Una mancha tenue en el asfalto
Desde que empecé a abrir mis ojos al mundo feminista no paro de sorprenderme, gratamente, en la mayoría de los casos.
Todo estuvo siempre ahí, a la vista, y sin embargo no lo había visto.
¿Tan poderosa es la educación que recibimos?
Pienso en la novela "Mundo feliz" de Aldous Huxley, cuando a los niños les hacían escuchar mensajes condicionantes cada noche mientras dormían. Suponíamos que era sólo ciencia ficción ¿tan cerca de eso habremos estado sin darnos cuenta?
Quizás no sean necesarios tales dispositivos para construir una sociedad obediente. Los medios masivos, la industria cultural, el sistema educativo, todos juntos y combinados, tuvieron el poder de imponer ciertos temas, de callar otros, y de atenuar o resignificar otros tantos.
Se me viene a la mente la imagen de una mancha de pintura en el asfalto, una mancha de cualquier color, supongamos que sea verde o quizás violeta. Imaginemos ahora que arrojan un balde de agua sobre esa mancha, y después otro balde y luego otro y así. Imaginemos que todos los baldes de agua no alcanzan para borrar la mancha pero sí para atenuarla. Imaginemos entonces que sobre las baldosas queda una mancha borrosa, apenas visible, una mancha que ahora casi nadie llega a ver en el apuro del trajín diario. Ya está, no la vemos más. Ahora el color verde o violeta desapareció del imaginario social, no existe.
Quizás algunas gentes locas digan que sí, que ellas la vieron, pero será un fantasía para las próximas generaciones. Imaginemos ahora que, varias décadas después, algunas personas empiezan a dudar ¿de verdad no hay más colores? ¿No había un violeta o quizas un verde? ¿Cómo es posible? Estas personas deciden buscar, inspeccionar minuciosamente, y ahí, de pronto, encuentran la mancha. Ahí está, ahí estuvo siempre. Y ahora que la descubrieron no pueden dejar de verla.
Una mancha inmensa.
Una mancha violeta o verde.
Y es tan bonita.
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Para mi cumpleaños recibí de regalo el libro de MaríaElena Walsh "El Feminismo". Se trata de una recopilación de poesías, notas de opinión, cartas y relatos de la autora en relación a este tema.
En muchos de sus escritos, María Elena explica minuciosamente las razones de las luchas feministas.
¿Qué es ser feminista? ¿Qué propone el feminismo?
Es sorprendente para mí encontrar algunas definiciones actuales en textos que fueron escritos hace cuarenta o cincuenta años atrás.
Cuando muchísimas mujeres de mi generación ni siquiera habíamos empezado a recorrer este camino, la Walsh ya había planteado todo.
Había escrito acerca de la falta de representación de las mujeres en la vida política y cultural, de las mujeres silenciadas, invisibilizadas, y había escrito también acerca del trabajo doméstico como una forma de sumisión. Eso que hoy llamamos micromachismos.
Pero además, y esto es lo que más me conmueve, en muchos de sus escritos busca visibilizar a las otras mujeres que estuvieron por allí.
Es, en cierta forma, la reconstrucción de un camino.
Aquí se toma un trabajo preciso y precioso.
Entonces, en una nota para el diario La Nación, de 1997, aparece Evita en un intercambio con Rubén Darío: "Al parecer tú también eras una fémina bravía, una tempestad con faldas, que suscitada amores e inquinas tremebundas" le dice el poeta en esta suerte de dialogo póstumo.
También nos encontramos con una exquisita entrevista a la escritora Doris Lessing (Clarín 1981) de quien dice: "Aunque sus criaturas sean fruto de geografías, épocas y culturas diferentes y ajenas, Doris Lessing me ha enseñado todo sobre mi propia vida, traduciendo los enigmas de la confusa identidad de las mujeres y proponiendo un itinerario, ¿adónde? Como ella lo dice: 'No hay adónde ir, sino hacia adentro'".
En esta recopilación de sus escritos nos encontramos con otras mujeres escritoras. Con Victoria Ocampo, por ejemplo, en una nota para el diario Clarín, de 1979. De Victoria recupera cierta frase que una vez le contestó a Petit de Morau cuando este le pidió que escribiera sobre Martin Fierro: "Me escribió diciéndome que don José era su pariente, por los Pueyrredón. Pero que no tenía muchas ganas de ocuparse de él, ya que él no se había ocupado en "Martín Fierro" casi para nada de las mujeres".
Victoria dedica muchos escritos a reivindicar la lucha de las mujeres, para "darle el lugar que le correspondía a la mitad de la humanidad". María Elena cuenta que fue Victoria quién trajo a estas tierras la literatura de Virginia Wolf, incluso antes de que conenzará a circular por París.
Y justamente a Virginia también le dedica una nota de Clarín, en 1993. Allí escribe acerca de su libro "Un cuarto propio": "Toda su obra es un pedido de oxígeno: espacio, libertad, serenidad, independencia económica" dice y es imposible no sentirme identificada.
Virginia, escribe María Elena Walsh, le dedicó grandes párrafos al "colosal monumento literario patriarcal" y mencionó allí a todos los autores que admiraba. No obstante, luego menciona que "sobre todo se sumerge en un otro monumento literario, para rastrear su linaje". Entonces aparecen las hermanas Brontë, Jane Austen y tantas otras, a la vez que "rescata a las desconocidas: novelistas, memoralistas, corresponsales, ese océano de escritura femenina que fluye en Inglaterra en los últimos siglos".
En este punto es imprescindible resaltar que siempre que una mujer es escuchada utiliza su voz para nombrar a las otras mujeres y así, está trazando un mapa político.
Utilizar su voz para visibilizar a aquellas que no se quiere ver.
Una mancha en el asfalto.
Lo hace Victoria, lo hace Virginia y lo hace María Elena.
Recuperar un camino y "rastrear un linaje" de mujeres en las letras.
Es la búsqueda del canon literario femenino.
Virginia "Traza un verdadero inventario de nombres y obras escondidas" dice María Elena "y con ellas nos enseña a mirar la historia mujermente, labor bastante ingrata y sembrada de amarguras, pero iluminada por la adquisición de la lucidez".
Mujermente, qué adverbio hermoso.
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Sigo pensando en las fechas.
1976, 1980.
Estoy sorprendida.
En estos últimos tiempos hemos escuchado y leído tantas reacciones adversas en relación a las luchas de las mujeres.
En distintos espacios de poder, suenan palabras despectivas y burlonas.
Feminazis, uno de los epítetos más comunes.
¿Recordamos entonces los asesinatos del nazismo? ¿Solicitamos a nuestro interlocutor que nos aclare cuáles son los asesinatos cometidos por organizaciones feministas? ¿Explicamos lo absurdo que es comparar a aquellos asesinos con un movimiento de mujeres que sólo pretende igualar derechos?
En esos momentos, precisamente, recordamos que todo lo que hoy las mujeres hemos conseguido fue a fuerza de lucha, de discusión, de movilización.
Y entonces, una vez más, esa voz colectiva, nos aclara que eso fue otra cosa. "Feministas eran las de antes". Ellas, nos señalan, tenían razones para reclamar. Una cosa es exigir el derecho a votar y otra muy distinta es exigir el derecho a abortar.
Claro, claro.
Pero resulta que lo que hoy les parece tan razonable, ayer también era visto como un reclamo absurdo e insolente.
En ese punto, María Elena Walsh también dedica varios párrafos.
En principio, recupera una cita de Victoria Ocampo que podría bien haber sido escrita hace cinco minutos.
Dice Victoria que "La palabra feminismo asusta a muchas personas. Sobre todo las que le temen al ridículo. Pues como bien se observa en un libro recientemente publicado sobre las luchas de las feministas, se conserva de ellas la caricatura y se ve a la feminista como una vieja agresiva, agregada por su falta de pretendientes en la juventud como mal vestida, sin encantos femeninos, etc." (Testimonios, 9a. serie, 1971/74)
Muchos años antes que Victoria, en 1919, Alfonsina Storni había escrito en La Nota: "La palabra feminista, 'tan fea', aún ahora, suele hacer cosquillas en almas humanas. Cuando se dice 'feminista', para aquellas, se encarama por sobre la palabra una cara con dientes ásperos, una voz chillona."
Esto se decía de las feministas cuando exigían ser tomadas en cuenta en la vida política, en la cultura, en la sociedad.
¿Qué más encuentro en este libro? La renuncia de María Elena Walsh a su columna en el programa de radio "La gallinita verde", en 1972. Aquel día la Walsh había invitado a María Elena Oddone, dirigente feminista, para conversar acerca Movimiento de Liberación Femenina. La columna iba grabada y luego de haber sido puesta al aire, los humoristas Mario Sapag y Carlos Garaycochea decidieron burlarse largamente de la entrevistada, cosa que ofendió razonablemente a María Elena.
Busqué información en internet sobre Oddone, y me encontré con una gran historia de luchas y de reclamos. Polémica y disruptiva, Oddone le puso el cuerpo a cada reclamo y quedó inmortalizada en una foto que ya cumplió cuatro décadas.
En su carta María Elena Walsh dice que es la primera vez que en el programa se burlan de un invitado. Exige una disculpa y ante el silencio que sigue a su pedido, decide presentar su carta de renuncia y publica una nota contando lo sucedido en el diario La Opinión.
En definitiva, nada nuevo crece en el cinismo del status quo.
En definitiva, nuestra desobediencia siempre fue y es castigada.
Y______________
Vuelvo a pensar por un rato en mi formación. Soy Licenciada en letras y pasé prácticamente diez años recorriendo las aulas de Filosofía y Letras. Pero cuando miro para atrás y pienso en todas la literatura que estudié y en todos los libros que leí, no puedo dejar de hacerme la misma pregunta:
¿Dónde estaban las mujeres?
Hago un repaso mental y no las encuentro. Quizás alguna breve aparición, un poco de Olga Orozco, algo de Sor Juana y no mucho más.
¿Cómo es posible?
Sé que tuve excelentes docentes y sé que aprendí muchísimo de ellos y de ellas. Y sé también que la ausencia de autoras en el corpus académico no fue una decisión, ni una conspiración ni un gesto despectivo.
Creo que simplemente no las veían. Como una mancha borrosa que en el apuro cotidiano nadie se detiene a observar.
Así estaba constituido el saber.
Yo tampoco me di cuenta. No sentí en ningún momento la ausencia de esos nombres femeninos en la bibliografía. Tuvieron que pasar varias décadas para entender ese vacío.
Así de poderosa es la construcción del silencio.
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¿Por qué no estábamos ahí?
Para invisibilizarnos, el sistema pone en marcha una serie de mecanismos. Como decía antes, no se trata de "alguien" que mueve los hilos. Es una construcción cultural, ideológica, política, que lleva siglos enraizándose en la cotidianeidad, en el día a día. Siglos de aprender que esta es la forma "natural" en la que debemos vivir hombres y mujeres.
Siglos de baldazos sobre una mancha en el asfalto.
A esto nos referimos cuando decimos que se trata de una desigualdad estructural.
No se trata de buenos y malos, sino de una formación profunda que todos recibimos como seres sociales. Aunque claro, no todos sufrimos las mismas consecuencias y por eso es tan difícil romper estas estructuras añejas, anquilosadas; porque además se trata de que una parte de la humanidad sea capaz de ceder privilegios, de repartir, de ver a "la otra mitad de la humanidad" como decía Victoria.
¿Por qué aún hoy, con ojos abiertos y atención en el tema nuestra representación sigue siendo pobre?
¿Cómo funcionó y funciona esa invisibilización?
Vengo pensando mucho en todo esto.
Creo que uno de los mecanismos más preciso, el más poderoso, fue encerrarnos en el hogar. Esposas y madres ¿en que momento podría crear una mujer que dedica todo su tiempo y todos sus pensamientos a la limpieza, a la crianza y a la administración del hogar?
Un baldazo.
Tiempo y espacio. Un cuarto propio.
El matrimonio fue, sin dudas, el mecanismo de control más eficaz. Para muchas mujeres era la única forma de sobrevivir al mundo y en las clases altas no era diferente. Bordar, cantar y administrar un hogar eran tareas que se aprendían para educar a una buena esposa.
En la historia, muchas mujeres que lograron producir literatura lo hicieron escapando de esas estructuras. Pienso en una joven Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, que decidió tomar los hábitos para escapar del matrimonio y para poder dedicarse al conocimiento y a la literatura.
Eran pocas las que lograban producir. Pero entonces aparecen nuevos mecanismos de restricción. Si no es posible borrar la obra entonces es necesario borrar sus nombres.
Y allí toma su lugar de censora la gran industria cultural. Las editoriales.
Otro baldazo.
Según las editoriales, la literatura escrita por mujeres vende menos que la que está escrita por hombres ¿La razón? Los libros escritos por hombres son leídos por hombres y mujeres. En cambio, los libros escritos por mujeres son, en su gran mayoría, leídos por otras mujeres.
Así, los nombres de muchas mujeres quedaron ocultos por siglos, escondidos bajo seudónimos o detrás de los nombres de esposos, amantes, maestros. Desde Mary Shelley que en 1818 publicó "Frankenstein o el Moderno Prometeo" sin plasmar su firma, hasta Joanne Kathleen Rowling quien en 1997 publicó "Harry Potter y la piedra filosofal" y toda la saga como J.K. Rowling.
Seguramente perderemos de vista a muchísimas otras que colaboraron con las obras de escritores reconocidos de forma anónima.
Más y más baldazos.
Finalmente, la divulgación fue y es otro mecanismo de invisibilización certero. Desde las críticas en los medios hasta los manuales escolares.
El silencio, o la burla despiadada, fueron formas de construir un vacío en cada estante en el que había una obra escrita por una mujer.
Así se produce el recorte parcial, borrando del imaginario rasgos de la autora, obras polémicas.
De esta forma anduvimos, escondidas en obras de otros, recortadas, a veces borradas de la historia.
Como una mancha tenue en el asfalto.
Entonces es necesario prestar especial atención a los textos disruptivos de María Elena Walsh, de Alfonsina Storni, de Victoria Ocampo. Sus notas de opinión, sus críticas, sus textos menos conocidos.
Es necesario volver a mirar y poder ver, por ejemplo, que al lado de Borges y de Bioy estuvo siempre la maravillosa Silvina Ocampo.
Es necesario señalar que al lado del gran León Tolstoi estaba Sofía quien también era escritora.
Es necesario reordenar nuestra mirada, también un poco mutilada, para ver la mancha por primera vez.
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En la biblioteca tenemos un club de lectura que funciona hace más de un año ya. Y en ese club de lectura leemos mujeres.
No lo acordamos antes, quiero decir que no fue un acuerdo explícito y por eso sabemos que no estamos obligadas a cumplirlo.
Sucedió, simplemente.
Nació de una pulsión, un instinto.
Necesitamos reconstruir la historia, armar el camino.
Ese camino que menciona María Elena Walsh, ese que nombra Virginia, ese que impulso la Ocampo.
Un camino en el que existimos.
Un día es Mariana Enríquez y otra vez es Alfonsina; más tarde es Mary Shelley, y luego es Dolores Reyes; otra vez es Silvina Ocampo y después Marie Gruric.
Nos sorprendemos, nos emocionamos, nos revolucionamos.
Nos reconocemos.
Porque fueron demasiados años de no vernos, necesitamos encontrar a las otras.
Mirar la literatura también es mirar la historia, la otra historia. Porque en nuestra historia, poder escribir, leer o estudiar fueron y son hechos políticos.
Para poder escribir y dar a conocer lo que escribimos, para poder leer a otras, las mujeres tuvimos que reflexionar sobre el poder, sobre el deseo, sobre el orden patriarcal y tanto más.
Descubrimos la mancha en el asfalto y ya no podemos dejar de verla.
Parafraseando a María Elena, necesitamos más que nunca mirar la historia mujermente.
Gracias por compartir tan rica mirada de la vida y los aportes de estas mujeres que hicieron historia.Estas mujeres hicieron que sus "voces "palabras resuene n hasta hoy otras repliquemos esto cual eco que debe sostenerse.
ResponderBorrarAsí es! Y vamos así trazando el camino!
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