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Pensar en los niños

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Nos dicen que pensemos en los niños. Lo dicen algunos pediatras, lo dicen varios periodistas y lo dice la derecha. Pensemos en los niños, dicen. Lo dicen con indignación, con enojo. Quieren la escuela abierta. Eso es lo que quieren. Pensemos dicen. Pensemos. Pensamos... Pensamos  que no hay escuela que pueda, con sus burbujas efectivas y eficientes, aislar a nuestras niñeces de la realidad. Pensamos que lo que duele no es el encierro ni la falta de escuela. Todas esas son consecuencias. Lo que duele es este mundo. Esta realidad. Pensemos en las niñeces. Las niñeces que n os miran, nos escuchan. ¡Nos creen! Me pregunto cómo es para todos ellos  crecer en este mundo en el que un día, de golpe y porrazo, les negaron los abrazos, las caricias. Entonces... ¿Les hablamos de un virus malo que vino a arrebatar la felicidad? ¿O les contamos la otra verdad? ¿Esa verdad en la que los malos son los humanos que destruyen todo a su paso? Pensar en las niñeces. En las infancias. Siento que

La música de Paula (sobre un cuento de Daniel Moyano)

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                    Buscando un cuento lindo para subir classroom, de pronto tropecé con Paula. Me la encontré de casualidad, como se suele descubrir aquello que nos conmueve. Me la encontré con su mirada un poco maligna y un poco inocente, con su cabello al viento y sus piernas largas, y con esas pequeñas cicatrices en sus mejillas. Paula, les cuento, es la protagonista de un cuento increíble de Daniel Moyano, "Mi música es para esta gente". Por lo general me pasa que toda la literatura de Moyano suele producirme una fascinación gigante. Su lenguaje poético, su mirada siempre militante de la vida, la presencia de esos personajes tan cotidianos y tan atravesados por la magia y por el arte... Me atrapan. Y Paula me cautivó especialmente. En estos tiempos de revisionismo emocional, encontrarme con este cuento fue un verdadero hallazgo. Porque esta historia, que fue escrita hace cincuenta y un años atrás, crece y se profundiza hoy en su significado. Ni bien empezamos a l

Me quedo con el amor

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  Hoy mi tío Simón se fue y duele un montón. Ya era viejito y creo que vivió una vida muy feliz.  Pero duele tanto. Muchísimo. Duele la ausencia y duele esta no despedida. Está distancia de mierda duele. Quiero decir que la partida de mi tío Simón me conmueve de la forma más egoísta. Yo quería que se quede, como sea. Quería saberlo por acá, cerca. Quiero contarles de mi tío. Simón era el hermano varón de mi mamá. Junto a sus hermanas, Raquel, Tamara y Matilde, mi tío se crió en el campo, en Rivera, una colonia judía muy cerquita de La Pampa. Allí, jugaban mucho, andaban a caballo, estudiaban. Sé que mi mamá lo amaba de manera absoluta. A veces jugaban a las visitas, y entonces mi tío era el recién llegado y mi mamá la anfitriona que debía ir a buscar el agua al pozo. Durante años y años escuché esa historia, entre recriminaciones y risas. Simón creció y se convirtió en un muchachito lindo y muy tímido. Para poder estudiar, un día se fue a la ciudad, a la casa de unos tíos. M

El tiempo y la palabra

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  Un día como cualquier otro. Las voces de la radio me acompañan mientras p ico morrón sobre la tabla. Después arrojo los trozos en la sartén, junto con el verdeo y mientras muevo la espátula, veo cómo el rojo y el verde se entremezclan y cómo van cambiando de consistencia y de tonalidad. Me gusta cocinar. Descubrimiento de pandemia. Levanto la vista y miro por la ventana. Es un día precioso, uno de esos días perfectos que trae el comienzo del otoño: soleado, cálido y fresco. Todos en casa estamos ocupados, cada uno en su actividad. De a ratos nos cruzamos, nos miramos, nos comentamos algo, nos sonreímos. Y después cada uno sigue en lo suyo. Nada más. Es todo y es suficiente. Porque en este preciso momento tengo la absoluta certeza de que este es un instante feliz. Un momento simple, efímero, leve. Felicidad. En general así suele ser para mí la felicidad. Un mate, una charla, una comida rica, un buen libro o una buena peli, un abrazo, risas cómplices. No me atrevería a exten

Araceli

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Este texto lo esxribí a pedido de mi amiga, la artista plástica María Veronica Frankhauser, autora de las imágenes. Hoy, 4 de noviembre de 2021, después de cuatro años de dolor, finalmente se hizo justicia. Pienso, claro que quiero escribir sobre Araceli. Quiero escribir sobre Araceli y quiero contar un montón de cosas lindas. De verdad, me gustaría simplemente buscar una foto de ella y escribir sobre su sonrisa, sobre el brillo de sus ojos. Y aunque no la conocí, quisiera imaginar qué sueños y qué proyectos tenía. Qué pasiones y qué deseos la movilizaban. Araceli era una piba de San Martín. Tenía 22 años y podríamos habernos cruzado alguna vez. Y un día fue asesinada. Y todo fue brutal. Fue brutal su femicidio, fue brutal la prensa carroñera y fue brutal la justicia que dejó libres a sus asesinos. Por qué nos matan?   Son cosas que nos pasan a las mujeres. Son cosas que nos pasan por ser mujeres. Y entonces no queda otra que salir a nombrarnos, salir a gritar a las calles,

Tras su manto de neblina...

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En la tele me encuentro con un documental sobre la guerra de Malvinas. Aparecen imágenes de un viejo noticiero, "60 minutos" y un montón de periodistas complacientes elogian a Galtieri. Las 24 horas por Malvinas y las donaciones que no llegaron nunca. El orgullo patriótico de miles que salieron a la calle a ovacionar al asesino. Se me cruzan muchísimas emociones. Asco, rabia, vergüenza. Juan me pregunta cuándo pasó todo eso. En 1982 le digo. "Ah, menos mal que yo no había nacido y no tuve que ir a esa guerra", me dice. "No Juan, si yo era una nena!" le respondo.   Su comentario se me mete en la cabeza y se queda ahí un rato largo. Pienso con tristeza en esas mamás que perdieron a sus hijos y en esos hijos que perdieron sus vidas. Me viene entonces el recuerdo de Julio, un profe de historia con el que trabajé unos meses en una escuela hace varios años. Julio había estado en la isla como soldado durante la guerra.  Un día, salio el tema y empezó a habl

Salvarnos todos

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"Subiré al cielo, le pondré gatillo a la luna y desde arriba fusilaré al mundo, suavemente, para que esto cambie de una vez."            Raúl González Tuñón Llegamos al 2021 y cuando creíamos que el final de la pandemia estaba cerca, el virus sigue destrozando todo a su paso. Fuimos muchos los que hace un año depositamos nuestras esperanzas en las vacunas que en varios países se estaban fabricando. Sin dudas, pensábamos, cuando llegase la cura, íbamos a poder acorralar y aniquilar al virus maldito y nos íbamos a salvar todos. Todos. Pero eso no está pasando. No está pasando acá y no está pasando en el mundo. Porque resulta que la  vacuna tiene precio. Qué países acceden a ella y en qué cantidades depende de las posibilidades económicas de cada gobierno. Sé que esto que digo no es ninguna novedad y sin embargo necesito decirlo, verbalizarlo. Porque quizás, si lo repetimos varias veces logremos entender el horror que encierra, no sólo  la distribución desigual de la vacu

Somos esa memoria

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Vengo de una familia de militantes.  Mis viejos y gran parte de la familia  militaron toda la vida. Yo era muy pequeña, tenía cinco años, cuando la dictadura comenzó, pero de esos años tengo algunos recuerdos. Recuerdo, por ejemplo, la militancia clandestina en casa, y la cantidad de "tíos" que me presentaron y que entraban a mi hogar con todos los cuidados. Una vez uno de ellos me preguntó mi nombre "¿Cómo es que sos mi tío y no lo sabés?" dicen que dije. Recuerdo lo difícil que fue para mis padres educar en las ideas de justicia y solidaridad a dos pequeñas charlatanes que querían contar todo lo que sabían. Recuerdo las mentiras que debíamos aprender de memoria por si nos preguntaban en la escuela. Recuerdo los libros en doble fila, aquellos libros prohibidos de los que mi papá nunca hubiera podido desprenderse. Recuerdo las conversaciones telefónicas  encriptadas. Una vez, muchos años después, un familiar recordaba las charlas entre nuestras madres sobre "es

Volver a la escuela

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Y aquí estamos. De vuelta en las aulas. Tapabocas y máscara. Subo las escaleras y cuando llego mi nuevo sexto, en realidad  la mitad del curso,  la burbuja A, e stá afuera del aula, esperando que las porteras terminen de desinfectar. Después la prece los hace pasar a todos al aula y atrás en tro yo. Mientras se ubican t engo que pedirles a dos chicas que no se abracen. Me siento muy estúpida, les pido disculpas pero así es la cosa, qué vamos a hacer. También les digo a todos que se dispersen un poco, porque como es la costumbre mis doce estudiantes rumbean todos juntos para el fondo, en ese ritual escolar de siempre que hoy la pandemia estropea. Les vuelvo a pedir disculpas. Me siento mal por tener que separarlos, aunque no hay quejas. Están callados y tranquilos. No gritan ni se ríen fuerte. Por las ventanas muy abiertas entra un frío otoñal y muchísimo ruido de los colectivos. Saludo pero mi voz se pierde y no llega a mis alumnos. Sigo hablando y mis palabras quedan atrapadas e

El fin de este mundo

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  Esas cosas que una dice y no piensa. Esas cosas que salen de la boca así, sin medir consecuencias. _ y sí, es así, la humanidad va a destruir el planeta antes de pensar una nueva forma de habitarlo _d igo esto mientras hablo por teléfono con alguien_.  Tuvimos la oportunidad de ser mejores y lo estropeamos otra vez _la remato. La conversación sigue un rato. En cuánto cortó voy a retomar mis tareas cotidianas, pero tropiezo con la mirada inquisi dora de Juan. _ ¿De verdad los seres humanos van a destruir el planeta má ? Me lo pregunta y se nota que está preocupado. No pensé que podía escuchar y tomarlo tan en serio. Quisiera borrar todo lo que dije pero ya es tarde. Le digo que no, que nada que ver, que lo dije por decir nomás, que se quede tranquilo porque el ser humano no es tan tonto. Mientras digo todo esto pienso que en el fondo me gustaría tanto creerlo. La tarde sigue y Juan vuelve a su mundo de jueguitos virtuales y de videos por Internet. Pero la cabeza le sigue funcionando

El 8M

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En lo que va del 2021 ya hubo más de 40 femicidios. Cada vez es peor. Nos matan. Nos matan y nosotras seguimos gritando: ¡Paren de matarnos! Porque la violencia machista existe, existe de manera concreta. Porque no es un invento de las "feminazis". Porque lo vivimos cada día. Existe, y tiene su aspecto más atroz en cada femicidio, en cada travesticidio y en cada transfemicidio.  Sí. La violencia machista existe a tal punto que la empezamos a vivenciar, a sentir, desde que comenzamos a habitar este mundo. Porque cuando la denunciamos estamos denunciando un tipo de violencia que se comete contra nosotras de manera estructural y que condiciona nuestras decisiones, nuestros cuerpos y nuestras emociones. Es una violencia cotidiana, enraizada, naturalizada. Es una violencia que se nos va metiendo en el cuerpo y en la mente, y no se va más. Empieza con frases tan sencillas como "ayuda a mamá en la cocina" mientras los varones de la casa conversan. Y sigue con aquel señor

Crónica de un regreso

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Primera clase presencial con los chicos que no tuvieron conectividad.  Tapabocas, máscara, distancia. Las frases que más resonaron en el aula fueron "No la escucho" y "No te entiendo".  Tuve tres chicos. Conversé con ellos, con las limitaciones de la situación, y así les puse cara a sus nombres. Caras e historias. Familia enteras contagiadas, papás desempleados, chicos trabajando, corte en el servicio de Internet por falta de pago, chicos desanimados...  ¿Sí sirvió que yo este ahí? Supongo que sí. Algunos chicos pudieron desenredar un poco de lo que fue para ellos la cuarentena. Laura pudo comprar los textos para hacer los trabajos, Ariel prometió una vez más ponerse a trabajar y Leonardo dijo que ya está mejor. ¿Si me gustó verlos? Claro. Los que no entienden de docencia no saben lo que significa volver a estar juntos. Siempre emociona volver. Pero... Qué jodida que soy! No puedo terminar la historia ahí, no? Ya lo dije, volver ahora, en estas condiciones, es un er

La vacuna, el regreso y la pandemia

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En pocos días estaré recibiendo la primera dosis de la vacuna. La notificación llegó justo a tiempo. Los últimos días fueron terribles. No podía parar de llorar. No hablo de ese llanto catarata que inunda todo, habló de un llanto reprimido, ese que no podés evitar cada vez que empezás a hablar. Ese llanto que ahoga las palabras, una y otra vez. Fueron muchas tensiones.  Demasiadas. Al delirio que representa regresar a las aulas de manera compulsiva se sumó la noticia de los cambios en el protocolo. Después, como frutilla de postre envenenado (Sí, dije envenenado) la licencia por hijos a cargo. Hace días que mis compañeras la están esperando para saber qué van a hacer con sus hijos.  Que sí, alegría. Que no, fue un error.  Es necesario todo ese manoseo, todo ese maltrato? Entonces se me viene a la cabeza la imagen de un grupo de hormigas corriendo alocadas porque alguien puso un dedo en medio de su fila ordenadita. En estos últimos días fuimos un poco eso, hormiguitas amenazadas por u

La mesa larga

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Un día éramos chicos. Digo que todos nosotros éramos chicos. Teníamos risas y juegos. Y secretos y verdades reveladas. Y había una familia de padres y tíos y abuelos. En aquellos años de infancia nos reencontrábamos a cada rato. Cualquier festejo era motivo y excusa para la mesa larga. La mesa larga  de padres y tíos y abuelos. Por allá estaba la mesa de los grandes, con sus voces fuertes, sus vasos de vino y sus discusiones vehementes. Y por acá nuestra mesa, la mesa de los chicos.  Y nosotros.  Nosotros en nuestro mundo de charlas profundas y carcajadas y peleas, de burlas y complicidades. Esos encuentros de sobremesas eternas de postres y gaseosas. Así crecimos. Y un día fuimos adultos. Y era tan bueno saber que dónde estuviera la mesa larga íbamos a volver a ser los chicos. Yo creo que el amor se enseña, se contagia, se invita, se propone. Y nosotros nos quisimos. Nos quisimos hasta la risa y hasta el abrazo. Y nos quisimos, hasta hoy. Hasta esta lágrima de hoy, también nos

Tu no

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Sí claro, todas las personas pasamos alguna vez por ese sentimiento. Yo misma, hace años, despedí a mi padre primero y a mi madre varios años después. Y dolió, claro. Mucho. Todavía duele. Y sí claro. Es la vida, es la naturaleza.  N acemos, vivimos y después nos morimos, eso ya lo sabemos. ¿Pero sabés qué? Nunca deja de doler. Nunca. A veces la muerte es un llovizna sutil que nos salpica la cara. Aveces es una tormenta despiadada que arrasa con todo. En ciertas ocasiones sentimos cómo se aproxima, y la esperamos con miedo y con cierta sabiduría. Pero a veces, como hoy, la muerte es un aguacero invisible que cae de golpe y nos estropea la ropa y los zapatos y se pegotea a nuestro cuerpo. Hablar de la muerte es difícil. No sé puede hablar de la muerte si no hablamos de la vida. La muerte es vacía, la muerte es la nada, es la ausencia de luces, de sonidos, de ideas. Porque en verdad no duele la muerte sino la vida que la muerte nos niega. No duele la muerte sino la vida que la mue

El juego y el deseo

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Cuando yo era chica, los niños y las niñas querían ser astronautas, docentes, científicos, jugadores de fútbol. Los tiempos cambiaron, no es novedad, y Juan, igual que muchos otros chicos, dice que quiere ser youtuber.  Sí, q uiere tener su propio canal, hacer sus videos, tener un público que los mire, tener miles de seguidores, todo igual que sus ídolos. Acerca de los youtuber ya estuve contando en algún otro posteo,  son los elegidos de los niños y no dejan de sorprenderme por todo lo que movilizan en torno a sus videos y a ellos mismos. Cuando esta historia empezó hace un par de años, voy a decir algo, yo los detestaba. Quiero decir, yo detestaba, sin distinción, todo lo que desde la pantalla pudiera tener a Juan demasiado tiempo embelasado. Y bueno, lo reconozco. Yo suelo ser una madre un tanto jodida. Pero eso sí, soy bastante autocrítica. Soy tan autocrítica que puedo reconocer que sí, que quizá exageré un poco y que no son taaaan desagradables estos pibes los youtubers. Un

Miedos nuestros

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 Quiero contarles algo que me pasó hoy, hace un rato. Estaba leyendo en Instagram una publicación sobre el mansplaining. Para quienes no saben, el mansplaining es una práctica cotidiana y nefasta que ocurre cada vez que un varón le explica a una mujer algo que ella sabe, la desvaloriza en sus saberes o se burla de sus conocimientos. La nota era más bien una reflexión y abajo seguían los comentarios. "No te empieces a pelear", dice mi hermana siempre, y tiene razón, porque me conoce y sabe lo que me gusta discutir cuando encuentro un mensaje  que me molesta. Es más fuerte que yo. La verdad es que me enorgullezco de ser bastante civilizada en los debates, y aunque a veces me voy a la banquina trato de mantener discusiones cordiales. Bueno, el muchacho con el que me trencé a discutir me dijo en un solo mensaje que lo que yo decía era una boludez y que hablaba pelotudeces. Y sí, le contesté, obvio. Le dije que con sus palabras me dejaba claro el tema del mansplaining. La cosa sig

Deseos

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Ya sé lo que me van a decir, Sé que suena tonto, Sé sobre las formas terribles de tratarnos, Sé lo que le hemos hecho al mundo, Sé lo que le hacen los hombres a otros hombres, Sé que la realidad me indica que no crea, que no desee, que no espere. Sé que sé demasiado. Pero qué quieren que les diga, Miro a Juan y sólo tengo un pensamiento: Que lleguen años dulces y hermosos. Sólo eso.

Úrsula

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Las puertas no se abrieron. Nunca se abrieron. Úrsula golpeó, pateó, empujó. Las puertas siguieron cerradas. Úrsula golpeó las puertas una y otra vez y el gesto desesperado nos duele en el estómago. "No borren nada" dijo. "Si un día no vuelvo rompan todo". Úrsula dejó sus huellas en el barro. Nos marcó el camino con miguitas y piedras. Hasta ahí llegaremos nosotras, siguiendo su rastro. Y cada vez que salgamos a las calles,  que nadie reclame por las paredes pintadas ni se escandalice por los torsos desnudos,  que nadie se asombre por nuestros gritos al viento. Somos brujas furiosas.  Somos lobas rabiosas. Somos mujeres heridas. Llevamos como bandera una lista innumerable de mujeres dormidas por siempre. Compartimos el abrazo de una manada que nos guía. Nuestros temores nos hermanan. Nuestro dolor nos enciende. Hasta que podamos andar el mundo sin miedo. Seguiremos rugientes, agazapadas, hambrientas. Seguiremos ardientes,  hasta que seamos libres.

Úrsula

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Hoy me acordé de una experiencia en la escuela. Fue hace casi cinco años cuando llevamos a seiscientos estudiantes a ver la película "No me mates", de Gabriel Arbós. La película está basada en la historia de Corina Fernández, quién fue sobreviviente de lo que se denominó por primera vez como un caso de femicidio.  La película es desgarradora, y las escenas ficcionalizadas están intercaladas con las declaraciones de Corina. La historia de Corina es tremenda. Corina hizo lo que la justicia dice que hay que hacer. Hizo la denuncia. Y la hizo ochenta veces. No, no es una manera de decir. Fueron ochenta denuncias las que se acumularon una tras otra en un expediente gigante. "Te voy a matar, hija de puta" le decía Weber, su ex marido. Un día cumplió su amenaza. Fueron seis disparos de los cuales  tres dieron en el cuerpo de Corina, pero increíblemente sobrevivió. Weber fue apresado. Sin embargo seguía hostigándola desde la cárcel con amenazas de juicio para ver a sus hija