizo, sobre lo que no pudo hacer, sobre las violencias que lo atravesaron y lo construyeron.
No lo extraño.
Pero era mi viejo y muchas veces lo quise.
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Había algo muy peculiar en mi viejo. Para todo momento tenía una frase, un refrán, un chistes o una copla.
¿De dónde salían?
¿En qué momentos de su historia habrán quedado registradas?
Estamos por cruzar una avenida con Juan, el semáforo está en rojo para nosotros pero la gente se apura y cruza. Yo lo miro y retengo su brazo:
_ Esperemos _le digo_ como decía el zeide Jaime...
_ más vale perder un minuto en la vida que la vida en un minuto _completa la frase Juan.
Sí, algunas ya se las sabe de memoria.
Frases con doble sentido, juegos de palabras, versitos populares. En cualquier momento aparecían.
Las dije yo y las dice Juan.
Mi viejo era y está a través de las palabras.
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Las palabras.
Siempre digo que de mi viejo heredé lo mejor, lo más bello.
Su militancia y su pasión por los libros.
Si había algo que lo perdía a mi papá era una librería, y si en esa librería había una mesa de saldos, no te puedo explicar.
En él se combinaba una gran contradicción. Era muy estructurado en sus pensamientos, y por ende, en sus lecturas. Literatura política, de izquierda, literatura rusa.
Pero también era muy curioso, así que compraba de todo.
Nuestras discusiones sobre Sartre fueron para mí un momento decisivo de mi adolescencia. Mi viejo no lo leía, no lo soportaba, no le perdonaba su decepción hacia el partido. Por eso fue tan extraño para mí, y tan conmovedor en el recuerdo, cuando de la nada un día cualquiera apareció una edición usada de "La náusea" arriba de la mesa del escritorio. Por supuesto que negó haberla comprado, pero no pudo ser nadie más que él.
En casa había muchísimas colecciones del Centro Editor de América Latina. Literatura argentina, universal, política. Libros de música, de pintura, lo que gusten.
Prácticamente toda mi carrera la hice con sus libros y para mi papá fue un orgullo. Nunca lo disimuló.
Sus libros, nuestro tesoro.
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Si tuviera una máquina del tiempo me gustaría visitar los años en los que mi papá fue joven. Me gustaría acercarme y decirle "Soy una de las hijas que vas a tener, cuida mucho tu salud, no comas lo que te hace mal, permitite estar triste o angustiado, compartí tu tristeza, dejala ser a la tristeza".
Me gustaría decirle que cuente hasta diez, hasta cien, hasta el infinito cuando sienta que no puede controlar la rabia.
Me gustaría pedirle que disfrute más y cumpla menos, que los ladrillos son ladrillos y nada más pero que el amor es todo lo que nos llevamos.
Y qué cursi me pongo en estas fechas!
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Lo veo a Juan con su papá, y agradezco tanto que los tiempos estén cambiando.
Un papá que abraza, que juega, que aconseja. Y agradezco ser parte de un tiempo nuevo, de replanteos, de cuestionamientos y transformaciones.
Falta un montón eh, todavía falta muchísimo.
Transformar duele.
Reconocer, ceder, aceptar.
Todavía falta.
Pero es por ahí.
Involucrarse implica mayor cansancio, menos tiempo personal pero también más conexión con los otros.
Siempre pienso que mi viejo, en esto de ser el hombre de la casa, el proveedor, el duro, se desligó de una parte de la responsabilidad, pero también se perdió la oportunidad de disfrutar/nos.
Felices paternidades involucradas en las responsabilidades, en las decisiones y también en el compromiso afectivo de cada día.
Gracias por compartir Claudia. Se lo hice leer a mi mamá de 86 años. Hermoso me dijo. Bs
ResponderBorrarGracias a vos!!!❤️
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