El arte del territorio

En estos días, una vez más, en San Martín volvimos a disfrutar de la feria del libro municipal. Puestos de autores, de editoriales, charlas, música en vivo. Una fiesta en medio de la tempestad. 

Y fue en ese marco que volví a ver y a escuchar al escritor, dramaturgo y amigo del barrio, Mauricio Kartún. En esta ocasión, habló especialmente sobre lo que llamó "poética del territorio", ese arte que surge de y con los elementos propios del espacio que habitamos. 

A modo de ejemplo nos contó de ciertos orfebres que crean la cerámica ancestral de los pueblos originarios y para ello utilizan mucho más que técnicas: se valen de la misma materia prima que se sedimenta en el río, la  estacionan del mismo modo y la trabajan de igual manera. Hacen todo ese proceso extenso y cuidadoso en lugar de comprarla en cualquier comercio especializado. 
No se trata de una simple acción metafórica, nos aclara Kartún, sino de una acción concreta. 

Se trabaja con el barro del territorio. 

El barro, el sol, la posibilidad de amasar, todo eso que ocurre allí.

Kartún creció en San Andrés y en sus primera
obras los personajes se mueven en ese barrio, precisamente en lo que el autor denominó "El rectángulo de San Andrés", una suerte de coordenadas que conforman un rectángulo en el plano.

Las historia nacen en esa cotidianeidad de espacios conocidos. El club, la casa, la barrera del tren.

El barro del territorio.

El arte que se hace con la arcilla que recuperamos en el barrio.
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Por un camino bastante parecido, creo, fue la charla que dio la escritora Dolores Reyes hace unas semanas en La Bemba, un espacio cultural de Ballester que es increíble. 
Allí, precisamente, Dolores se refirió a esos mismos espacios del conurbano que se constituyen con y desde la mirada del barrio. Centros culturales, bibliotecas, teatros, espacios municipales. 

En esos ámbitos se promueve y muchas veces se genera también el arte y la literatura de los suburbios. Ese arte que tantas veces es ignorado, olvidado y despreciado por quienes constituyen la mirada academicista y oficial del arte y la cultura. 

Ese arte que nace en los suburbios y que, en ocasiones, tiene al territorio propio como como escenario.

Porque al igual que Kartún, la novela de Dolores, "Cometierra", transcurre en un barrio de los suburbios. 

De allí es Cometierra, esta piba que un día aprendió a entender lo que la tierra le quiere mostrar.

Como la arcilla que se sedimenta en el río.
La tierra dice.

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Es interesante lo que ocurre cuando empezamos a pensar el arte del territorio y desde el territorio.

En principio pienso que estas lecturas nos "habilitan", por decirlo de alguna manera, para  pensarnos como parte de un auténtico entramado cultural en el que cualquier persona puede disfrutar del arte y también puede producirlo.

Habrá trabajo, sin dudas, técnicas y habilidades específicas. Pero está a nuestro alcance. 

Lo que intento decir es que hemos aprendido desde pequeños, que el arte, y especialmente la literatura, le pertenece a un grupo selecto de personas extraordinarias y que nosotros, el resto, simples mortales, no podremos siquiera soñar con acceder a tales talentos.

El arte para pocos.

El arte del asfalto?

Podría ser.

Y no, no podemos soñar con aquellos talentos, pero sí con los nuestros, con los propios.

Mirá: un pibe del barrio que repitió varias veces y terminó en la nocturna, una maestra que trabajó en escuelas del estado y crió a siete hijos. Ella, él, ellos y sus maravillosos libros. 

Y otros. Porque hay más, siempre. 

Creo que esta forma de pensar el arte que surge en el territorio, va en consonancia con las ferias del libro organizadas en las plazas, con las bibliotecas populares, con los centros culturales, con los teatros en los barrios y tanto más. Y creo también que es importante cuidarlos, porque son nuestros espacios de resistencia.
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Entonces... el arte de territorio no es sólo un cambio de ambientación. 

Claro que no.

El arte del territorio es aquel que surge del conocimiento, de la experiencia que significa habitar un espacio y no otro.

¿Acaso es lo mismo usar la arcilla comprada en una tienda que aquella que se sedimenta en el fondo del río?

La arcilla que el río sedimenta, explicaba Kartún, trae consigo restos, fragmentos. Pequeñas porciones de historia que se impregnan a la obra que el artesano está amasando.

La arcilla no podría ser otra.


Escribir entonces sobre el espacio conocido, usando el territorio como arcilla.
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En los suburbios pasan cosas. Todo el tiempo. 
Ahí, justo en los márgenes.

Un pibe escribe una poesía.
Dos artistas plásticas terminan un mural.
Un montón de pibes y pibas se junta a bailar y a cantar en una plaza.
Un grupo teatro termina de representar una obra.
Alguien escribe un libro y lo edita por su cuenta.
Alguien se junta con otro alguien y arman una editorial. 
Un grupo de vecinos funda una biblioteca para llenar de libros el barrio.
Un Centro Cultural desafía la época y ofrece malabares, música y teatro todos los fines de semana.

Y todavía hoy nada de eso, o casi nada, sale en los diarios más conocidos o en la tele. Nada de esto se sabe del otro lado de la General Paz.

Nos conocen por algún robo, por un altercado violento.
Pero no saben del arte que crece acá, en el territorio. 

No saben.

Hasta que alguien se hace conocido. 
Uno del barrio que llegó, decimos. 
Porque en definitiva, todos queremos eso, llegar; para que se conozca más y más lo que hacemos.

Los que llegan no se van, nunca se van ¿Cómo podrían?
Los que llegan están en constante movimiento, siempre. 

Y todos nos sentimos orgullosos. 

Porque somos parte de la misma arcilla. 
Y porque queremos que nuestra geografía se expanda por todas partes.





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