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Bocas tapadas

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En las aulas hace demasiado calor. Mis alumnos se quejan, están fastidiosos. Los barbijos les molestan. Les digo que los aguanten, que es el único protocolo que nos queda. El barbijo es odioso, no los deja respirar. Están molestos,  necesitan tomar agua a cada rato. Necesitan respirar cómodos. En un tire y afloje, cada dos por tres se los bajan y cuando los reto se los vuelven a subir.  Y entonces me doy cuenta. Los miro y de pronto me doy cuenta. No conozco a esos chicos, a esos chicos de cara descubierta. No los conozco. Son rasgos desconocidos que producen gestos extraños, ajenos, lejanos. Apenas reconozco sus ojos y el único registro que los distingue son sus sus voces, aunque el tapa bocas las distorsiona también. No conozco sus risas. En todo el año no los vi reírse ni una sola vez. Imagino sí, y recreo cada risa que se refleja en aquellos ojitos que se achican, en cierto brillo que ilumina sus pupilas, en el ruido de una carcajada que llega amortiguada por el tapa bocas.

Charly

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Escribo Charly e inmediatamente el predictivo del celular sugiere "García". Charly García. ¿Quién sino? Flaco y desaliñado ayer. Hoy más grande, con más años. Siempre Charly, en blanco y negro. Esta historia empieza a girar como las rueditas del cassette en el grabador. Tantos años hace como toda una vida. Por entonces yo era chica. Debía tener unos once años y ya escuchaba hablar de él,  de este músico medio poeta, medio raro, y muy genial. En los primeros campamentos Charly se sentaba en los fogones con nosotros cuando guitarreábamos sus canciones : "Y rasguña las piedras" o "Canción para mí muerte". Después empezamos a conocer las otras canciones, las de Seru, "Popotito, "Cinema verite" y por supuesto "Seminare": "Nena nadie te va a hacer mal excepto amarte". Y la maravillosa Canción de "Alicia en el país", que supo escapar, enarbolando metáforas, de la vigilancia militar. Un día llegó una guerra absurda

Cuidar

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A los 48 años me enfermé de varicela. Du rante quince días tuve que quedarme en la cama tranquila. Suspendí todos los planes,  las actividades y me resigné. Era principio de noviembre, empezaba el calor y mientras recibía una enorme cantidad de llamadas compasivas y solidarias, descubrí, sorprendida, que estaba disfrutando de un descanso como hacía mucho no tenía. Ventilador, pila de libros, computadora. Me pasé los días leyendo, mirando series, hablando por teléfono, y claro, durmiendo y comiendo. Pero hubo algo más, algo que fue novedoso para mí, y es que durante quince días no me ocupé de nadie más que de mí misma. Es más, durante quince días fui yo quién recibió atención y cuidados. ¿Cuánto hacía que no me apartaba de la tarea de cuidar? ¿Cuánto hacía que no me sentía simplemente cuidada? Con absoluta sinceridad, yo creo que fue hace tanto, tanto tiempo. En la infancia quizás. Y no estoy segura. _____________ De chica me gustaba jugar.  A veces jugaba a que era una científ

Quiénes somos

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Dice mi amiga que no entiende cómo lo hacemos, me dice que ella no podría, que no sabría cómo, qué no puede entender cómo nos animamos. Y tiene un poco de razón, porque si me pongo a pensar, yo tampoco sé cómo lo logro cada día. Despertar en la madrugada e ir a ver si respira bien, controlar ese resfrío, ver cuándo le toca la próxima vacuna, enseñarle a cruzar las calles, recordar qué tiene que llevar mañana a la escuela, pensar qué le hago de comer, y cómo le fue en la escuela, por qué está triste, qué le pasa, de qué se ríe, qué necesita. ¿Cómo es esto de ser mamá? Dice Cortázar que cuando alguien te regala un reloj te regala también una enorme lista de preocupaciones: ponerlo en hora, controlar que funcione correctamente, cuidarlo mucho. Alguien, creo yo, debería hacer algo parecido y crear instrucciones para ver crecer a un hijo. Hoy, en este mundo capitalista, patriarcal, explotador, ser madre es asumir una lucha enorme desde el comienzo. Luchamos por y para ellos pero tamb

Literatura en la escuela, y el problema de no enseñar a imaginar

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  "Profe, yo no me imagino nada".  Corrigiendo algunos trabajos de primer año de pronto me encuentro con esta respuesta que es una soberana trompada a mi entusiasmo docente.  Se trata de una  a ctividad sobre El Principito : "Contame cómo te imaginás el encuentro del Principito con el zorro" les propongo. Pero mi alumno no se imagina nada. Y no es el único. Mis alumnos están dispuestos a responder tediosos cuestionarios en los que deben explicar ambientación, tipo de narrador, tema, etc. Están dispuestos a contarme detalles argumentales para que yo pueda comprobar si leyeron, si no leyeron o si se copiaron. Están dispuestos a responder todo, copiando fragmentos del libro, contestando lo que esperamos, o simplemente improvisando respuestas absurdas. Pero les resulta incómodo, desconcertante y hasta imposible responder preguntas en las que se les pide que cuenten cómo imaginan lo que están leyendo, qué sintieron o qué pensaron ante una lectura. Por lo general e

Rebelión

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Y es que sí, quizás soy una ladrona, una asaltante de poca monta. Ando por ahí, robando. Le r obo un poco de tiempo al trabajo. A las tareas domésticas les quito también. Me quedo con algunos minutos de caminata. Le arrebato algunas horas al sueño y también, por qué no, al almuerzo. Sólo así puedo escribir. Hurtando. Saqueando. Pedacitos de tiempo. Retazos de existencia. Escapo de tiempos pautados y  de rutinas, de ritmos  frenéticos y  estructurados. Así escribo. Así me creo y me sublevo. La palabra es mi arma sagrada. La escritura es mi rebelión.

Belleza

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Hace unos días encontré en la baulera una caja repleta de fotos familiares, fotos que no recordaba. Son esas cosas que se guardan y quedan olvidadas, hasta que un día, después de mucho tiempo, alguien las reencuentra y es como si todo se descubriera de pronto, como si los rostros, las imágenes, las emociones, surgieran por primera vez.  Fotos sueltas, en bolsas, en álbumes. En casa siempre hubo cajas y hasta una valija repleta de fotos. Mi viejo tenía locura por las cámaras y por las filmadoras. Le gustaba eso, grabar, capturar momentos.  Ahí estuve un buen rato, revolviendo emociones, sin poder evitarlo. Las fotos familiares me producen algo así como una  incertidumbre, como si pudiera descubrir en ellas una pista, una señal, la respuesta a algo.  Porque claro, quizás cuando una las guardó una era otra, o era una pero no era esta una que es ahora.  En fin, lo que quiero decir, es que los recuerdos se resignifican y de golpe descubrimos lo que antes no veíamos o no nos interesaba ver. 

Pensar la tristeza y otros pensamientos

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La mañana comienza como cualquier otra mañana, corriendo de un lado a otro, en ese trajín frenético que ahora contrasta tanto con tantos meses de reclusión. Entro al aula de quinto y me encuentro el curso a pleno. Ya no hay más burbuja. Tomo lista, son veintidós.  Por suerte el aula es grande, tiene mucha ventilación y es muy luminosa.  Empezamos a charlar, hay caras que nunca vi hasta hoy. Por fin esos nombres tienen un rostro, aunque sea detrás de un tapabocas. No los veo felices, ni emocionados, ni interesados. Se quejan mucho, de todo.  Están enojados. El enojo se siente. Son como marquitas que aparecen en la mirada y en la voz.  Una de las chicas del fondo habla fuerte, para que todos escuchemos. Dice que para qué se va a esforzar si al final a todos los que no hicieron nada el año pasado y este se les dan tantas posibilidades para que aprueben. Algunos compañeros le dan la razón. Otra tira un insulto a esos "avivados". Me pongo seria. Le digo que nadie sabe lo que les p

Balance: lo que deja la angustia

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   " O es que acaso está todo perdido?       O es que ya nos han vencido?       Quién es el que maneja       las fichas de este tablero?       en que hace miles de años.        siempre el mismo gana el juego."                             Arco Iris A pocos días del resultado electoral, va aquí mi humilde reflexión. Domingo a la noche me siento frente al televisor. La expresión de Wado de Pedro ya anticipa lo que pronto sabremos con los números sobre la mesa: derrota aplastante del oficialismo, triunfo de Cambiemos, crecimiento alarmante de la derecha y una buena, la izquierda se instala como tercera fuerza en Buenos Aires con una muy buena elección en todo el país. ¿Qué pasó para que los votos cambien tan drásticamente? Por supuesto, una pandemia mundial. Pero no es todo. ¿De verdad podemos sorprendernos? En lo personal, reconozco que el resultado me sacudió, y es que mi deseo siempre se antepone a una mirada más analítica de la realidad, que llega tarde, muy por detrás, cuand

11 de septiembre: la escuela que queremos.

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En este día quiero proponerles a todos que soñemos la escuela pública que queremos. Una escuela que de verdad sea para todas y todos. En estos tiempos quedó más que claro que la única importancia de la escuela pública, para todos los gobiernos, es "guardar" a los chicos para que sus familias puedan salir a trabajar y así el sistema funcione. La estructura de nuestras aulas es idéntica a la de hace cien años.  Me gustaría que alguna vez, quienes construyen las políticas educativas, le pregunten a docentes y estudiantes qué escuela quieren y necesitan. Supongo, tratando de evitar toda ingenuidad, que tenemos la escuela pública que este sistema requiere para funcionar. Mientras tanto yo les cuento la escuela pública que yo quiero: Me gustaría que en lugar de aulas por año existieran salones, unos de Ciencias, con laboratorios enormes; otros de Arte, con instrumentos musicales, con lienzos enormes y blancos, con acuarelas y temperas; otros de Tecnología, con lo más novedoso e int

La celebración

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En mi cocina se mezclan los olores. Manzana asada y miel. Cebolla frita y caldo de verdura. Más tarde vendrá mi hermana y traerá la fuente con el pescado. Aromas de madres y de abuelas. Aromas de amores perdidos que el olfato recuerda antes que la memoria entienda. Ollas y sartenes, herencias de un ayer, despiertan para evocar sabores antiguos. Ya es hora del reencuentro. Ellos, los de antes, se sentarán a nuestra mesa en invisible cofradía,  y nos ayudarán a recordar viejas historias. Ellos, los de antes, lo saben. Es tiempo de brindar por la vida. La celebración ha comenzado.

A gut ior

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Fue en los noventa. Se acercaban las fiestas de año nuevo, Rosh Hashaná primero y después Iom Kipur.  En ese entonces  yo había empezado a trabajar en un instituto preparando alumnos. Me pagaban mal y obviamente no estaba registrada.  Eso significaba que si faltaba no cobraba ese día. Además, en casa no había un mango y seguramente no habría festejo.  Así que, sin más vueltas, decidí saltearme la tradición familiar e ir a trabajar ese día. _ ¿Cómo que vas a ir a trabajar? Mi viejo.  En los últimos años mi viejo estaba cada vez más huraño y silencioso, más aislado de todo y de todos, cada vez más desconectado. Pero eso sí, cuando se le metía algo en la cabeza se transformaba. Taurino el gordo, cabezón y peleador. _ ¿Cómo que vas a ir a trabajar? _me preguntó esa noche, y yo pensé "Soné!". Le expliqué que no era un tema de convicción sino de necesidad. _ No podés ir a trabajar _ fue la sentencia. No había explicación que valga. Se sentó enfrente de mí y empezó a hablar. Las dos

Bicicleta

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Este texto lo escribí en el marco del taller que hoy comenzamos en RAF. Muy feliz y profundamente agradecida con las maravillosas personas que participaron. De pequeña viví en un barrio como los de antes. Un barrio en el que los chicos jugaban por horas en la calle, uno de esos barrios en el que todos se conocían y en las noches de verano los vecinos  sacaban sus sillitas plegables para conversar con el de al lado, un barrio en el que el hijo de la vecina de enfrente se cruzaba y golpeaba la puerta  para entregar un tupper con una comida que enviaba su madre. Uno de esos barrios. Allí crecí. Jugando con otros chicos, disfrutando la calle. Hasta que un día llegó Aurorita. La Aurorita era la bici que mi hermana recibió de regalo. Una bicicleta anaranjada, nueva, flamante, con rueditas. Lo diré rápido y sin rodeos. La envidia fue inmensa. Envidia de hermana menor, envidia de “yo también quiero", envidia de “¿por qué ella sí y yo no?”. Eso.  Envidia. Debo haber llorado o pataleado, no

Esi y literatura

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Todo comienza con un libro. Y de ahí se dispara todo.  Con mis alumnos de segundo año hace un tiempo empezamos a leer la novela "La borra de café" de Mario Benedetti. Es una novela que me gusta mucho. El protagonista de esta historia es Claudio, un muchachito uruguayo que a medida que transcurre el relato nos hace testigos y cómplices de sus experiencias de vida.  Mientras leemos vamos conociendo su infancia, su juventud, su recorrido, las pérdidas, los primeros dolores, sus búsquedas personales, el amor. Su historia es simple y cotidiana, excepto por las distintas apariciones de Rita, un personaje enigmático, misterioso, inspiradora y temible.  En fin, es una novela que siempre me gustó mucho y que aún hoy disfruto cuando se la doy a mis alumnos.  Hace unos días les dejé varios capítulos para leer, uno de ellos es "Hoy estreno hoy", que nos cuenta acerca del debut sexual de Claudio con Natalia, la joven que alquila una habitación en su casa. Un día Claudio llega a

Por qué escribimos: el dedo y la palabra

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—Llevan mucha prisa  —dijo el Principito  —. ¿Qué buscan? — Hasta el hombre de la locomotora lo ignora —dijo el guardaagujas. Y un segundo rápido iluminado rugió, en sentido inverso. —¿Vuelven ya? —preguntó el principito. —No son los mismos —dijo el guardaagujas—. Es un cambio. —¿No estaban contentos donde estaban? —Nadie está nunca contento donde está —dijo el guardaagujas.  Y rugió el trueno de un tercer rápido iluminado. —¿Persiguen a los primeros viajeros? —preguntó el principito. —No persiguen absolutamente nada —dijo el guardaagujas—. Ahí adentro duermen o bostezan. Sólo los niños aplastan sus narices contra los vidrios. —Sólo los niños saben lo que buscan —dijo el principito .                            El Principito, capitulo XXII Es casi el mediodía y estoy cocinando. Escucho la radio, lavo un plato, pelo una cebolla, y entre una cosa y otra, enchufo la minipimer para procesar algunos pedacitos  de zanahoria. Apreto un botón y el aparatito hace lo suyo. Al rato tengo un monto

Alas

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La UBA, mi hogar

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Una vez, hace muchos años, llegué a la Facultad. El día que por primera vez anduve por los pasillos de Filo temblaba de emoción. Todo era inmenso, inabarcable para mis ojos ávidos y curiosos. Me había anotado en Teoría Literaria. Cuando entré me encontré con un aula gigante, enorme, repleta de estudiantes. Y ahí empezó la aventura. Esos primeros días fueron de puro asombro. Muchas veces antes me había sentido mal. Yo e ra un bicho raro, y los bichos raros pueden ser ignorados y también, molestados. Así fue siempre. Pero entonces llegué a Puán y allí  había muchas personas tan absurdas como yo, a quienes también les daba felicidad hablar de libros, de literatura y de lenguaje. En las clases de gramática escuchábamos a Kovacci y hacíamos chistes entre nosotros  sobre el esquema arboreo de Chomsky y decíamos que un día nos íbamos a hacer remeras con la frase: "La mesa come carne". Nos sentíamos parte de algo que era muy nuestro. La biblioteca de Puán, las aulas, cada clase