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Alfonsina, la loba

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Hoy, hace 129 años nacía Alfonsina, la loba entre los corderos. A Alfonsina la descubrí hace mucho tiempo, en la escuela primaria, cuando me enseñaron la poesía "Yo en el fondo del mar" y yo aprendí a recitarla de memoria. Así decía la poesía: En el fondo del mar hay una casa  de cristal. A una avenida de madréporas da. Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar. Me trae un rojo ramo de flores de coral. Duermo en una cama Un poco más azul  que el mar. Por entonces mi maestra no me contó que ese mar era la representación de una despedida, de un final, porque la autora ya había elegido cómo iba a morir y sería adentrandóse en el mar. De la historia de Alfonsina no se hablaba en la escuela. Y cuando se hablaba se hablaba mal, con ribetes de culebrón mexicano de los años '70: la mujer con una vida difícil, la que tuvo un hijo de soltera y después de eso se suicidó.  Casi como si una cosa fuera consecuencia de la otra. Me llevó muchos años empezar a conocerla y saber

Rey sin corona

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 Hace muchos años escribí este cuento. Cuando lo empecé me había propuesto crear una historia en la que no pudiera identificarme ni empatizar con el protagonista. De todas formas, como sucede siempre con la ficción, algunos personajes o situaciones se parecen al mundo real.  Quiero decir que reencontrarme con este cuento y con esta temática hoy, me resulta interesante y muy sugerente. Creo que con las hojas escritas sucede lo mismo que con las fotos viejas: se reinventan y resignifican cada vez que nos topamos con ellas. En fin, les dejo esta historia que quise contar con mi propia voz como me sucede a veces. Si quieren dejar su opinión, les leo: https://drive.google.com/file/d/1oFhC4km0wXurapfW_JAVVI6TfIW-TRmN/view?usp=drivesdk

El día de la patria

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El 25 de mayo siempre era un día muy raro, un día fuera del tiempo y la rutina. En casa nos levantábamos temprano, pero no tan temprano, había muchas corridas y un poco de nervios. Los cuatro nos preparábamos para ir a la escuela. Ese día había acto, y como era habitual, mi hermana tenía un papel en alguna obra. Las maestras elogiaban su soltura y su gracia en el escenario. Por aquellos años comenzaba ya a perfilarse lo que con el tiempo sería su vocación. Una vez, me acuerdo, una de las chicas que tenía que actuar faltó y mi hermana, que hacía de dama antigua, empezó a improvisar junto a otra compañerita para suplir la ausencia. Eran muy chicas y pudieron resolver y terminar la obra casi sin tropiezos. Las maestras estaban emocionadísimas y las felicitaron mucho. A veces también actuaba yo, aunque menos. Una vez me tocó hacer de negrita, y sí, me pintaron la cara con corcho quemado. Yo tenía que decir: "limpio pol aquí, limpio pol alá" con gracia y simpatía. Creo que le d

El amor y los tiempos verbales

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Hoy es...  Hoy era...  Hoy sería...  el cumpleaños de mi papá. Los verbos se confunden cuando hay ausencia. Los verbos se ambiguan. Te quiero o te quise? Sos mi papá o eras mi papá? Siempre cuesta dominar los verbos cuando se trenza el amor con la muerte. Mi viejo aparece en el recuerdo. Aparece y entonces, está. Pero claro, si aparece es también, porque ya no está. Las emociones, esa mezcla espesa de sentimientos y sensaciones. Mi papá se fue hace mucho. Hace tanto. No se enteró de nada. Y no sé si supo cuánto lo quería. Porque a veces no lo quería, es cierto. Pero a veces lo amaba. Esas contradicciones que sólo puede sentir una hija enojada, furiosa, rabiosa,  que heredó                        tu rabia, tu furia, tu enojo, que sintió                         tu furia, tu enojo, tu rabia. Y te perdonó. Y te perdona. Ahí estás, para siempre entre mis libros, tu herencia. Ahí estás, en el compromiso, en cada batalla, en el acto militante y en los sueños. Ahí estás, en los

La sociedad de las palabras rotas

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En estos tiempos, y cada vez con más fuerza, se escucha hablar de la cultura de la cancelación. Cancelar. Anular, eliminar, tachar, borrar. Cancelamos a este por lo que hizo, a aquella por lo que dijo, a aquel otro por lo que escribió.  Cancelamos a quien cometió hechos aberrantes. Cancelamos películas viejas, libros, publicidades. Cancelamos recuerdos. Cancelamos historia. Más allá, o más acá de la cantidad de debates, notas de opinión y análisis super concienzudos, parece poco lo que se puede agregar sobre el tema en sí. Pero, cuando descubrimos que todos estos debates  están atravesando y describiendo nuestra historia, ahí, todo se pone bastante interesante. Hace unos días estuve acordándome de una película que fue muy conocida en los '90, "La sociedad de los poetas muertos". La película está ambientada en una escuela de excelencia a fines de los '50 en EEUU. Allí, un genial Robin Williams encarna a un profesor de literatura que llegará para cuestionar las normas y

Nosotras, las de entonces

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Un poco por la pandemia y el encierro pero sobre todo por el recuerdo latente de los afectos inolvidables, un día me encontré rastreando en las redes a mi amiga de la Facultad. La había buscado muchas veces, pero en está ocasión tenía alguna pista, y fui por ahí. Y la encontré. Un par de mensajes y empezamos a conversar. Y de pronto sucedió eso que sólo nos pasa con aquellas personas que son tan importantes en nuestra historia: la conversación fluyó con esa naturalidad tan cotidiana. Hablamos, nos pusimos al día, recordamos, reflexionamos y descubrimos que el tiempo y los años no deterioraron la confianza y el cariño. Y entonces otro día mi amiga me envía por wassap algunas fotos viejas, hermosas. En esas fotos somos jóvenes, con nuestros cabellos rebeldes y nuestras sonrisas enormes. Pero no me resulta difícil descubrir que ahí detrás (o delante) de estas canas y de estas mujeres llenas de obligaciones, ahí justamente, estamos nosotras, las mismas. Porque miro las fotos y somos e

1° de mayo

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Todos los años, cuando llegaba el 1° de mayo, mi papá compraba claveles rojos. Después prendía el combinado y ponía aquel disco. Y ahí empezaba a sonar La Internacional en el comedor de mi casa. Mi vieja, un poco más prudente, se ponía nerviosa y le pedía que por favor bajase el volumen, que los vecinos podían escuchar. Pero mi papá, rebelde como un niño, lo subía al mango. La música sonaba fuerte.  Así era cada año el 1° de mayo allá lejos en mi infancia.

Pensar en los niños

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Nos dicen que pensemos en los niños. Lo dicen algunos pediatras, lo dicen varios periodistas y lo dice la derecha. Pensemos en los niños, dicen. Lo dicen con indignación, con enojo. Quieren la escuela abierta. Eso es lo que quieren. Pensemos dicen. Pensemos. Pensamos... Pensamos  que no hay escuela que pueda, con sus burbujas efectivas y eficientes, aislar a nuestras niñeces de la realidad. Pensamos que lo que duele no es el encierro ni la falta de escuela. Todas esas son consecuencias. Lo que duele es este mundo. Esta realidad. Pensemos en las niñeces. Las niñeces que n os miran, nos escuchan. ¡Nos creen! Me pregunto cómo es para todos ellos  crecer en este mundo en el que un día, de golpe y porrazo, les negaron los abrazos, las caricias. Entonces... ¿Les hablamos de un virus malo que vino a arrebatar la felicidad? ¿O les contamos la otra verdad? ¿Esa verdad en la que los malos son los humanos que destruyen todo a su paso? Pensar en las niñeces. En las infancias. Siento que

La música de Paula (sobre un cuento de Daniel Moyano)

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                    Buscando un cuento lindo para subir classroom, de pronto tropecé con Paula. Me la encontré de casualidad, como se suele descubrir aquello que nos conmueve. Me la encontré con su mirada un poco maligna y un poco inocente, con su cabello al viento y sus piernas largas, y con esas pequeñas cicatrices en sus mejillas. Paula, les cuento, es la protagonista de un cuento increíble de Daniel Moyano, "Mi música es para esta gente". Por lo general me pasa que toda la literatura de Moyano suele producirme una fascinación gigante. Su lenguaje poético, su mirada siempre militante de la vida, la presencia de esos personajes tan cotidianos y tan atravesados por la magia y por el arte... Me atrapan. Y Paula me cautivó especialmente. En estos tiempos de revisionismo emocional, encontrarme con este cuento fue un verdadero hallazgo. Porque esta historia, que fue escrita hace cincuenta y un años atrás, crece y se profundiza hoy en su significado. Ni bien empezamos a l

Me quedo con el amor

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  Hoy mi tío Simón se fue y duele un montón. Ya era viejito y creo que vivió una vida muy feliz.  Pero duele tanto. Muchísimo. Duele la ausencia y duele esta no despedida. Está distancia de mierda duele. Quiero decir que la partida de mi tío Simón me conmueve de la forma más egoísta. Yo quería que se quede, como sea. Quería saberlo por acá, cerca. Quiero contarles de mi tío. Simón era el hermano varón de mi mamá. Junto a sus hermanas, Raquel, Tamara y Matilde, mi tío se crió en el campo, en Rivera, una colonia judía muy cerquita de La Pampa. Allí, jugaban mucho, andaban a caballo, estudiaban. Sé que mi mamá lo amaba de manera absoluta. A veces jugaban a las visitas, y entonces mi tío era el recién llegado y mi mamá la anfitriona que debía ir a buscar el agua al pozo. Durante años y años escuché esa historia, entre recriminaciones y risas. Simón creció y se convirtió en un muchachito lindo y muy tímido. Para poder estudiar, un día se fue a la ciudad, a la casa de unos tíos. M

El tiempo y la palabra

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  Un día como cualquier otro. Las voces de la radio me acompañan mientras p ico morrón sobre la tabla. Después arrojo los trozos en la sartén, junto con el verdeo y mientras muevo la espátula, veo cómo el rojo y el verde se entremezclan y cómo van cambiando de consistencia y de tonalidad. Me gusta cocinar. Descubrimiento de pandemia. Levanto la vista y miro por la ventana. Es un día precioso, uno de esos días perfectos que trae el comienzo del otoño: soleado, cálido y fresco. Todos en casa estamos ocupados, cada uno en su actividad. De a ratos nos cruzamos, nos miramos, nos comentamos algo, nos sonreímos. Y después cada uno sigue en lo suyo. Nada más. Es todo y es suficiente. Porque en este preciso momento tengo la absoluta certeza de que este es un instante feliz. Un momento simple, efímero, leve. Felicidad. En general así suele ser para mí la felicidad. Un mate, una charla, una comida rica, un buen libro o una buena peli, un abrazo, risas cómplices. No me atrevería a exten

Araceli

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Este texto lo esxribí a pedido de mi amiga, la artista plástica María Veronica Frankhauser, autora de las imágenes. Hoy, 4 de noviembre de 2021, después de cuatro años de dolor, finalmente se hizo justicia. Pienso, claro que quiero escribir sobre Araceli. Quiero escribir sobre Araceli y quiero contar un montón de cosas lindas. De verdad, me gustaría simplemente buscar una foto de ella y escribir sobre su sonrisa, sobre el brillo de sus ojos. Y aunque no la conocí, quisiera imaginar qué sueños y qué proyectos tenía. Qué pasiones y qué deseos la movilizaban. Araceli era una piba de San Martín. Tenía 22 años y podríamos habernos cruzado alguna vez. Y un día fue asesinada. Y todo fue brutal. Fue brutal su femicidio, fue brutal la prensa carroñera y fue brutal la justicia que dejó libres a sus asesinos. Por qué nos matan?   Son cosas que nos pasan a las mujeres. Son cosas que nos pasan por ser mujeres. Y entonces no queda otra que salir a nombrarnos, salir a gritar a las calles,

Tras su manto de neblina...

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En la tele me encuentro con un documental sobre la guerra de Malvinas. Aparecen imágenes de un viejo noticiero, "60 minutos" y un montón de periodistas complacientes elogian a Galtieri. Las 24 horas por Malvinas y las donaciones que no llegaron nunca. El orgullo patriótico de miles que salieron a la calle a ovacionar al asesino. Se me cruzan muchísimas emociones. Asco, rabia, vergüenza. Juan me pregunta cuándo pasó todo eso. En 1982 le digo. "Ah, menos mal que yo no había nacido y no tuve que ir a esa guerra", me dice. "No Juan, si yo era una nena!" le respondo.   Su comentario se me mete en la cabeza y se queda ahí un rato largo. Pienso con tristeza en esas mamás que perdieron a sus hijos y en esos hijos que perdieron sus vidas. Me viene entonces el recuerdo de Julio, un profe de historia con el que trabajé unos meses en una escuela hace varios años. Julio había estado en la isla como soldado durante la guerra.  Un día, salio el tema y empezó a habl

Salvarnos todos

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"Subiré al cielo, le pondré gatillo a la luna y desde arriba fusilaré al mundo, suavemente, para que esto cambie de una vez."            Raúl González Tuñón Llegamos al 2021 y cuando creíamos que el final de la pandemia estaba cerca, el virus sigue destrozando todo a su paso. Fuimos muchos los que hace un año depositamos nuestras esperanzas en las vacunas que en varios países se estaban fabricando. Sin dudas, pensábamos, cuando llegase la cura, íbamos a poder acorralar y aniquilar al virus maldito y nos íbamos a salvar todos. Todos. Pero eso no está pasando. No está pasando acá y no está pasando en el mundo. Porque resulta que la  vacuna tiene precio. Qué países acceden a ella y en qué cantidades depende de las posibilidades económicas de cada gobierno. Sé que esto que digo no es ninguna novedad y sin embargo necesito decirlo, verbalizarlo. Porque quizás, si lo repetimos varias veces logremos entender el horror que encierra, no sólo  la distribución desigual de la vacu

Somos esa memoria

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Vengo de una familia de militantes.  Mis viejos y gran parte de la familia  militaron toda la vida. Yo era muy pequeña, tenía cinco años, cuando la dictadura comenzó, pero de esos años tengo algunos recuerdos. Recuerdo, por ejemplo, la militancia clandestina en casa, y la cantidad de "tíos" que me presentaron y que entraban a mi hogar con todos los cuidados. Una vez uno de ellos me preguntó mi nombre "¿Cómo es que sos mi tío y no lo sabés?" dicen que dije. Recuerdo lo difícil que fue para mis padres educar en las ideas de justicia y solidaridad a dos pequeñas charlatanes que querían contar todo lo que sabían. Recuerdo las mentiras que debíamos aprender de memoria por si nos preguntaban en la escuela. Recuerdo los libros en doble fila, aquellos libros prohibidos de los que mi papá nunca hubiera podido desprenderse. Recuerdo las conversaciones telefónicas  encriptadas. Una vez, muchos años después, un familiar recordaba las charlas entre nuestras madres sobre "es

Volver a la escuela

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Y aquí estamos. De vuelta en las aulas. Tapabocas y máscara. Subo las escaleras y cuando llego mi nuevo sexto, en realidad  la mitad del curso,  la burbuja A, e stá afuera del aula, esperando que las porteras terminen de desinfectar. Después la prece los hace pasar a todos al aula y atrás en tro yo. Mientras se ubican t engo que pedirles a dos chicas que no se abracen. Me siento muy estúpida, les pido disculpas pero así es la cosa, qué vamos a hacer. También les digo a todos que se dispersen un poco, porque como es la costumbre mis doce estudiantes rumbean todos juntos para el fondo, en ese ritual escolar de siempre que hoy la pandemia estropea. Les vuelvo a pedir disculpas. Me siento mal por tener que separarlos, aunque no hay quejas. Están callados y tranquilos. No gritan ni se ríen fuerte. Por las ventanas muy abiertas entra un frío otoñal y muchísimo ruido de los colectivos. Saludo pero mi voz se pierde y no llega a mis alumnos. Sigo hablando y mis palabras quedan atrapadas e

El fin de este mundo

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  Esas cosas que una dice y no piensa. Esas cosas que salen de la boca así, sin medir consecuencias. _ y sí, es así, la humanidad va a destruir el planeta antes de pensar una nueva forma de habitarlo _d igo esto mientras hablo por teléfono con alguien_.  Tuvimos la oportunidad de ser mejores y lo estropeamos otra vez _la remato. La conversación sigue un rato. En cuánto cortó voy a retomar mis tareas cotidianas, pero tropiezo con la mirada inquisi dora de Juan. _ ¿De verdad los seres humanos van a destruir el planeta má ? Me lo pregunta y se nota que está preocupado. No pensé que podía escuchar y tomarlo tan en serio. Quisiera borrar todo lo que dije pero ya es tarde. Le digo que no, que nada que ver, que lo dije por decir nomás, que se quede tranquilo porque el ser humano no es tan tonto. Mientras digo todo esto pienso que en el fondo me gustaría tanto creerlo. La tarde sigue y Juan vuelve a su mundo de jueguitos virtuales y de videos por Internet. Pero la cabeza le sigue funcionando

El 8M

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En lo que va del 2021 ya hubo más de 40 femicidios. Cada vez es peor. Nos matan. Nos matan y nosotras seguimos gritando: ¡Paren de matarnos! Porque la violencia machista existe, existe de manera concreta. Porque no es un invento de las "feminazis". Porque lo vivimos cada día. Existe, y tiene su aspecto más atroz en cada femicidio, en cada travesticidio y en cada transfemicidio.  Sí. La violencia machista existe a tal punto que la empezamos a vivenciar, a sentir, desde que comenzamos a habitar este mundo. Porque cuando la denunciamos estamos denunciando un tipo de violencia que se comete contra nosotras de manera estructural y que condiciona nuestras decisiones, nuestros cuerpos y nuestras emociones. Es una violencia cotidiana, enraizada, naturalizada. Es una violencia que se nos va metiendo en el cuerpo y en la mente, y no se va más. Empieza con frases tan sencillas como "ayuda a mamá en la cocina" mientras los varones de la casa conversan. Y sigue con aquel señor