Entradas

Pedacitos de poesía

Imagen
Hay un arte que anda por ahí, creciendo. No voy a decir que está por todas partes, aunque quién sabe, todo depende del que sepa mirar y sea capaz de encontrarlo. La primera vez que pensé en todo esto fue una mañana, hace más de treinta años, mientras caminaba por las playas de Santa Teresita buscando caracoles. Estaba con mi hermana y por aquí y por allá, empezaron a llamar mi atención algunos caracoles con distintos tonos de lilas y violetas. Hundidos en la arena, eran hermosos, de colores intensos. Pero vaya uno a saber por qué razón, cuando los levantaba, estaban rotos en alguna parte. Me acuerdo que busqué un largo rato sin suerte y entonces, de pronto, vino a mi mente una frase: "Una chica busca caracoles en la arena". No tenía claro qué significaba pero pensé en poesía, y pensé también que un día, quizás, podría escribir algo sobre esa frase. Nunca lo hice hasta hoy, pero, por algún motivo el recuerdo sobrevivió al tiempo y quedó dando vueltas en mi memoria. Caracoles l

Sobre mi viejo en su día

Imagen
Mi viejo. Empecé este posteo escribiendo y borrando la primera línea al menos diez veces. Mi viejo era... no empieces diciendo lo negativo; no, tampoco; mmm... ¿te parece decir eso? Durante los últimos años de su vida lo cuidé poco, todo lo que se dejó cuidar. Acompañarlo al médico para que no mintiera los síntomas, aconsejarle, retarlo cuando se descuidaba. Pero me doy cuenta que durante años después de su muerte, lo seguí cuidando. Cuidé su recuerdo, su imagen, la opinión de los demás, mi propia opinión. Me llevó años poder decir/me todo lo que (me) hizo mal, y aún así me doy cuenta que cada vez que empiezo a contar, en seguida relativizo, atenúo, suavizo. "Me pegaba" digo "pero algunas veces, no siempre". Intentaré hoy contar sin filtros, lo que puedo y lo que me sale. Mi papá hablaba fuerte, y gritaba. Tanto gritaba y tan fuerte que nuestros amigos le tenían miedo, tanto y tan fuerte que, decía la sicóloga, de chica temblaba cuando me miraba enojado. Me

Traccionar deseos

Imagen
Traccionar el deseo ajeno "No podés estar permanentemente traccionando el deseo de los otros". Es una frase que me dijo mi hermana y me atrapó. Traccionar deseos. La frase es contundente. Me parece de una enorme precisión. En ocasiones hablamos de incentivar, de impulsar, pero ninguna de estas acciones describe claramente lo que significa traccionar. Traccionar. Me interesa la palabra porque evidencia el esfuerzo que conlleva la acción. Traccionar deseos ajenos demanda un enorme esfuerzo. Más allá del trabajo físico, además de poner el cuerpo cada día, está este ejercicio que muchas mujeres realizamos cotidianamente, hasta quedar exhaustas. Somos como naves empujando, aunque a veces se trate de vehículos encallados en el barro, o de barquitos atascados en un río de aguas bajas. ¿Qué es lo que empujamos? Empujamos los deseos de los otros. Hacia adelante. Traccionar en la escuela Eso hacemos. Traccionamos. Conversando con otras colegas, me dicen que hay que evidenciar

Música en el aula

Imagen
Ayer a la mañana me enteré que un grupo de chicos fue a quejarse con la directora porque los reto mucho y que me quejo si llegan dos minutos tarde. No pienso detenerme en justificaciones ni en ningún tipo de autodefensa. Si perciben que esa es mi actitud hacia ellos, es una vivencia que no es fácil cuestionar.  Las relaciones en el aula son un misterio, no siempre funcionan como quisiéramos. Hay cursos en los que todo fluye y otros en los que todo se estanca. Bueno, así fue el día de ayer. Volví enchinchada, decepcionada, pensando en que a veces mi trabajo no me gusta y que por suerte pronto me voy a jubilar. Pero hoy fue otro día. Otro curso. Otra relación. Hoy leímos cuentos. Los cuentos que más disfruto, los cuentos escritos por ellos y ellas. Hace tiempo atrás conté algo sobre Paula. Paula es la protagonista de "Mi música es para esta gente", un cuento hermosísimo de Daniel Moyano. Paula es una niña casi adolescente bella y rebelde que sufre la violencia de su padre y la

Tristeza áulica

Imagen
Abro El Diario de Ana Frank. _ ¿Leyeron hasta dónde les pedí?_ pregunto. Nada. No hay respuesta. No leyeron. _ ¿Alguien pudo leer? Cuatro chicos y chicas levantan la mano. Les propongo leer en voz alta. _ ¿Alguien quiere leer? Nadie. Este curso me viene costando. Mucho me está costando. Difícil la relación. Difícil construirle sentido a mi trabajo. _ Leo yo y si después tienen ganas sigue cualquiera de ustedes. Empiezo a leer y les juro que me enamoro de cada palabra, de cada frase, de cada pensamiento. Esa pibita supo contar su historia pero también reflexionó sobre la guerra, el encierro, la mujer, el amor, la literatura. Anita. De pronto una voz me interrumpe. Un estudiante del fondo con su mano levantada. _ ¿Puedo preguntarle por qué eligió este libro? Siento el golpe. Le digo que me conmueve su historia y me emociona su lucidez. Entonces toma la palabra su compañera y asesta el segundo golpe: _ A mí no me conmueve. No me pasa nada con lo que leo. Duele. Yo amo e

La escuela rota

Imagen
Érase una vez el frío Cuando estoy yendo para el aula de sexto leo los mensajes en el celular. La preceptora y la profesora de la hora anterior me avisan que los chicos están abajo, en el patio.  Cuando bajo me encuentro con varios cursos, cuatro o cinco grupitos por aquí y allá. Es un día frío pero el sol los cobija.   Están ahí, a la intemperie, porque afuera el sol abriga más que las paredes del aula. Yo vengo de dar clases y tengo las manos congeladas. Justo en esa ala de la escuela no entra una gota de sol. No te imaginás el frío que hace en un aula.  Pensá en una habitación en la que todo es frío: cemento, chapa, baldosas, bancos. No hay cortinas, ni alfombras ni nada. Pensá que esa habitación está vacía horas y horas. A veces el viento se filtra por las fisuras de las puertas o de los ventanales, a veces se llueve en algún rincón. Pensá que los chicos entran a esas aulas heladas a primera hora de la mañana.  Ahora te pido que pienses algo peor. Pensá que en esas aulas no hay es

Contrastes

Imagen
Repaso Durante la cuarentena, leí o escuché, no recuerdo bien, algo que me pareció muy significativo. Resultaba ser que cuando se le preguntaba a cualquier persona qué cosas extrañaban de la vida antes del covid, la mayoría mencionaba momentos absolutamente simples y aparentemente banales: un mate entre amigos, una reunión, un abrazo.  Es raro. Vivimos intentando llenar nuestras vidas de momentos épicos, gloriosos. Pero cuando hablamos de elegir momentos felices, nos quedamos con los más cotidianos. Me acuerdo que durante la pandemia hice un pequeño listado de esos momentos entrañables. Ir a la plaza con Juan y las mamis de la escuela, ir al teatro con mi grupo de profes amigas, los mates charlados con mi amiga del alma.  Esas cosas extrañaba. Pienso en esos días de encierro, en la nostalgia. La cuarentena me dejó algunas buenas experiencias. Fueron días de mucha introspección. Leer, escribir, grabar alguna poesía. Pensar. Fue interesante y lo disfruté. Ese fue mi lado B de la cuarente

El cuento de la criada y el control de los cuerpos.

Imagen
Territorios fecundos Ayer finalmente pude ver el último capítulo de la cuarta temporada de El cuento de la criada. Me atrapó, me conmovió y aquí estoy ahora, a la espera de la quinta y última temporada. Mientras tanto, estas son algunas impresiones que quiero dejar por aquí para compartir. Antes quiero aclarar que me debo la lectura de la novela homónima de Margaret Atwood en la que se basa la serie.   Ahora sí, empecemos por la trama, una supuesta distopía muy cercana. La historia está tan pero tan bien contada que la atención se sostiene sin dificultad. La opresión se siente en cada escena y por momentos es desesperante. En ese ámbito hostil, impregnado de muerte y represión, hay un recorrido de la protagonista y de los otros personajes. Un camino que se desarrolla, no tanto a través de las acciones, que por momentos se vuelven circulares y repetitivas, sino en  el interior de los propios personajes, cuyas vidas en otro tiempo fueron tan diferentes. Especialmente las mujeres, o mejo

La Multicolor y las elecciones sindicales

Imagen
Cuenta la leyenda que después de perder las elecciones una vez más, un grupo de  zurditos se había reunido en las puertas del sindicato. Frente a ellos pasó la candidata de la lista ganadora y todos comenzaron a cantar el tan conocido cantito:  "Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical".  _ Parece que no es cierto_ dijo la burócrata muy oronda. Podríamos pensar que quizás fue un furcio o un acto fallido, pero no. Cuenta la leyenda qua la burócrata dijo exactamente lo que quiso decir. Ayer volvimos a perder las elecciones del sindicato, una vez más. Para mí esta elección fue muy especial. Por un lado mi hijo está más grande y pude involucrarme y participar en la campaña. Por otra parte, es muy probable que sea la última elección en la que participe, al menos como docente activa. En fin, cada vez que empezamos a armar algo desde la oposición todo es muy difícil. A veces me enojo y planteo a mis compañeros por qué no contamos públicamente todo lo que nos ocurre. Lo

Acoso escolar

Imagen
Los malos de la película  Hace unos días hubo un conflicto en el aula de segundo año. Estaba corrigiendo la tarea y de pronto empecé a sentir el cuchicheo, las miradas furtivas, alguna frase suelta. Un rato después una nena lloraba desconsoladamente frente a mí.  Al parecer, a excepción de dos compañeros que le hicieron el aguante, el resto de los chicos había decidido dejarla afuera del grupo, aislarla de todo y de todos. Intenté calmarla sin éxito, estaba muy angustiada y no paraba de llorar. Entonces les propuse a los chicos hablar sobre lo que estaba pasando. Empezaron a contar y me dieron sus explicaciones.  Las opiniones apuntaban a una condena unánime. Era mala, decían, hablaba mal de los demás, y además había insultado. Después de recordarles que ellos también se insultaban, y mucho, empecé a seguir el caminito de los dimes y diretes: ¿qué había dicho?, ¿quién lo había contado?, ¿fueron esas las palabras que uso? De a poco los chismes empezaron a desarmarse. No fue tan así, en

Pensar en ellos

Imagen
 _ ¿Y qué quiere? ¿Que no me defienda? Si ella me viene a pegar yo me voy a defender_ me explica. _ ¿Pero por qué  te vino a pegar? _pregunto. _ No sé, me dijo que hablé mal de ella. _ ¿Y vos habías hablado mal de ella?  Me mira y una leve sonrisa aparece en su rostro. _ No soy la única profe. No. No es la única. Conversaciones como esta se repiten una y otra vez. Casi todas tienen frases parecidas: "él empezó", ""me miró mal", "se metió con mi mamá", "me insultó", "miró a mi novio", "le pegó a mi hermana". Una palabra, una mirada, un rumor y de un momento  a otro se produce un conflicto. Últimamente así está el clima en la escuela. En las escuelas, porque mis colegas cuentan que en sus escuelas ocurren hechos similares. ¿Cómo se sigue? Lo pregunto con honestidad, a sabiendas de todas las críticas que llueven sobre los docentes cuando surgen hechos de violencia en las aulas. La sociedad, la misma que habitualmente desvalo

En la campana de vidrio

Imagen
"Yo soy un hombre o quiero ser un verdadero hombre y no quiero ser, jamás, una mosca aplastada bajo la campana de vidrio."                                                                                     Raúl González Tuñón Recorriendo mis notas, me doy cuenta de que hay una constante en casi todo lo que escribo, un cierto tema que atraviesa mi escritura, que va y vuelve, que gira para un lado y para el otro, que se va un rato pero siempre regresa. Desde hace un año y pico, exactamente desde el regreso gradual a la vida antes de la pandemia, mis textos abundan en quejas, en reclamos y en lamentos por lo que no es. Y también en deseos, claro, siempre deseos de que el mundo sea otro. Estoy harta. Y no soy la única. En las escuelas se siente y se respira un hartazgo infinito. Este hartazgo que viene de años de bronca y de cansancio. Hartazgo de que todo siga igual o peor que antes de la pandemia. Volvimos como si nada hubiera ocurrido; volvimos a escuelas deterioradas, sucias

Romper los muros

Imagen
A veces el mundo es tan patriarcal que duele caminar en él. Andar el mundo y tropezar a cada instante con enormes muros que nos cierran el paso. Muros que intentan marcar cuál es el límite de nuestras libertades. Hasta acá, nos dicen. Tontas nosotras que creemos (y queremos) manejar nuestros tiempos y construir nuestros espacios de acción. Tontas. Hasta acá. Tu tiempo es nuestro, nos dicen; tus espacios, los que te permitimos. De todas formas no se la hacemos fácil a nadie, y ahí estamos, intentando quedarnos con una parte de eso que nos pertenece. No es una novedad, seguro. Solo que a veces nos olvidamos, o quisiéramos olvidarnos, o necesitamos olvidarnos. Si olvidamos los muros que nos cierran el paso a veces podemos escapar.  Si olvidamos el límite trazado podemos  continuar andando. En ocasiones, ocurre que esos muros  estan allí desde tiempos tan antiguos, que ni siquiera las reconocemos, son parte del paisaje, de lo cotidiano. No los vemos. Pero están. En todas partes y todo el t

La escuela y los distintos, parte III. La imaginación.

Imagen
  Suena el timbre del recreo y Juli mira hacia las puerta de la biblioteca. Pronto llegan las voces de los chicos, los pasos en la escalera y los retos de la preceptora pidiendo que suban despacio. Unos segundos después entran. La biblioteca se mueve. Cuando una biblioteca escolar está viva, cuando hay trabajo, interés, deseo, siempre hay movimiento, siempre hay ruidos, voces, chicos que buscan libros, maestros organizando actividades. A veces pasa que la biblioteca es también refugio para los desobedientes, para los incomprendidos, para los marginados. A veces encuentran allí lo que necesitan: alguien que les pueda ofrecer una historia. Un cuento. Un par de palabras que los lleven por otros caminos.  Como pasó cuando Juli trabajaba en la primaria, y ese nene de ojos inmensos se escapaba del aula para estar con ella, con sus libros y sus aventuras. La maestra ya no sabía qué hacer, y entonces estuvo Juli, el acuerdo fue tácito y la biblioteca fue el lugar en el que Juli lo cobijó a él