Día de la independencia y lo que ocurre debajo del pedestal

Día dela Independencia. 

Día de la patria.

Me gusta mucho en estos últimos tiempos, ser testigo de otras miradas sobre la historia. Estas revisiones que ponen los hechos y a sus actores en lugares tan distintos a los que nos enseñaron en la escuela. 

Empecé primer grado en el '77. Eso significa que todo lo que aprendí sobre la historia argentina estuvo viciado por la mirada política de la dictadura militar.

Por aquellos años teníamos prohibido dibujar en los cuadernos y carpetas a los próceres.  Era una falta de respeto. Eso sí, podíamos pegar figuritas de Anteojito o de Billiken, que aunque también eran dibujos, estaban aceptados.

Los próceres. Así se los llamaba. Hoy casi nadie usa esa palabra. 

Un prócer era una especie de super hombre, un ser inalcanzable, casi divino. A los próceres se los podía admirar, pero no se los podía criticar y mucho menos imitar. Porque no existía nadie que pudiese ser jamás como ellos.

Belgrano, San Martín, Sarmiento. 

Moreno.

Mariano Moreno era mi prócer preferido y leí su historia con avidez en "El manual del alumno bonaerense". Años después, cuando supe que había muerto envenenado sentí una especie de angustia. Sabía que todos aquellos hombres ya no existían, obvio. Habían pasado mas de cien años. Pero hasta ese día no había pensado que además de héroes eran seres humanos, fatalmente mortales.

Tampoco entraba en mi lógica la posibilidad de que muchos de aquellos hombres fueran rivales, enemigos íntimos, o que sus vidas privadas tuvieran manchas, grises, contradicciones. 

Impensable.

Los próceres, los héroes de la patria, obraban sin dudar, despojados de todo temor, de todo egoísmo. 

Así que, con todo eso, la idea de independencia era en mi mente un concepto tan puro como sus protagonistas, inamovible. No había emociones, ni disputas. Un día nos independizamos de España porque así debía ser. Éramos libres. Punto.

Y mientras en la escuela festejábamos esa independencia con caritas pintadas con corcho, vestidos de dama antigua y pastelitos con chocolatada, en las calles la policía se llevaba a cuanto joven sospechoso se cruzara. Mientras festejábamos la independencia los comandos paramilitares entraban a las patadas en alguna casa y secuestraban a toda una familia. Mientras festejábamos, la dictadura prohibía canciones, películas, libros. Mientras festejábamos un montón de personas eran torturadas y arrojadas al mar.

Tiempos difíciles para crecer sin cuestionar.

Los años pasaron y siguen pasando. 

Uno, otro, varios, empezaron a revisar. Y ahora no podemos parar.

En algún momento los héroes empezaron a bajar del pedestal, por suerte. 

La historia empezó a contarse distinta. 

El pasado estaba plasmado de otras palabras. 

French y Berutti, dos tipos armados e intimidantes, repartiendo insignias para reconocer a los leales.

Belgrano que desobedeció a la Junta y desplegó la bandera.

San Martín superando los achaques para construir territorios libres.

Pinto la rebeldía.

De eso se trataba.

Revolución. Independencia. 

Un montón de gente que quería romper el orden establecido contra otra gente que quería seguir más o menos igual. 

Romper.

Jugarse el pellejo para romper el orden.

Y en los últimos años, además, empezaron a sacudirse otros discursos más, y aparecieron las mujeres, que no estaban solamente cosiendo o esperando a sus esposos. 

Mujeres como María Remedios, como Juana Azurduy, como Macacha Güemes o como Mariquita Sánchez de Thompson.

Qué bueno es recuperar esta parte de la historia. Humanizar a aquellos personajes significa construir una línea que llegue hasta hoy. 

Sacarlos de ese cielo eterno nos permite pensar que podemos soñar otro mundo. 
No es cierto que eran super hombres, no es cierto que no podemos emularlos. Eran hombres y mujeres que lucharon para construir un modelo político en oposición al que existía.

Hoy quizás necesitamos construir otros sueños, propios de estos tiempos.

¿Cuál es la independencia que pregonamos con tanto orgullo hoy si nuestra participación se limita a votar cada dos años, si elegimos entre uno y otro aunque ninguno nos conforme?

¿De qué independencia alardeamos si sabemos que una enorme parte de la población no puede acceder a los mismos derechos que el resto?

¿De que independencia hablamos si en distintas partes de nuestro territorio el gobierno de turno crea leyes para que nadie proteste?

¿Cómo es posible pensar la independencia si el poder lo tienen otros, que no se manejan con votos ni respaldo popular sino con poder económico?

Necesitamos dejar de creer que esto es lo posible.

Romper, desarmar, destruir.

Crear todo de nuevo.

Construir una verdadera independencia.

Abajo del pedestal es donde ocurre lo verdaderamente importante. 



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